Por Julio Blanck
Está claro que las cosas ya no son como eran. Ahora casi se festeja el 10% de inflación oficial reconocida para el primer trimestre del año, porque dicen que está bajando. Y vamos al FMI para demostrar que tan malos no éramos, que lo nuestro en estos años era más cháchara que otra cosa. Ahora las mayorías electorales se fueron detrás de otros, candidato propio para la elección presidencial el Gobierno no tiene y por si hubiese sido poco con los brutos cacerolazos pasados, ahora los sindicatos y la izquierda paran el país y toman el control de la calle.
Y ni qué hablar de la inseguridad que azota y del narcotráfico que se hizo un picnic mientras las autoridades se la pasaban luchando contra molinos de viento y llevando moneda a bolsillos amigos.
Estos son hechos públicos. Pero también hay episodios en privado que dejan constancia de que el eje del poder ya está desplazándose,aunque todavía haya muchos temerosos por la presunta inmutabilidad de las cosas. Dos casos recientes echan luz sobre este asunto.
Primer caso.
Hace una semana la Presidenta envió al Senado el pliego para designar a Juan Manuel Abal Medina como embajador ante el Mercosur. Lo hizo después de tenerlo en penitencia varios meses tras desplazarlo de la Jefatura de Gabinete. En realidad, Cristina quería que Juanmanuelito fuera Defensor del Pueblo. Pero para eso necesitaba el voto de dos tercios del Senado.
Los senadores peronistas miraron para otro lado cuando desde la Casa Rosada se les pidió que gestionaran el apoyo de la oposición para llegar al número necesario. Entonces tuvo que ir Jorge Capitanich en persona a intentarlo.
Sentado en la oficina de Pichetto, el jefe de Gabinete invitó a los jefes de la bancada radical a acompañar la designación de Abal Medina. Muchas veces en estos años los radicales y otros opositores tuvieron contemplación, por llamarlo de algún modo, ante las demandas del oficialismo dominante. Pero esta vez la conversación fue corta y cordial, y la respuesta fue “no”.
Así, 48 horas más tarde y todavía golpeado por el alcance del paro general del jueves 10 de abril, el viernes 11 el Gobierno mandó casi como un premio consuelo el pliego de embajador de Abal Medina, que sólo necesita de la mayoría simple oficialista.
Segundo caso.
Desde que modificó la integración del Consejo de la Magistratura para dominar ese organismo que selecciona y castiga a los jueces, el kirchnerismo avanzó más y más con su propósito de poner bajo control político a la Justicia. La fracasada reforma judicial de 2013, el nombramiento de Alejandra Gils Carbó como Procuradora General, la manipulación de los concursos para designar jueces, fue todo en la misma dirección. También apuntó a eso el ingreso al Consejo de la Magistratura del diputado Eduardo de Pedro y el secretario de Justicia, Julián Alvarez, dos notorios dirigentes de La Cámpora. Pero siempre el kirchnerismo encontró algún límite. Y ahora más.
Esta semana, sin ir más lejos, De Pedro lo anduvo buscando al presidente de la UCR, Ernesto Sanz, y Alvarez lanzó un globo de ensayo dirigido a los legisladores radicales Mario Cimadevilla y Oscar Aguad, miembros de la Magistratura. ¿La intención? Ofrecer el vía libre al juicio político del juez Norberto Oyarbide, campeón del mundo en lograr protección del poder, a cambio de que la oposición entregue atado de pies y manos a Claudio Bonadio.
Este juez federal está lejos de ser un carmelita descalzo, pero ahora desde el oficialismo le desempolvaron “excesivas e injustificadas demoras” en causas iniciadas en la década del ’90 porque se lo quieren comer crudo.
¿El motivo? Bonadio tuvo el atrevimiento de meter mano en causas que afectan a funcionarios. Procesó a Guillermo Moreno, ordenó la captura de Ricardo Jaime y lo mandó a juicio oral, indagó al vocero presidencial Alfredo Scoccimarro y mandó allanar la UIF, organismo encargado en teoría de combatir el lavado de dinero, que comanda José Sbatella.
En los tribunales se asegura que Bonadio tiene más de una docena de causas que involucran a funcionarios del Gobierno.
Se convirtió en un tipo peligroso y allá van por él.
Pero ya avisaron los radicales a través del senador Cimadevilla: no aceptarán el canje de condenados a muerte.
Las cosas ya no son como eran para el kirchnerismo. Ni lo volverán a ser.
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