Por Osvaldo Pepe
“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Conocido refrán de origen impreciso, atribuido a Tomás de Iriarte, poeta, escritor y fabulista español del siglo XVIII. Sin embargo, en su fábula literaria “La mona”, escribió: “El refrán lo dice así;/yo también lo diré aquí,/y con eso lo verán/en fábula y en refrán …/ de donde se infiere que no es el autor original. Más allá del verdadero origen, la frase resuena desde tiempos inmemoriales y se retransmite de generación en generación.
Cristina Kirchner se vuelve más atrevida y belicosa cuando su astucia, su sigilo y su instinto la llevan a aceptar como inexorable un destino judicial negro. Es como una leona en alerta que percibe en el aire de la selva el olor inconfundible del peligro. Por primera vez, la Justicia, no ya los medios, por decisión del juez Ercolini, sospecha que formó parte de una organización que montó “un plan sistemático” de saqueo del Estado mediante concesiones irregulares de la obra pública en beneficio mayoritario de su socio Lázaro Báez.
Entre su pensión como ex presidenta y la del fallecido Néstor Kirchner cobra un neto de bolsillo de $ 210.780 al mes. Se desconoce si dona algo de esa suma para saciar “el hambre” en la sociedad que denunció en un plenario de delegados de ATE Capital. Sobre el resto de sus bienes tiene una doble inhibición judicial. No puede disponer, entre otros, de sus cuatro casas en Río Gallegos, su residencia y cinco terrenos en El Calafate, sus 12 departamentos (repartidos entre el Sur y Buenos Aires), tres sociedades hoteleras y empresas inmobiliarias bajo sospecha judicial, cocheras en Puerto Madero y plazos fijos por casi $ 40 millones. Había llegado a la Casa Rosada, como primera dama y senadora, con un patrimonio de $ 7.028.378. Le fue bien.
El enojo, o el miedo, la acechan y como buena felina acorralada viene de repartir zarpazos a Macri, los medios y la inseguridad, además de dar una clase de zoología política. Aseguró que en el Gobierno cohabitan “monos y gorilas” y estableció diferencias entre ellos, una antojadiza parábola que sin la genuflexión del auditorio de los días de vino y rosas rozó el ridículo. En confianza, ¿a qué meterse con monos y gorilas, si ya tiene su estilo leonino? Pero lo hizo: aquéllos, aseguró, son “aspiracionistas”: quieren ser como los gorilas “porque se identifican con la clase alta … si les conocés la historia a esos monos, vas a descubrir que hicieron su fortuna con los gobiernos nacionales y populares”. Una monada: nadie le había pedido tanta sinceridad sobre ella misma. Quedó como la mona. Y no vestida de seda, precisamente.
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