A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

domingo, 29 de julio de 2012

DELFOR CABRERA, HACE 64 AÑOS GANABA EN LONDRES


Por Esteban Bekerman

Delfo Cabrera escribió una de las páginas más gloriosas del deporte argentino
Fue  un 7 de agosto de 1948. Ese día, Delfo Cabrera escribió una de las páginas más gloriosas del deporte argentino, imponiéndose en los Juegos de Londres en la misma prueba atlética en la que exactamente 16 años antes, un 7 de agosto de 1932, su ídolo, Juan Carlos Zabala (“Zabalita”), triunfara en los Olímpicos de 1932 en Los Angeles.
Aquella era la primera vez que aquel desgarbado santafesino de Armstrong, localidad en la que había nacido un 2 de abril de 1919, corría una maratón. Sin embargo, Cabrera pudo sobrellevar ese y otros contratiempos característicos de los deportistas argentinos amateur, y con un sprint final impresionante terminó dejando atrás al belga Etienne Gailly, su principal competidor, y alzándose con el primer puesto al cabo de 2 horas, 24 minutos, 51 segundos y 4 centésimas.
Atento a los consejos de su coach, Francisco Mura, el mismo que unos 14 años antes le había aconsejado tras una carrera en Rosario bajar a la Capital para entrenarlo en San Lorenzo, aquel histórico día Cabrera no se preocupó demasiado por tomar el liderazgo en la clasificación sino hasta el final de la carrera. Incluso, entró al estadio de Wembley segundo, a unos metros de Gailly.
Todo, sin embargo, cambió rotundamente allí, en el colosal templo británico, donde los 70.000 espectadores que aguardaban el final de la competencia aplaudieron a rabiar el excelente finale de aquel héroe argentino con aspecto de poca cosa, de estatura más bien baja y bigote tupido, que en la Argentina debía arreglarse con un sueldo como bombero de la Policía Federal.
Cabrera había llegado a la capital inglesa en condiciones que distaban mucho de ser los mejores, casi sin más entrenamientos que los que había hecho en la misma cubierta del “Vapor Brasil” y durmiendo durante tres semanas en el sector menos cómodo de esa embarcación, adonde iban los deportistas de menores recursos como atletas y boxeadores.
Para colmo, Londres era en esos momentos una ciudad devastada por la Segunda Guerra Mundial, por lo que la comida no era abundante y al comienzo la delegación atlética debió alojarse en edificios del Ejército británico por estar excedida la capacidad de la Villa Olímpica.
SUS SECRETOS
Lo que no sabían sus rivales era que Cabrera estaba acostumbrado desde muy joven a lidiar con todo tipo de privaciones. Y allí estuvo uno de los secretos para que se impusiera a rivales con físicos y apoyos muy superiores: en esa infancia transcurrida en la humilde casa ubicada sobre el hace algunos años denominado “Boulevard Delfo Cabrera”, que para él y todos en Armstrong era el “Boulevard Leones” en aquella lejana década del ‘20.
Cuarto de seis hijos, el pequeño Delfo tuvo que salir rápidamente a trabajar debido a la temprana muerte de su padre. Así, fue ladrillero y recolector de maiz, tareas en las que comenzó a desarrollar su físico de un modo que más adelante le sería muy útil en la actividad deportiva.
En realidad, más que en sus trabajos en sí este otro secreto de Cabrera para llegar a ser lo que fue radicaba en el modo en que retornaba a su casa tras cumplirlos: corriendo, siempre corriendo, según algunos porque no le gustaba hacerlo a caballo y en la zona no había transporte público. Aunque seguro también por esa pasión por el atletismo que ya empezaba a despuntar en él.
Cuentan incluso que, siendo un joven de 13 años y tras enterarse del triunfo de Zabala en Los Angeles, Cabrera solía decirle a su mamá “mire cuando su hijo sea un Zabalita...”. También, se dice que la madre no se lo tomaba en serio. Pero él sí: por dentro, una potente fuerza motora le decía que podía, que no debía dejarse abatir por sus problemas y que lo importante era buscar la concreción de aquel sueño que ya se convertía en obsesión.
A ello, entonces, se abocó Delfo Cabrera con alma y vida primero en Armstrong, luego en Rosario y otras ciudades santafesinas y finalmente en Buenos Aires, adonde llegó con 18 años para ponerse a las órdenes de Mura en San Lorenzo. Y en esa fuerza de voluntad, en definitiva, terminó acaso residiendo su mayor secreto para lograr en Londres lo que ningún otro atleta argentino lograría de allí en más.
PERONISTA HASTA LA MÉDULA
Tras su espectacular victoria en la maratón, Cabrera tuvo su merecido reconocimiento. Por empezar, le ofrecieron volverse en primera clase del barco, a lo que se negó por una cuestión de orgullo y de fidelidad hacia quienes habían compartido con él la ida.
Una vez de regreso en Buenos Aires, el gobierno peronista le regaló una casa y fue ascendido a cabo en la Policía. También a partir de entonces cultivó una gran relación con el presidente Perón y con Evita, quienes en ese mismo 1948 fueron padrinos de bautismo de su hija en una ceremonia a la que asistió también el entonces presidente de la Cámara de Diputados, Héctor Cámpora.
El 17 de octubre de 1949, Cabrera recibió la famosa Medalla Peronista al mérito deportivo en la Plaza de Mayo. Fue, acaso, la distinción que más orgullo deparó a este atleta que tuvo tiempo para agregar varios logros más a su currículum, como un sexto lugar en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952 y el título de campeón en los Juegos Panamericanos de 1951 que obtuvo en cancha de River.
Derrocado en 1955 el régimen de Perón por la Revolución Libertadora, su condición de peronista acérrimo le deparó varios sinsabores, como quedarse sin trabajo en la Policía y ser casi proscripto como atleta. Por un tiempo, incluso, debió arreglárselas trabajando de “pinchapapeles” en el Jardín Botánico.
Finalmente, sus ganas de transmitir su experiencia y sus conocimientos pudieron más: aprovechando que se le había permitido hacer el profesorado de Educación Física pese a no tener título secundario, comenzó a ejercer la docencia en distintas escuelas y clubes. Además, fue dirigente deportivo, función en la que llegó a presidir el Comité Olímpico Argentino.
Tenía sólo 62 años y mucho aún para dar cuando, en la mañana del domingo 2 de agosto de 1981, un accidente automovilístico le tronchó la vida, cuando volvía de recibir en Lincoln uno de los tantos homenajes que le hicieron en pueblos del interior. En 1989, el correspondiente juicio confirmó como culpable del hecho a un militar. Otra jugarreta del destino para un hombre que, pese a todo, nunca se había dado por derrotado antes de tiempo.

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