Reconocida por las instalaciones que venían realizando desde la década del 60, la pareja de artistas compuesta por la marroquí Jeanne-Claude y Christo se había especializado en obras de gran escala, las cuales atravesaban temáticas medioambientales y urbanas.
Pero desde la muerte de su esposa en 2009 por complicaciones resultantes de un aneurisma,el artista estadounidense de origen búlgaro no había vuelto al escenario público. Su silencio performático finalmente llegó a su fin con la puesta en marcha de la instalación Muelles flotantes (The Floating Piers), una pasarela de casi 3 kilómetros de largo que se extiende sobre el Lago Iseo, en Italia, que permite a los visitantes una experiencia singular como es caminar sobre el agua.
La estructura flotante, que comunica la ciudad costera de Sulzano con dos islas contiguas, se inauguró el 18 de junio pasado, y estará abierta al público hasta el 3 de julio. Las autoridades estiman una concurrencia diaria de cerca de 40 mil personas por día, con lo cual estiman que más de 600 mil personas eventualmente recorrerán la pasarela.
El desafío más complicado del primer proyecto solista de Christo en más de 50 años fue cómo materializar su idea de base. En principio intentó utilizar los módulos comerciales que se utilizan para muelles temporales flotantes, los cuales se hacen con polietileno y otros materiales. Para esto hizo una prueba piloto en 2014 en un lago en Alemania, pero las piezas resultaron ser demasiados pequeñas, y hubo que implementar otra solución.
Ante la falta de oferta, el artista y su equipo decidieron fabricar módulos de alta densidad, un 20% más grandes y con mayor capacidad de resistencia al hundimiento que los que se encuentran en el mercado. Hubo que hacer 220 mil piezas para cubrir los 70 mil metros cuadrados que componen la totalidad de la obra.
El proceso de obra demandó 22 meses, un poco menos que dos años, y consistió en unir los módulos entre sí mediante bulones de gran escala, un proceso que se hizo por partes en tierra firme. A partir de ahí, se fueron trasladando estos tramos hacia el lago donde se los iba fijando a una serie de "anclas" de hormigón de 5 toneladas y media cada una, las cuales estaban dispuestas sobre el lecho del lago. Durante todo este tiempo, los operarios debieron trabajar en turnos continuos de dos semanas de actividad y una de descanso, de forma similar a cómo se trabaja en una planta petrolera.
Una vez dispuesta y armada la pasarela, se procedió a revestirla con un recubrimiento de nylon. Este proceso contribuyó a disminuir la cantidad de agua que se juntaba en la superficie, una instancia necesaria para evitar resbalones y lastimaduras. Pero no es completamente impermeable, y el agua se cuela en pequeñas cantidades y hace que la "piel" mute de color, lo cual contribuye a generar nuevos efectos. "Cuando se moja, la superficie toma un color rojizo, y cuando está seco, queda amarillo", explica el artista.
Si bien la intención original de Christo era que la instalación estuviese montada un año, los módulos no fueron diseñados para aguantar tanto tiempo en el agua. Finalmente serán solo dos semanas, un tiempo relativamente exiguo para una obra que demandó tanto tiempo y mano de obra (se emplearon alrededor de 700 operarios), y que brinda una experiencia singular. "Es muy sexy, se siente como una caminata que se expande en todas las direcciones", completa el artista.
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