LA MARQUESINA DE "TOC-TOC" EN EL TEATRO CORRIENTES, PARA RECOMENDAR |
LA CENA Y UN CAFE SOBRE LA HORA DE CIERRE DE "LA FONTE". ERAN LA 1 DE UN MIERCOLES DE FEBRERO |
DISFRUTEN DE LO MEJOR DEL VERANO
Donde había un gran estacionamiento, de esos que hacen
falta en Mar del Plata, Carlitos Rotemberg construyo un nuevo teatro, el “Mar
del Plata”. Sencillo, pero moderno. Con alfombras bajo los pies y butacas demasiados juntas fila por
fila, cosa que entren más espectadores. Carlitos es Carlitos y muy seguramente
los encargados de la habilitación municipal miraron para otro lado. Total,
espectadores viejos y gordos y con bastón no deben ir demasiados.
LOS LETREROS “ESTRELLADOS”
Al costado de la puerta, como corresponde, carteles promocionales,
anunciando que la obra que se presenta fue distinguida con tres (3) “estrellas de mar”.
Aunque en otro cartel dice que fueron cuatro (4). Para mí, que la cuarta fue
una mención, obviamente muy merecida. Segual.
ADENTRO LO MEJOR
Acomodadoras jóvenes, pimpantes y que. el que hace de
gerente del teatro, llama ”mis sobrinas”,
te llevan como de la manito, te dan el
programa, reciben una propinita y te
dicen “que lo disfrute” con una linda
sonrisa.
Vale decir que la
cosa empieza muy bien. Cuando se inicia la función –agarrate catalina- lo mejor
que he visto en los últimos años, mas allá de la China (Zorrilla, claro), Alcon
con las “manos de Eurídice”, Julito Bocca dando sus saltitos y en la otra punta,
para el recuerdo, el tano Vittori y un negro que si podía; “El negro no puede” con el genio de Olmedo.
Pero volvamos a esta
noche maravillosa, de un febrero que se va sin pena y ninguna gloria. Mauricio Dayub un flaco increíble,
contorsionista como salido del Circo Du Soleil, un elenco de figuras, para el
gran público, desconocidas (ya que no son
onda Tinelinianos), te hacen
pasar dos horas de risa, emoción, sufrimiento, identificación con los actores y
ganas de pensar “¿yo no tendré también
una manía como esa?). Si a veces me descubro rascándome obsesivamente la
nariz sin que me pique.-
TERMINO LA TEMPORADA?
Mientras el tacho que nos llevó al teatro con mi amiga y
ex socia Rosita, nos contaba que se acabó la temporada, que ya empezaron las
clases (pero que no empezaron nada, con una huelguita docente como hacen los guardavidas, que se mandan su paro cuando
el sol calienta la arena, cosa armada para tener ventajas con sus patrones, la Municipalidad y a los balneorólogos (dueños
de las carpas y las sombrillas).Sorprendentemente, el teatro estaba a full, con colas de una cuadra para entrar y
las incomodas butacas llenas de
Trastes bienudos, pasajeros más de marzo que de febrero,
por la edad, ¿viste?.
No les puedo contar el desarrollo del espectáculo porque
seria decir que “el mayordomo era el
asesino”. Me odiarían.
Sí, estoy seguro que las tres Estrellas de Mar (¿o
son cuatro?) están muy bien puestas aunque a la gran Moria le dieran una. Tendrían
que haberle dado dos en atención a sus grandes atributos.
COMO CON HAMBRE, Y JUNANDO
A la salida del espectáculo que empezaba a las nueve de
la noche y ya eran pasadas las once, uno, que está en este queso desde “long time ago.” empezó a pensar donde
ir a comer caminando y con bastón a fines de febrero. Frescon, con un viento
cortante del lado del mar (que está ahí al toque).
Me acorde del
restaurant del Antártida, el hotel de la Marina, que tenía en la planta baja y
en la esquina de Luro y la costa un hermosísimo bar que se llamaba “O clock” y que le cambiaron el nombre
cuando la guerra de Malvinas, porque un
nombre inglés, a los jefes de la marina era como una piedra en los
dientes. Ahora se llama Orión (usaron la misma “O” del
letrero anterior para ahorrar unos manguitos).
El restaurant
funciona subiendo una escalerita como quien
camina hacia Entre Ríos. La puerta estaba cerrada como diciendo “llegaste
tarde vejete, tomatelas” pero adentro, detrás del vidrio ingles (a ese
no lo cambiaron), bastante gente ya en los postres, mientras se oía un show
folclórico a la gorra, sonando “A mi Tucumán querido”, “zamba de mi esperanza”
y por ahí “Happy verde to yu” dedicado a alguna mesa cumpleañera.
Como venía de ver
toc-toc hice toc-toc con el bastón sobre
el vidrio y apareció una damita maitre, que me dijo muy sonriente “ya
hemos cerrado pero como se molestó en llegar hasta aquí pasen igual”.
Mi palo de trakking que uso como bastón, hace maravillas. Con Rosita comimos
calamarettis, muy buenos crocantes. pero para mi gusto ya eran jóvenes
calamares. Igual se dejaban comer bárbaro.
Como gran plato, gran una cazuela de mariscos con
langostinos de verdad (no de telgopor) trocitos de calamar, vieiras adorables,
bichitos de mejillones, puntas de esparrago, (el chef debe ser de onda gallega,
ya que la cazuela a la italiana no los lleva),todo eso acompañado por un vino blanco secón y frappe.
Extrañado, el mozo
(que por la pinta, el tono de voz y el color de la piel debía ser santiagueño),
quiso traer agua mineral y Rosita le
dijo “no la traiga, además está muy fría
para lavarse las manos”.
SIN POSTRE, PERO EL VINO A GOGO
Comimos tan bien, repitiendo dos veces el plato colmado y la última
vez, calentada la cazuela en horno de microondas (el modernismo esta en todos
lados)
Ya no había lugar
para el postre de flan casero – según decía la carta – con dulce de leche y
crema chantillí. Lo reemplazamos con las últimas gotas del vino que estaba
sensacional.
A la hora del café, como está siendo habitual en todos
los restaurantes de Mar del Plata, el mozo nos dijo “lo lamento pero no servimos café”.Por esa razón luego de pagar una
cuenta no modesta, pero tampoco reventona (como la de algunos restoranes que se
hacen los finos con el precio de la adición,
pero que son un comedero que tranquilamente, podrían llamarse Mac Donald, o
Manolos), nos fuimos.
LA PEATONAL AL DESNUDO
Caminamos por Entre Ríos con viento frio de coté, hasta
la Peatonal. Extraña, oscura sin los refulgentes letreros luminosos que Pulti
hizo sacar por razones “de ecología visual”, casi vacía, con algunos
caminantes, (muchachones levantando volantes tirados en el suelo que, a lo
mejor, eran invitaciones gratuitas a boliches, o parecido), algunas insólitas
gitanas (no se cómo hacen para no tener frio) vendiendo curitas o si le das pie,
leyéndote las líneas de la mano.
Como antiguos que
somos, (y Rosita no se va a enojar), entramos a un café que recordábamos, pero
que no es más café, es una pizzería, (después de los mariscos no estábamos para
pizza) y seguimos, bastón, fresquete, algunos vendedores ambulantes hasta
Córdoba y San Martin. Ahí si una
Fonte que ya estaba por cerrar y eran apenas la una de la mañana de un febrero
en Mar del Plata.
Me quiero morir…
como cambio esta ciudad. En febrero, a la una de la mañana por la peatonal que antes
no podías caminar y en la Fonte ,sentarse
en un banquito en el mostra, era un privilegio de recontra clientes.
Dos cortados jarrita, espumosos y calentitos,
edulcorante, (para darle bola a mi médico, aunque la Rosa le puso azúcar) y
después. luego de pagar, a una cajera
que me preguntó: ¿tiene número de
cliente?’, yo conteste que no y
me cobró como a cualquiera. Se ve que los “clientes” como uno de mis hijos “habitué”,
tienen descuento.
Caminamos hasta la
esquina de la plaza, la fuente de Russak no está mas y ahí tomamos un taxi Que
nos llevó a la casa de Rosita, esperando que entrara (por la seguridad, vio doña), y luego a mi residencia en los lejanos,
pero muy tranqui barrio donde la torre de ladrillo de la iglesia de Pompeya
sobresale como un faro colonial y más allá Constitución.
Pague al tachero, ,
entré a mi casa, verifique que todo
estuviera en orden, me tome un “Fernando” porque los mariscos
bailoteaban en mi panza( para que se quedaran tranquilos) y me dormí rascándome
la nariz. Se ve que yo también tengo un toc-toc (Trastorno Obsesivo Compulsivo).
Quelevachache
LUCHO MARTINEZ TECCO
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