Por Juan Manuel Aragon
Un invento santiagueño fenomenal es el horno móvil, contribución que la gastronomía ha hecho a la industria: un vehículo que revolucionó la empanada santiagueña. Se trata de instalar un horno de barro de una sola boca encima de una plataforma que es un carrito. Luego se lo engancha a un auto, a una camioneta y está listo para ser trasladado dondequiera que haya un partido de fútbol, una festiferia, una esquina estratégica de la ciudad y hasta fiestas de particulares para que alegren la entrada de una cena con sus empanadas recién salidas del horno.
Un invento santiagueño fenomenal es el horno móvil, contribución que la gastronomía ha hecho a la industria: un vehículo que revolucionó la empanada santiagueña. Se trata de instalar un horno de barro de una sola boca encima de una plataforma que es un carrito. Luego se lo engancha a un auto, a una camioneta y está listo para ser trasladado dondequiera que haya un partido de fútbol, una festiferia, una esquina estratégica de la ciudad y hasta fiestas de particulares para que alegren la entrada de una cena con sus empanadas recién salidas del horno.
Llegaron hace unos 20 ó 25 años. A los primeros se los miraba con curiosidad y mucha envidia. ¿Un horno móvil de barro?, preguntaban todos. Y salían disparando a ver cómo era. Y se topaban con no era nada del otro mundo.
Es como el matambre a la pizza. A uno se le debe haber ocurrido primero, después vinieron todos los demás. ¿Cómo es¿ Fácil, matambre asado a las brasas y cuando se está terminando de hacer, arriba se le pone salsa y queso. ¿Eso es todo? Sí, doña, eso es todo, mire qué sencillo.
La cocina no se revoluciona con los platos que se sirven en los grandes restaurantes con chef internacionales sino en los humildes fogones de las casas de los vecinos más desamparados.
Hasta la invención del horno móvil, el carrito del fabricante de sánguches de milanesa era el antepenúltimo grito de la moda en eso de acercar la comida a los lugares que va la gente. El penúltimo -tampoco ideado en Santiago- es el chico de la moto. Es básicamente, un número de teléfono al que se habla de apuro cuando han llegado visitas para pedirle que le manden pizzas, empanadas o cualquier otra cosa. Y en menos de cinco minutos, el muchacho está en la puerta, tocando el timbre, con la comida calentita en una mano y el papel de la cuenta en la otra, ¡qué maravilla!
Más o menos al mismo tiempo llegó el horno móvil, una idea que prendió en seguida, de tal forma que muchos se preguntan, “che, por qué no se me ocurrió a mí”.
Respuesta, porque el ingenio popular nace en los barrios más humildes, adonde se cuece la historia grande de la provincia. Y no en otra parte.
Ahogando las penas. En Maquijata.
juanaragon.blogspot.com
Si alguno de estos hornos moviles vinieran para la costa a vender empanadas en la playa se llenan de plata. ya les avise.
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