Esto ocurre en la Argentina con una presidente llamada Cristina Fernandez de Kirchner. Una mujer soberbia y llena de odio. En su casa, que es rosada y prestada, tiene su espejo, al que consulta permanentemente sobre su popularidad, sobre su belleza, nunca sobre su gestión de gobierno. Para ella todo esta bien. Se niega a mirar en el espejo la realidad.
Sufre cuando su cara ahora no luce igual como de costumbre, parece que el correr de los años le están haciendo daño, amen de los problemas que florecen día a día y que ella se niega a aceptar. Su rostro hoy luce mas hinchado, algunos kilos mas, algunos zurcos por el borde de los labios, algunas arrugas por la frente que la cirugía intenta disimular...el cabello, haciéndose mas fino, mas escaso.
Pero además del espejito estaban sus bufones. Viejos y jóvenes. Que la idolatraban, que a todo le decían esta muy bien. Eran los fogoneros del odio y la soberbia.
Una vez mas la ciudadania autoconvocada desde las redes sociales hará escuchar su voz sacando a la superficie el estado de crispación que la actuación del gobierno provoca en amplios sectores de la sociedad. Como en la marcha del 13 de septiembre, se volverán a levantar las mismas banderas: inseguridad, corrupción, inflación, autoritarismo, clientelismo, pobreza...Deuda social que esta fuera de todo debate, pero en esta oportunidad, serán mas, muchos mas.
Su alfombra roja, de pronto, se lleno de espinas, que le impiden caminar con su aire de grandeza y beber las mieles del poder. Promesas incumplidas, un pueblo sometido a la humillacion, divorciada de gran parte de su gente y del mundo, que vuelven su imagen difusa en el espejo, al que ya no pregunta aquello de "espejito, espejito, quien es la mas linda del Reino". Hoy el espejo le devuelve la imagen de un pueblo que pide seguridad y que dejen de robar.
Una noche el tronar de miles de cacerolas la sobresalto. En el espejo vio unas imagenes que jamas imagino y escucho el canto de un pueblo que era una maldición. Hoy dicen que al espejo mando a tapar.

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