El autor de esta nota, es el periodista Eddie Consalvo, fallecido en Buenos Aires en los primeros días de enero del presente año. Eddie tuvo una activa militancia en la profesión. Junto con Juan José Lujambio escribió en la decada del 60 el “Futbol Libro Gillette”. Promovió la reaparición de las revistas “Asi es Boca”, y “Antena”. Fue Secretario de Redacción de “7 días” y concluyó su labor como productor de Telefé, donde se destacó en la realización del programa “Siglo XX Cambalache” conducido por Fernando Bravo y Teté Coustarot. Su última labor fue la de compartir con el relator Walter Saavedra el libro “Pelotas Chicas, Pelotas Grandes” un libro que rescata momentos perdidos en el tiempo del futbol argentino. Sirva esta entrega de cariñosa y emotiva recordación a su memoria
EL SINO TRÁGICO DE UN NEGRO Y UNA RUBIA
Había nacido en un suburbio de Caracas. Llegó a Buenos Aires en la última semana de abril de 1952. Sin demasiados antecedentes se decía boxeador y se arrimó al gimnasio del Royal Boxing Club, en donde se entrenaban la mayoría de los profesionales en actividad del ámbito porteño. Allí mostró que además de su juventud y entusiasmo lucía un físico admirable, era un negro escultural, de agilidad felina y músculos fibrosos.
Para el 24 de mayo lo hicieron debutar en el Luna Park enfrentando al Rompehuesos Rafael Merentino. El boxeador argentino le dio una soberana paliza y le ganó por nocaut en tres rounds.
El venezolano Ernesto Jackson no pudo mostrar demasiadas actitudes. Solo llamo la atención ese cuerpo que parecía esculpido en ébano y su plasticidad atlética.
Jackson se había alojado en una pensión de Lavalle y Maipú y se hizo paseante habitué del centro de la ciudad. Con la bolsa de su pelea con Merentino se compró buena ropa: un traje de gabardina gris noche, sobretodo negro, un sombrero gardeliano, zapatos negros con taquito militar, camisas y corbatas de seda y un bastón de caña. El simpático negrito se convirtió rápidamente en una figura popular, en una especie de dandy del centro porteño.
Su asistencia perfecta al gimnasio y los progresos demostrados le dieron otra oportunidad en el Palacio de los deportes, de Corrientes y Bouchard. El 19 de julio subió al legendario ring para enfrentar al veterano Kid Cachetada. Fueron doce rounds sin demasiada violencia ni lucha encarnizada y el fallo de los jurados premio al pugilista venezolano. Fue una victoria que prestigió a Jackson, el mendocino Kid Cachetada era un boxeador muy experimentado y solía sorprender a los mejores medianos del momento con su boxeo enmarañado y eficaz.
En sus paseos por la calle Florida, el elegante Jackson descubrió en la Franco-Inglesa a una vendedora delgada, alta, rubia que le pareció hermosa.
Una tarde se paró en la puerta del negocio con un ramo de tulipanes naranjas. Cuando la rubia salió la persiguió por la calle Florida, ofreciéndole las flores. Se subió detrás de ella a un colectivo, luego a otro y cuarenta y cinco minutos más tarde la siguió caminando por una modesta calle de Avellaneda. Finalmente la muchacha aceptó los tulipanes y accedió que al día siguiente tomaran un café.
Ernesto Jackson, prontamente se sintió enamorado y una semana más tarde ya visitó la casa paterna de la atractiva rubia.
Viajó a Mar del Plata en donde combatió, el 27 de septiembre, con el local Tito Yanni sobre el ring del estadio Bristol. Yanni le ganó claramente por puntos en diez asaltos. Pero la pelea le sirvió al púgil visitante para guardar algunos pesos con vistas al casamiento.
El 4 de octubre fue requerido para enfrentar en San Juan al ídolo local Miguel Rodríguez, volvió a perder por puntos y con ese dinero dio el anticipo para la compra de un juego de dormitorio. Ya estaba decidido, los padres de la novia les facilitarían una pieza en la casa de Avellaneda, hasta que los muchachos pudieran alquilarse un departamento. Fijaron fecha de casamiento para el 2 de noviembre de 1952, en una iglesias vecina a la casa de la novia y el matrimonio civil para el viernes 1 de noviembre.
Para ese día, el primero del mes de noviembre. A Jackson le salió una pelea, En el Lomas Park de Lomas de Zamora, frente a JoséEspinaca Pons, un flaco de respetable derecha ganador de veinte peleas, con una sola derrota.
La novia y los futuros suegros trataron de convencerlo que era una locura subir a un ring la noche de su casamiento. Pero el joven no atendió razones. En horas del mediodía se casó en el registro civil de Avellaneda y por la noche se fue a Lomas de Zamora a intercambiar golpes con Espinaca Pons.
- Es bueno que me gane unos pesos para comprar algunas botellas de sidra y sanwichitos de miga para hacer un festejo aceptable.
El Lomas Park. estaba repleto de público, un gentío bullicioso y hasta agresivo.
La pelea arrancó lenta. Pons arrojaba golpes largos, mientras el negro parecía empeñado en estudiar a su rival. Su labor defensiva y demasiado expectante fue exasperando al público. Hubo algún grito de “¡Negro, cagón!” y algún ruidoso abucheo.
Al llegar al sexto round una muy anunciada derecha de Espinaca llegó a la cara de Jackson y el negro sin respuesta física cayó sentado en el centro del ring. Es verdad Pons tenía fama de noqueador pero el golpe aplicado no parecía llevar tanta potencia.
Jackson se quedó sentado por toda la cuenta y el público reaccionó en forma violenta:”¡Tongo!”,”¡Tongo!”,gritaron mientras arrojaban una lluvia de monedas y algún otro objeto sobre el ring.
Una moneda lastimó el párpado izquierdo del boxeador venezolano, que al sentirse herido se acostó sobre la lona tomándose la cabeza con sus manos enguantadas .Esto enfureció más al público que supuso que el morocho se estaba burlando y algunos exaltados se treparon al ring, descargaron golpes en los brazos, en las piernas, en el cuerpo del boxeador. Hasta que un energúmeno le aplicó un violento puntapié en la cabeza.
Fue inmediato. el cuerpo de Jackson se estiró sobre el tapiz como si hubiera recibido una descarga eléctrica y de inmediato se puso flácido, como si estuviera relleno de aserrín..
Horas mas tarde falleció en un hospital de Lomas de Zamora.
La rubia vendedora de la Franco-Inglesa se quedó en su casita de Avellaneda a la espera de consumar su matrimonio con aquel hombre elegante, de físico atlético, y se convirtió en la viuda blanca del boxeador negro que en su andar por los rings de Argentina protagonizó cinco peleas, ganó una, perdió tres y una, la última, le llevó la vida por la barbarie irracional de algunos espectadores.
Recopilacion: Roberto Eduardo Vozza
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