Por Guillermo do Santos Coelho
Lo llamaron “barco fantasma” porque su último trayecto sólo se explicaba con la mediación de algún espíritu. O de la divina providencia. Hace 25 años, el Marcelina de Ciriza abandonó el anonimato del puerto de Mar del Plata e irrumpió en la vida de locales y turistas en un último -y épico- viaje. Los marplatenses lo adoptaron con gusto y se incorporó al paisaje durante años, hasta que el mar lo venció con la ayuda del tiempo.
Ocurrió el jueves 20 de junio de 1991. El Marcelina de Ciriza era una mole de casi 90 metros de eslora, un buque semifactoría que había conocido tiempos mejores –procesamiento de pesca a bordo, casi 40 tripulantes- y estaba desde hacía más de una década abandonado en el puerto de Mar del Plata.
Cuando ese día cayó sobre Mar del Plata uno de los peorestemporales que se recuerden, el barco tenía sólo cuatro habitantes: Saúl Angel, un sereno, y sus tres perros. La tormenta, con vientos huracanados, dejó un saldo de cuatro muertos y unos 50 heridos.
En lo peor del temporal, Angel llegó a escuchar que se cortaban las amarras del barco. Como lo dejaron sus 60 años, saltó al espigón 7 antes de que el Marcelina de Ciriza emprendiera su último viaje. Junto con él saltó uno de los perros que lo acompañaban en las noches heladas.
Arriesgado aún para pilotos avezados, el barco empezó a navegar sin timón, sin máquinas y sin tripulación. De alguna manera,embocó sin mayores problemas la desembocadura entre las escolleras Norte, la de Playa Grande, y Sur, la del Cristo. Rozó apenas la punta rocosa de la primera y salió a un mar con olas de diez metros de altura.
Bordeando la costa hacia el norte, el Marcelina de Ciriza navegó 15 kilómetros en esa tormenta de locos, eludiendo los dientes de las rocas y las aguas tremendas del Cabo Corrientes, zona que casi todos los pescadores trataban de evitar aún con tiempo calmo.
El viaje parecía algo imposible hasta para los más intrépidos. Pero el Marcelina de Ciriza se guardaba una carta final. Como si hubiera elegido una ubicación preferencial, finalmente quedó encallado a menos de 100 metros de la costa, a la altura de la avenida Constitución.
Sin tripulación a bordo, ninguna vida humana quedó en riesgo, aunque algunos testigos aseguraron que horas después se escuchaban ladridos desde el casco semihundido. La leyenda de que alguno de los perros del sereno navegó sobre el barco ese trayecto infernal nunca fue confirmada ni desmentida. Si así fue, su destino se perdió en el mar.

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