(EL CASO DE ELIAN PREGNO, BECADO, SIN EUROS E
INVITADO A COMPRAR BLUE)
Señora Presidenta de la
nación argentina, Cristina Fernández:
Si
bien no soy una persona tan ocupada como usted, no es baladí apuntar que
tampoco me sobra el tiempo.
En
atención a ello, y a que no es mi estilo incurrir en falsificaciones, ahorraré
en fórmulas protocolares que describen presuntos estados anímicos, en
apariencia, tributarios del mero hecho de dirigirle una esquela. Asimismo, temo
que la destemplanza espiritual que por estos días me asalta impídame observar
el trato respetuoso que su investidura impone.
Concluyo
este breve introito haciendo notar que inscribo la presente como una cabal
materialización del legítimo ejercicio de un derecho, cual es el de peticionar
a las autoridades; sin embargo, advierto cierto funcionamiento paradojal en la
dinámica de esta misiva, toda vez que escribirla y hacérsela llegar informa mi
propio débito ciudadano, puesto que lo que me urge pedirle es: reflexión.
Por
si su grupo de colaboradores no le comentó mi caso, le cuento
que soy el muchacho al que ganar una beca le significó un problema; se lo
resumo sucintamente.
Mi
nombre es Elian Pregno, tengo 32 años de edad y soy abogado, no exitoso pero sí
apasionado con la vocación que desde muy temprano me abrazó: la docencia,
aunque sé que se trata de un menester que no goza demasiado de su aprecio, a
juzgar por sus propias palabras hace poco menos de un año.
Promediando
2012, se me comunica que el Instituto Internacional de Sociología Jurídica (en
adelante, IISJ), había resuelto otorgarme una beca de residencia para una
estancia de investigación en la sede que la entidad tiene en Oñati, un bonito
pueblo de estética medieval situado en la provincia de Gipuzkoa, en el País
Vasco.
Quiero
poner énfasis en el prestigio de la institución anfitriona, en tanto y en
cuanto es un centro de referencia para la disciplina que allí se cultiva.
Las
condiciones de la adjudicación dejaban a salvo que el IISJ sólo correría con
los gastos de alojamiento, y que no estaban alcanzadas las erogaciones en
concepto de traslado y manutención; a esos efectos, se esclarecía que la beca
tendría una duración máxima de tres meses y debía desarrollarse entre
octubre de 2012 y marzo de 2013. En esa inteligencia, solicité —y obtuve—
para esos rubros, un subsidio de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Buenos Aires, donde me desempeño como investigador y profesor de grado y
posgrado, y así cumplir con el plan de investigación durante los dos primeros
meses del año en curso.
Conforme
las estipulaciones de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP),
esto es: con billete aéreo en mano y siete días antes del viaje, solicité a
través del sitio web de la agencia recaudadora la autorización pertinente para
la compra de moneda extranjera.
Inmediatamente
después, lucía al pie de la pantalla siguiente una leyenda: “Sr.
contribuyente: conforme a la información obrante en nuestras bases de datos, su
solicitud no es compatible con su capacidad contributiva”. Esa respuesta se
mantuvo hasta el día mismo de mi partida, el 15 de enero del corriente.
Fui
personalmente tres veces a la AFIP y redacté de puño y letra una nota al
titular del organismo, elevándole la totalidad de la documental que respaldaba
mi pretensión. Ninguna de las gestiones valieron para convertirme en un abogado
exitoso; de hecho, en el expediente administrativo que se inició con mi
presentación manual espontánea del 11 de enero de 2013, no ha recaído todavía
resolución alguna. Ironía burocrática mediante, además de sugerirme que
compre “lechuga”, me hicieron notar que mi pedido estaba muy próximo a la fecha
de embarque (?). ¡Cómo si de mi dependiese! En fin…
Hasta
aquí, los acontecimientos que, como podrá apreciar, la contradicen ampliamente
en cuanto a su declamada inexistencia del “cepo cambiario”.
El
devenir de los aconteceres, señora, suele ser muy poco afecto a la obediencia,
aunque la voz de mando sea la del más cruel de los tiranos. Ese, es un punto de
vista; en efecto, es el que usted sufre habitualmente al constatar la trágica
rebeldía en al que incurre la realidad frente a las órdenes que le imparte
desde su enmarfilada torre de control. Pero hay otro, también muy plausible, y
es el que sostengo desde hace un tiempo a esta parte: usted, señora, miente.
Miente
con descaro ante la mirada atónita de un mundo que no comprende la historia
pre-fabricada que usted trafica. Claro, tratándose de una mujer de poder, no le
cuesta hacerlo. Y qué cosa es el poder sino mentir, que los interlocutores
conozcan de la mendacidad de las palabras y, aún así, creerlas; más todavía, a
usted, señora, la aplauden y la vivan, aún cuando la bocanada se dirige a
infundir pavura en sus oyentes.
En
tanto, la mentira genera un efecto derrame hacia el conglomerado social que
vuelve en alucinación. La Argentina, señora, ha ingresado en un peligroso
estado de alucinación en el que se ve lo que no ocurre y se ciega ante lo que
sucede.
Ciertamente,
reconozco entre sus adláteres a concienzudos gramscianos, desde que han logrado
apoderarse de la intelectualidad para forjar un relato. Ese relato, señora,
edita el pasado para forzar el presente y asegurar el futuro.
Ese
efecto alucinógeno resulta alienante. Y sólo una nube de conciencias eclipsadas
explica que usted pase inadvertida ante gran parte de la sociedad.
El
estado de enajenación que usted promueve, señora, facilita la inercia ante el
gobierno más autoritario que haya conocido la recuperada democracia argentina.
Nunca
antes un Ministro de Justicia había quedado al borde del desacato sin sufrir
consecuencias. Nunca antes el Consejo de la Magistratura había menoscabado
tanto al Poder Judicial. Nunca antes se había desconocido al Presidente de la
Auditoría General de la Nación. Nunca antes habíamos tenido un uso notarial del
Parlamento. Nunca antes un Jefe de Gabinete había insultado a los miembros de
un Tribunal de Alzada. Nunca antes se había apañado el accionar violento de un
Secretario de Comercio. Nunca antes un Ministro de Planificación había
aplaudido a un Secretario de Transporte, responsable de tener ante sí 51
ataúdes. Nunca antes un Viceministro de Economía había menospreciado
públicamente la seguridad jurídica. Nunca antes habían desaparecido expedientes
de la Inspección General de Justicia que comprometiesen la transparencia
financiera del Vicepresidente de la Nación. Nunca antes el Presidente de la República
había amedrentado ciudadanos por Cadena Nacional.
¿Y
sabe qué es lo más grave, señora? Que hacerse “el compadrito” con quien no
puede defenderse es una canallada; es tan vil como si, por ejemplo, el primer
mandatario de un país visitase alguna de nuestras universidades —pongamos por
caso, la UNLaM— y ningunease a los estudiantes. Esa es una actitud patotera que
usted, señora, como yo y muchos más, seguramente reprobamos.
A
su tiempo, como los inviernos en Oñati son muy lluviosos, no me cuesta
despuntar el hábito de la escritura (también el de la lectura), pero no me
olvido del temita de los euros que su gobierno arbitrariamente no me vendió,
justamente por el cual molesto su amable atención. Retomo, entonces, el hilván.
Los
pocos dólares que pude reunir me alcanzaron para convertirlos en la suculenta
suma de ciento cincuenta y ocho euros (€ 158,00).
¿Qué le parece? Nada mal, ¿eh? Si no fuera porque con ellos debí ingeniármelas
para subsistir durante dos meses a unos quince mil kilómetros de mi casa. Le
confieso que, por momentos, la tesitura de su gobierno, autocrática y carente
de argumentos, me hizo pensar en desistir del emprendimiento. No le voy a
mentir, señora, cada vez que fantaseaba con la idea de estar en Europa, sin
dinero, experimentaba algún grado de inseguridad; “una sensación”, como usted y
los suyos gustan decir. Más pude reaccionar a tiempo y me vine igual, con esa
enjundiosa suma de dinero y mis tarjetas de crédito.
Ahora
bien, en torno a esto último, he pensado una serie de preguntas que quisiera
formularle. Las hago públicas con la intención de que alguien se las traslade,
en mi nombre, durante su próxima conferencia de prensa. Aquí van:
1)
Aunque la consulta en AFIP por la compra de euros haya sido electrónica, se
trata de un auténtico acto administrativo. ¿Puede usted explicarme, señora,
qué información obra en las bases de datos de la agencia de recaudación para
concluir sobre mi capacidad contributiva y denegarme la compra de moneda
extranjera? Coincidirá conmigo en que, como ciudadano, estoy en mi derecho
de conocer los datos almacenados respecto de mi persona, máxime cuando se apoya
en ellos para restringirme derechos.
2)
En mi caso, el día 21/12/2012 cobré un cheque en la sucursal Azcuénaga del
Banco Nación, librado a mi nombre por la Facultad de Derecho de la UBA (por
pudor, me reservo el monto, pero me permitía sobradamente acceder a las cifras
que requería), en concepto de subsidio. ¿Por qué razón, señora, la AFIP no
me vendió la cantidad de euros equivalente al monto del cartular?
3)
Si a la AFIP le constan mis ingresos (a esta altura del año, con aguinaldos y
premios) y, además, la transacción bancaria mediante la que se me pagó un
subsidio en concepto de “ayuda para viaje” —tal como lo indica el recibo—, pero
luego la oculta en la motivación del acto administrativo que me negó la compra
de euros. ¿No considera usted, señora, que incurre la administración en
desviación de poder?
4)
Si no tengo capacidad contributiva para adquirir moneda extranjera, ¿no le
parece contradictorio, señora, que luego me cobre un 15% más por pagar con
tarjeta de crédito en el exterior, máxime si pude haberlo evitado comprando
los euros?
5)
Seré curioso, señora, pero el 15% extra que me cobrará la AFIP sobre los consumos
que haya realizado en el exterior y figuren en el resumen de mi tarjeta de
crédito, ¿qué naturaleza tiene? Supongo que no será impositiva, ¿verdad?
Pues, en ese caso, usted sabe, señora, que se viola el principio de legalidad
tributaria.
6)
El plus del 15% que AFIP me cobrará por contratar bienes y servicios en el
extranjero con tarjeta de crédito, ¿en concepto de qué es y cuál es la
contraprestación? Si no la tiene, señora, ¿no constituye un auténtico
enriquecimiento sin causa por parte del Estado?
7)
Quienes defienden esta medida sostienen que o es el “cepo cambiario” o es el
ajuste. Lo primero que se pone de manifiesto, señora, es que la están
contradiciendo. Hay “cepo cambiario”. Lo segundo, es que no alcanza a
distinguirse que el ajuste no se efectivice de todos modos; principalmente a
través de la inflación, la que usted se empeña en negar. En cualquier caso,
señora, seguramente se lo han preguntado muchas veces ya: la inflación, ¿es
la que marca el INDEC? Y si no es así y supera los 25 puntos, ¿cuándo
explota todo, conforme la escuchamos profetizar desde Harvard?
8)
En mi caso, la restricción cambiaria que usted defiende, afectó la libertad de
aprender. Lo que quiero saber, señora, es: aprender, ¿es un derecho humano?
9)
La posibilidad de capacitarse, y de hacerlo en instituciones de excelencia,
habilita luego la replicación en los procesos de enseñanza-aprendizaje de
nuestras universidades. ¿No le parece, señora, que es una oportunidad que
merece ser aprovechada?
10)
Por último, señora (y créame que tendría más, muchísimas más, para
preguntarle), ¿por qué interviene en el mercado oficial de divisas y hace
“la vista gorda” —por decirlo de algún modo— ante las cuantiosas sumas de
dinero que, a diario, cotizan en el mercado paralelo? Si usted, señora,
legitima la duplicación de mercado, aporta un inmejorable sustrato material
para argumentar, con fuerte capacidad de persuasión, que usted tiene un doble
discurso. De otra forma, ¿por qué razón, señora, no desmantela el negocio de
los que compran y venden euros, dólares, reales, a escasos metros de su
despacho?
Finalmente
ocurre, señora, que yo no voy a comprar “euro blue”. ¿Sabe por qué? Porque es
delito, señora, por eso, porque es delito y no voy a delinquir para oponerme a
su autoritarismo.
Y
entiéndaseme bien: no voy a cortar el hilo por lo más delgado cargando contra
el ciudadano que quiere descansar durante quince días al año y se encuentra con
que no le venden moneda extranjera. De ninguna manera. La que desprecia la
legalidad, tal vez por considerarla un producto burgués, es usted, señora.
Por
otra parte, esa estrategia, señora, la de ocupar todo el espacio (tal como lo
enuncia claramente su lema: “vamos por todo”), incluso al filo de la
ilegalidad, le permite “eliminar las alternativas”, pues ¿qué opciones le
quedan a quienes quieren “jugar” límpidamente en el sistema? Si se pasa a
la ilegalidad (y de eso la gente que la rodea sabe mucho) se acaba por
convalidar una metodología como la suya, apoyada en la confusión
estado-gobierno-partido.
Sin
embargo, a pesar de que pueda sonar animado, debo decir que, por momentos, ha
logrado quebrarme, señora. Tanto es así, que he decidido adelantar mi vuelta
por obvias razones: con las tarjetas de crédito puedo extraer dinero en
efectivo de los cajeros automáticos, pero sólo hasta un 20 % de mi límite
crediticio y abonándole a usted el plus del 15%. De modo que estaré en la
Argentina una semana antes de lo previsto, pero honrando todos y cada uno de
mis compromisos aquí; de hecho, como puede ver, le escribo desde Bolonia, pues
he dado hoy una conferencia en la Universidad de San Marino. Quédese tranquila,
señora, haré mi mejor esfuerzo para que mi país esté dignamente representado.
Sinceramente
espero no haberla distraído de sus quehaceres, señora; sólo me resta augurarle
éxitos en su singular responsabilidad, toda vez que su suerte es la mía y la de
un país que tiene conciencia, clara y distinta, de que una democracia sin
república se vuelve demagogia.
Atentamente.
Elian
Pregno
Uno de sus 40 millones de
mandanteselianpregno@yahoo.com.ar
(Especial
para Tribuna de Periodistas)
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