Por Roberto Eduardo Vozza
Un cuarto de siglo habria pasado de la hazaña de Mateo Boix en 1955 que un domingo soleado la presencia de aquel “Pipper” en los tendidos del aeropuerto local, donde tiene su sede el aeroclub local, se vio poblado de santiagueños para participar del reencuentro del eximio piloto civil con su maquinita que ya reposaba en Córdoba.
La oportunidad permitió entonces que se haya organizado un festival aeronautico con los clasicos “vuelos de bautismo” ya desaparecidos, paracaidismo y otros espectáculos afines.
Fue grande la emoción de muchos cuando Boix subió al avioncito y lo elevó al cielo como si fuera un barrilete al darse el lujo de demostrar porqué fue el mejor de todos los tiempos.
Fue cuando en un carreteo de tan solo 50 metros lo hizo levantar vuelo y pasar por sobre las cabezas de una impactada concurrencia congregada para presenciar la fiesta de los aviones.
Mateo ya habia dejado los vuelos por edad, pero demostró que el talento seguia intacto.
Ese que no solo le permitió la hazaña mundial, sino de aterrizar y levantar vuelo donde él queria; descubrir en cielos peruanos al sobrevolar el Machu Pichu de que entre sus ruinas habia canales de agua construidos por los incas muy parecidos a los de Santiago.
O sobrevolar la cancha de Mitre y calcular que la pelota que tiraba desde las alturas bote en el centro de la cancha para que se inicie el partido interprovincial. Hacer lo mismo con flores cuando una escuela cumplia años; el acto de arrojo de pasar por debajo de un puente ferroviario elevado en taludes o aterrizar con una sola rueda…
Eso fue Mateo Boix en la historia de la aviación civil argentina y con orgullo santiagueño, porque resumió y mejoró las hazañas de los pioneros. Nardo Anelli, Eduardo Comaid, Pedro Cocco, Ricci, Rivadavia… aquellos que aprendieron a volar por los cielos y ser solidarios con sus propios comprovincianos a la hora de la emergencia con avioncitos atados con alambre. Los que le dieron nacimiento al Aeroclub Santiago del Estero por 1922 para ser uno de los primeros del pais… Aquellos que marcaron proezas como Comaid con el “raid de las 14 provincias” volando solitariamente y desafiando arriesgadas contingencias para demostrar que se podian surcar unidos los cielos vecinos.
Aquellos que en lo que fue una suerte de “polideportivo” tenian su sede en un predio llamado “Cachipampa” frente al entonces monumental Hospital Independencia para convocar a los sorprendidos santiagueños y mostrar los pájaros alados.
Mateo Boix puso ese sello que enorgullece a la aviación civil santiagueña, porque fue un continuador de aquellos grandes que la forjaron.
La oportunidad permitió entonces que se haya organizado un festival aeronautico con los clasicos “vuelos de bautismo” ya desaparecidos, paracaidismo y otros espectáculos afines.
Fue grande la emoción de muchos cuando Boix subió al avioncito y lo elevó al cielo como si fuera un barrilete al darse el lujo de demostrar porqué fue el mejor de todos los tiempos.
Fue cuando en un carreteo de tan solo 50 metros lo hizo levantar vuelo y pasar por sobre las cabezas de una impactada concurrencia congregada para presenciar la fiesta de los aviones.
Mateo ya habia dejado los vuelos por edad, pero demostró que el talento seguia intacto.
Ese que no solo le permitió la hazaña mundial, sino de aterrizar y levantar vuelo donde él queria; descubrir en cielos peruanos al sobrevolar el Machu Pichu de que entre sus ruinas habia canales de agua construidos por los incas muy parecidos a los de Santiago.
O sobrevolar la cancha de Mitre y calcular que la pelota que tiraba desde las alturas bote en el centro de la cancha para que se inicie el partido interprovincial. Hacer lo mismo con flores cuando una escuela cumplia años; el acto de arrojo de pasar por debajo de un puente ferroviario elevado en taludes o aterrizar con una sola rueda…
Eso fue Mateo Boix en la historia de la aviación civil argentina y con orgullo santiagueño, porque resumió y mejoró las hazañas de los pioneros. Nardo Anelli, Eduardo Comaid, Pedro Cocco, Ricci, Rivadavia… aquellos que aprendieron a volar por los cielos y ser solidarios con sus propios comprovincianos a la hora de la emergencia con avioncitos atados con alambre. Los que le dieron nacimiento al Aeroclub Santiago del Estero por 1922 para ser uno de los primeros del pais… Aquellos que marcaron proezas como Comaid con el “raid de las 14 provincias” volando solitariamente y desafiando arriesgadas contingencias para demostrar que se podian surcar unidos los cielos vecinos.
Aquellos que en lo que fue una suerte de “polideportivo” tenian su sede en un predio llamado “Cachipampa” frente al entonces monumental Hospital Independencia para convocar a los sorprendidos santiagueños y mostrar los pájaros alados.
Mateo Boix puso ese sello que enorgullece a la aviación civil santiagueña, porque fue un continuador de aquellos grandes que la forjaron.

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