No solamente Lima Quintana y Rodríguez Villar fueron sus compañeros en la inventiva. También escribió junto a nombres importantes como Polo Jiménez, Buenaventura Luna, Armando Tejada Gómez y Los Hermanos Abalos, entre otros.
Ya en su provincia, Arnedo Gallo fue aprendiendo naturalmente escuchando a otros maestros, como don Manuel Gómez Carrillo, Andrés Chazarreta, Adolfo Abalos y Sofanor Díaz- el piano, la guitarra y el bombo. Fue precisamente el piano -al decir de Rodríguez Villar- desde donde, de manera única, arrancaba "notas complejas y endiabladamente simples".
Arnedo Gallo vivió casi cuatro décadas en Hurlingham, pero su historia estuvo marcada por su provincia natal, Santiago del Estero, y su música, la chacarera. De pequeño vivió el gusto que tenían por la música su madre, Herminia Gallo Levalle y su padre, el dr. Rodolfo Arnedo, quien fue diputado nacional por el radicalismo. Le influyeron especialmente las vidalas y zambas que escuchó cantar a Narcisa Herrera, la mujer que cuidaba de los niños en la casa paterna.
Recibió enseñanzas de destacados maestros como José Cortez, el Dr. Manuel Gómez Carrillo y doña Pepa de Paz.
En su juventud tuvo amigos que con el tiempo iban a llegar a ser importantes músicos. De adolescente fue compañero de andanzas de Machingo y Adolfo Ábalos, que ya se interesaban por la música y con los que comenzó a compartir esa afición. A los 18 años su padre lo mandó a estudiar leyes a la ciudad de Santa Fe. Consiguió trabajo en la oficina de correos y se alojó en la casa de un pariente lejano, ahí compartió el cuarto con un joven cantor bonaerense llamado Héctor Roberto Chavero, que con los años sería conocido como Atahualpa Yupanqui.
Se hicieron muy amigos, Chavero ya había andado por las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos, pero no conocía el Norte. Un día los jóvenes resolvieron irse juntos a Santiago.
Arnedo Gallo aprendió mucho y quedó deslumbrado por la maestría de dos hermanos santiagueños que eran los grandes músicos de la época y autores de chacareras emblemáticas. se llamaban Benicio “Cachilo” y Julián “el Socko” Díaz. Tocó el piano en un grupo en el que estaban los hermanos Díaz en guitarra y bandoneón, el juez Luis Billaud en el bombo y Sofanor Díaz, que utilizaba la guitarra como bajo en una manera típica de esa zona, llamada bordoneo. Era todos músicos excepcionales.
Mario presentó a los hermanos Díaz a Atahualpa Yupanqui, quienes forjaron una gran amistad y compusieron bellas canciones. En los años 50, cuando murió “El Socko” Díaz, Arnedo Gallo estuvo muy apenado. Vivía en Hurlingham y no andaba bien de plata como para ir a Santiago al velorio de su amigo, entonces compuso la conocida zamba Salavina, que era el nombre del pueblo natal de los hermanos Díaz. A Salavina muchos le atribuyen ser el lugar donde nació la chacarera.
Arnedo Gallo vino a vivir a Hurlingham en 1947. Llegó con su mujer, María Susana Insausti y su pequeño hijo Fernando. La familia alquiló una casa sobre la calle Remedios de Escalada, a media cuadra de la estación Hurlingham y al poco tiempo se mudaron a Santa María, una casa quinta que estaba en Solís y Vergara y que ya fue demolida. Era muy grande y tenía muchas habitaciones, medía 40 metros de frente y los fondos llegaban hasta la calle Remedios de Escalada.
En la casa llegaron a vivir los padres de Arnedo Gallo, su mujer, cinco hijos, un matrimonio de caseros con sus dos hijos y sobraban habitaciones donde podían jugar los chicos. Por ahí pasaron muchos músicos que gracias al enorme espacio podían tocar hasta la hora que quisieran sin molestar a nadie. Ensayaban y hacían guitarreadas a las que concurrían amigos y familiares. Eduardo Falú, Félix Tardo Palorma -un músico de origen mendocino que vivía en Parque Quirno- Antonio Rodríguez Villar, Osvaldo Andino Álvarez, Hamlet Lima Quintana, Abel Figueroa y Negrín Andrade, son algunos de los tantos nombres que concurrieron a Santa María.
Para la familia escuchar música era parte de la vida cotidiana. Aunque no tuvieran visitas siempre había un momento del día en el que sonaban las cuerdas del piano de Arnedo Gallo y, después, cuando tuvo que vender el piano para poder pagar el parto en el que nació su hijo Diego, lo escucharon tocar la guitarra.
Fue en la casa de Solís donde el joven músico Antonio Rodríguez Villar quedó prendado por la belleza de una señorita morocha de ojos verdes, hija de padres húngaros, que vivía cerca de 5 esquinas. El amor no era correspondido y ella sin saberlo sería la fuente de inspiración para la célebre chacarera La flor azul, cuya letra y música compuso Arnedo Gallo basándose en unos tonos que había esbozado Rodríguez Villar.
Otra canción, que tuvo que ver con una mujer, es la zamba La amanecida, aunque en este caso fue por una niña. En un cumpleaños de la hija de Hamlet Lima Quintana, la pequeña homenajeada se puso a llorar desconsoladamente y como no encontraban la manera de calmarla, Arnedo Gallo le prometió, que si no lloraba, le tocaría una zamba en el piano. Cuando el músico comenzó a hacer sonar las teclas,la niña se calmó. Varios meses después Hamlet le dijo que le había hecho una letra a la zamba que él había tocado en su casa, y como el músico santiagueño no la recordaba, le repitió en el piano una melodía que con un poco de trabajo se convirtió en la zamba La amanecida.
Recibió enseñanzas de destacados maestros como José Cortez, el Dr. Manuel Gómez Carrillo y doña Pepa de Paz.
En su juventud tuvo amigos que con el tiempo iban a llegar a ser importantes músicos. De adolescente fue compañero de andanzas de Machingo y Adolfo Ábalos, que ya se interesaban por la música y con los que comenzó a compartir esa afición. A los 18 años su padre lo mandó a estudiar leyes a la ciudad de Santa Fe. Consiguió trabajo en la oficina de correos y se alojó en la casa de un pariente lejano, ahí compartió el cuarto con un joven cantor bonaerense llamado Héctor Roberto Chavero, que con los años sería conocido como Atahualpa Yupanqui.
Se hicieron muy amigos, Chavero ya había andado por las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos, pero no conocía el Norte. Un día los jóvenes resolvieron irse juntos a Santiago.
Arnedo Gallo aprendió mucho y quedó deslumbrado por la maestría de dos hermanos santiagueños que eran los grandes músicos de la época y autores de chacareras emblemáticas. se llamaban Benicio “Cachilo” y Julián “el Socko” Díaz. Tocó el piano en un grupo en el que estaban los hermanos Díaz en guitarra y bandoneón, el juez Luis Billaud en el bombo y Sofanor Díaz, que utilizaba la guitarra como bajo en una manera típica de esa zona, llamada bordoneo. Era todos músicos excepcionales.
Mario presentó a los hermanos Díaz a Atahualpa Yupanqui, quienes forjaron una gran amistad y compusieron bellas canciones. En los años 50, cuando murió “El Socko” Díaz, Arnedo Gallo estuvo muy apenado. Vivía en Hurlingham y no andaba bien de plata como para ir a Santiago al velorio de su amigo, entonces compuso la conocida zamba Salavina, que era el nombre del pueblo natal de los hermanos Díaz. A Salavina muchos le atribuyen ser el lugar donde nació la chacarera.
Arnedo Gallo vino a vivir a Hurlingham en 1947. Llegó con su mujer, María Susana Insausti y su pequeño hijo Fernando. La familia alquiló una casa sobre la calle Remedios de Escalada, a media cuadra de la estación Hurlingham y al poco tiempo se mudaron a Santa María, una casa quinta que estaba en Solís y Vergara y que ya fue demolida. Era muy grande y tenía muchas habitaciones, medía 40 metros de frente y los fondos llegaban hasta la calle Remedios de Escalada.
En la casa llegaron a vivir los padres de Arnedo Gallo, su mujer, cinco hijos, un matrimonio de caseros con sus dos hijos y sobraban habitaciones donde podían jugar los chicos. Por ahí pasaron muchos músicos que gracias al enorme espacio podían tocar hasta la hora que quisieran sin molestar a nadie. Ensayaban y hacían guitarreadas a las que concurrían amigos y familiares. Eduardo Falú, Félix Tardo Palorma -un músico de origen mendocino que vivía en Parque Quirno- Antonio Rodríguez Villar, Osvaldo Andino Álvarez, Hamlet Lima Quintana, Abel Figueroa y Negrín Andrade, son algunos de los tantos nombres que concurrieron a Santa María.
Para la familia escuchar música era parte de la vida cotidiana. Aunque no tuvieran visitas siempre había un momento del día en el que sonaban las cuerdas del piano de Arnedo Gallo y, después, cuando tuvo que vender el piano para poder pagar el parto en el que nació su hijo Diego, lo escucharon tocar la guitarra.
Fue en la casa de Solís donde el joven músico Antonio Rodríguez Villar quedó prendado por la belleza de una señorita morocha de ojos verdes, hija de padres húngaros, que vivía cerca de 5 esquinas. El amor no era correspondido y ella sin saberlo sería la fuente de inspiración para la célebre chacarera La flor azul, cuya letra y música compuso Arnedo Gallo basándose en unos tonos que había esbozado Rodríguez Villar.
Otra canción, que tuvo que ver con una mujer, es la zamba La amanecida, aunque en este caso fue por una niña. En un cumpleaños de la hija de Hamlet Lima Quintana, la pequeña homenajeada se puso a llorar desconsoladamente y como no encontraban la manera de calmarla, Arnedo Gallo le prometió, que si no lloraba, le tocaría una zamba en el piano. Cuando el músico comenzó a hacer sonar las teclas,la niña se calmó. Varios meses después Hamlet le dijo que le había hecho una letra a la zamba que él había tocado en su casa, y como el músico santiagueño no la recordaba, le repitió en el piano una melodía que con un poco de trabajo se convirtió en la zamba La amanecida.
Junto a Hamlet Lima Quintana y a Antonio Rodríguez Villar formaron el grupo Los musiqueros, también tuvieron otro conjunto llamado Los mandingas. Mario Arnedo Gallo perteneció a una generación que transformó el folklore. Sus composiciones son apreciadas por el público y por los más destacados intérpretes. Las letras y las melodías evocan tiempos y paisajes lejanos, y hasta la triste suerte de algún amor no correspondido en las calles de Hurlingham.
La flor azul
Chacarera. Música y letra: Mario Arnedo Gallo
Qué solo me voy quedando
mi viejo tunal
sintiendo cantar el río
para el carnaval.
Chacarera. Música y letra: Mario Arnedo Gallo
Qué solo me voy quedando
mi viejo tunal
sintiendo cantar el río
para el carnaval.
Me acompaña la esperanza
en la soledad
cuando silba el
"huairamuyoj"
por el salitral.
en la soledad
cuando silba el
"huairamuyoj"
por el salitral.
Árbol fuiste bien coposo
¡pobre corazón!
árbol que quedó sin hojas
sin nidos ni amor.
¡pobre corazón!
árbol que quedó sin hojas
sin nidos ni amor.
Dile, dile, chacarera
a esa flor azul
que de noche yo la busco
por la Cruz del Sur.
Dile, dile, chacarera
de este mi penar
que vidala se me vuelve
para el carnaval.
a esa flor azul
que de noche yo la busco
por la Cruz del Sur.
Dile, dile, chacarera
de este mi penar
que vidala se me vuelve
para el carnaval.
Esa pena enamorada
pena sin cesar
buscando volverse coplas
pa' hacerme llorar
pena sin cesar
buscando volverse coplas
pa' hacerme llorar
¡Amalhaya! con la suerte
que a mí me ha tocao:
cantar por cantar, cantando
sin ser escuchao.
que a mí me ha tocao:
cantar por cantar, cantando
sin ser escuchao.
Cuando recuerdo sus ojos
de dulce mirar,
me acomodo con mi perro
solito a pitar.
de dulce mirar,
me acomodo con mi perro
solito a pitar.
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