Por Osvaldo Pepe
Lanata planteó el tema “Cristina presa”, el sábado, en las páginas de Clarín. Ella potenció la cuestión ante corresponsales extranjeros y se victimizó: “En este país ser peronista no es gratis”. Es cierto: ella le salió demasiado cara al peronismo y al país todo. Carísima. Los “pibes para la liberación” acaso no fueron sólo obedientes vocingleros en actos políticos guionados. Quizá, además, hayan sido un desafinado coro premonitorio con aquello de “si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”. Diana Conti, una estalinista de manual, adjudicó esa posibilidad a que “los factores de poder” podrían forzar a jueces y fiscales a enrejar a la ex presidenta por actos de corrupción que estallan a los ojos de una sociedad pasmada por las fortunas del alto mando K acumuladas en 12 años (Pág. 6). Lo de Conti no fue un lamento, sino una advertencia: Cristina en prisión “traería un reclamo popular muy fuerte”, según cree.
Los intelectuales K, que con el gobierno de Menem suscribían la hipótesis del “robo para la corona”, ahora alimentan sus coartadas bajo el disimulo de una epidemia de “lobos solitarios”, delincuentes sueltos como José López, Lázaro Báez o Daniel Muñoz, el fallecido secretario privado de Néstor Kirchner, a quienes parece que se les dio por meter desesperada mano en las arcas del Estado de puro desmadrados, nomás, y no como engranajes de un plan de saqueo sistemático y organizado del erario.
Los “factores de poder” que denunció Conti, sobre todo los de la Justicia, son los que ponen esmero en observar, como debe ser, los procedimientos y los tiempos. En ese sentido, cuidan a Cristina más que la persiguen. Los indicios contra la ex presidenta surgen abrumadores. Los jueces de esas causas perciben que el patrimonio familiar tiene clara procedencia ilícita. “Sobran las evidencias, falta construir las pruebas”, dicen. Acompañan los tiempos políticos. Jueces y fiscales van paso a paso. Son más pacientes tortugas, que intrépidas liebres. Todos sabemos el final de la fábula. La pregunta del millón es ¿están preparados la sociedad y el sistema político para que Cristina vaya presa? Los golpes de Estado dejaron de ser un fantasma para el país cuando Alfonsín ordenó juzgar a los genocidas que aún se pudren en la cárcel. Quizá el cáncer de la corrupción necesite un “Nunca más” de ese tono aleccionador.
La ex presidenta ni siquiera dudó en usar a su hija como escudo para eludir el bloqueo judicial a su patrimonio. Está procesada y con sus bienes y cuentas bancarias inhibidas. El peronismo ya no la quiere como jefa. Su bancarrota es moral y política. Sólo tiene plata. Muchísima. Resiste como guerrera salvaje que es: extraviada su decencia, sólo le queda cuidar su bolsillo.
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