Uno de los mayores errores que podrían haber cometido quienes estaban en contra del aborto libre en la Argentina, fue plantearlo como una guerra de caballeros que, en vez de argumentos contundentes, combativos y filosos como espadas, llevaron globitos. Se entusiasmaron con los modos de hacer política del oficialismo y creyeron que con la democracia sobraba para salvar niños. Se equivocaron, la democracia es un sistema matemático de mayorías y minorías al que la verdad le importa un cuerno.
Lo dijimos. Lo que más nos dolería, no era perder la votación de un sistema en el que no creemos, sino ver cómo los partidarios de la muerte se abrazarían emocionados después de que triunfase su posición en la Cámara de Diputados. En los debates, algunos aborteros se animaron a mostrarlo como una opción terrible de algunas mujeres, como un hecho fatídico que traería enormes traumas a las se decidieran por esta solución de lesa humanidad. ¿A qué tanta alegría si al final de cuentas festejaban la muerte lisa y llana?
Ha quedado expedito el camino para presionar al Senado para que apruebe sin más trámites este primer paso en la legalización del aborto. Sin ánimos de dar ideas, porque ya dan vueltas por todas partes, los próximos pasos serán obligar a las escuelas, incluso a las confesionales a que enseñen, obligatoriamente a sus alumnas, que el aborto es una opción legal a la que pueden y deben recurrir cuando un embarazo las moleste. También podrían constreñir a los médicos a que no presenten objeciones de conciencia frente a la posibilidad de realizar una operación de este tipo, porque sería visto como abandono de persona. Si se trata de una práctica legal, ¿qué tanto puede una religión, que acepta la democracia como una regla de conducta, oponerse a que sus seguidores practiquen un aborto?
Quienes defendieron a los niños desde la concepción, evitaron también esa palabra “niños” y se concentraron en la más genérica “vida”, como si un hombre valiera lo mismo que un piojo, una pulga, una cucaracha, que también quieren vivir, qué tanto.
Los estúpidos católicos que sostenían que les daba lo mismo, porque “total, las que quieran hacerse un aborto lo harán y quienes no, lo evitarán”, fueron aún peores que los cruzados de globos de colores, pobres imitadores del macrismo. La ley terminará colándose en sus hogares de las formas más insidiosas. Bombardearán a las hijas por todos los medios, explicándoles que deben tener relaciones con la mayor cantidad de hombres posibles, total, hay una solución de última hora disponible. Y se lo dirán desde el jardín de infantes, con una insistencia más machacona que la tabla del 2, para que no les quede duda de que todo lo que le digan sus padres en la casa es mentira.
Aunque lo peor está por venir, en una Argentina que ha perdido el rumbo, sólo nos queda rezar, encomendarlos a la Virgen y a los santos, para seguir con la prédica de siempre. Nunca hay más certeza en el triunfo que cuando se está sumido en la peor de las derrotas.
©Juan Manuel Aragón
NENE
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