A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

martes, 28 de mayo de 2013

OLGA, LA MUJER QUE SANDRO AMO


Por Juan Carlos Diez
Su mirada se pierde en el largo zaguán de entrada a su casa. Se detiene en la enredadera y en esas eternas rosas rojas que delicadamente acompañan un retrato en donde se los ve juntos y felices. Olga Garaventa habla pausadamente y sus recuerdos la llevan lejos, quizás, al momento en que, en la madurez de su vida, sintió en su corazón que estaba enamorada de un hombre y que ese hombre era Sandro.
“Yo a ‘Robert’ nunca lo vi como una fan. Para mí era mi jefe. Lo conocí en 1992, cuando entré a trabajar en El Castillo, sus oficinas. Yo trabajaba en mantenimiento. El trato era de patrón a empleada, no pasábamos de un cordial saludo. Creo que en 2004, cuando yo estaba en la oficina, ‘nos vimos’ por primera vez. El se iba a Rosario a comenzar con una gira y nos saludamos. Le deseé suerte. Cuando levanté la vista vi una expresión distinta en su cara. Ahí empezó todo. Lo nuestro fue un flechazo total a una edad en que uno no se permite delirios”, cuenta Olga.
En la tarde apacible de la calle Berutti, a metros de Yrigoyen, Banfield, tras el muro de la legendaria casa de Sandro, el silencio llama a los pájaros y a la charla íntima. “Cruzar esta puerta era muy difícil, no para cualquiera. Pero después te encontrabas con una persona cariñosa, con un caballero. Del paredón hacia afuera era Sandro, acá era Don Roberto Sánchez”, dice esta mujer de 57 años, con dos hijos y dos nietos. Ella fue la compañera y esposa de Sandro en las buenas y en las malas. Y el escenario de ese amor, esta hermosa mansión donde hoy pasa sus días. “Vivo con el recuerdo, no es nada fácil. Pero tengo tanta paz y tranquilidad... Usted ve: acá no se escucha nada, pero me acostumbré. Voy a visitar a mis hijos a la Capital y siempre me vuelvo. Es un barrio muy lindo, Roberto lo amaba, vivía acá hacía 40 años. Los vecinos son muy cariñosos conmigo”, dice.
–¿Cómo era Sandro en la intimidad?
–Muy noctámbulo. Se levantaba a las tres de la tarde. Conversábamos mucho, siempre estaba con su computadora, leyendo. Era una persona muy culta. Leía de todo. Acá usted puede encontrar desde novelas de amor hasta el Código Penal y el Corán. Era capaz de hablar de religiones comparadas, daba placer escucharlo. Hablaba en el lenguaje gitano a la perfección. Le gustaba la comida muy elaborada, a mí me mandó a estudiar cocina. Era un bon vivant. Tenía mucho temperamento y siempre estaba muy alegre.
–¿Le gustaba escuchar música?
–Apenas. Cuando lo hacía siempre era dentro de la onda roquera. Elvis y los Redonditos, por ejemplo. Sí disfrutaba sentarse en sus teclados o con su guitarra y componer. De él no escuchaba nada, aunque me mostró temas inéditos.También me enseñó a jugar al pool. Me hacía trampa.
–¿Cómo sobrellevó su enfermedad?
–Con mucha dignidad. “Este es un trabajo artesanal que me hice yo”, decía. Un día de los enamorados hacía un calor insoportable y me dijo: “Tengo que aceptar que no puedo meterme en la pileta”, admitió. Lo convencí de que lo intentara. Hacía 15 años que no lo hacía. Arrastré el tanque de oxígeno con su bigotera y su cánula de seis metros, y lo alenté. Nadó, hizo la plancha, se sintió feliz. Yo le regulaba el oxígeno.
La casa es inmensa y está rodeada de un hermoso y cuidado parque. “Es muy costoso mantenerla pero yo le tengo un gran cariño”, asegura.
“Un día lo llevamos con mi hijo a dar una vuelta por el barrio. Estaba fascinado. “Qué hermoso que está, nos comentaba”.
Olga prepara una muestra itinerante para agosto. Allí se verán “sus tesoros conservados durante 50 años”, como dice. Discos, trofeos, ropa, sus autos de colección.La muestra se dividirá entre los objetos de Sandro y los de Roberto.
Sobre una mesa se ve un libro de los templarios. “Robert era masón y leía mucho sobre religiones”, explica. En su escritorio, frente a los teclados donde componía, hay un hogar encendido. “Yo cuido todo como si en un momento se fuera a abrir la puerta y él volviera...”, suspira. Y con infinita dulzura en sus ojos se detiene frente al fuego. Reavivando un amor que suena a eterno.

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