A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

domingo, 11 de mayo de 2014

ALFONSIN Y LOS BIOGRAFOS AMIGOS


Por Isidoro Gilbert
Raúl Alfonsín es una de las enormes figuras del siglo XX, ubicable sin reparos junto a Hipólito Yrigoyen y Juan Perón entre los grandes presidentes y entonces es comprensible que haya provocado interés para que su vida y el contexto histórico en que trascurrió quiera ser contada. En los últimos tiempos ha habido varios intentos en esa dirección.
Las razones están a la vista: supo liderar a una nación después de una terrible dictadura militar y la derrota en una guerra inútil; logró juzgar a los jefes de las fuerzas armadas por delitos de lesa humanidad iniciando un camino irreversible, pese a varios tropiezos incluidas las debilidades del presidente radical, de Verdad y Justicia; liquidó viejos pleitos fronterizos especialmente con Chile; logró que fuera ley el divorcio vincular, dando así un paso clave en rebanar la influencia clerical sobre la vida mundana y la lista puede ampliarse tanto en lo positivo como en lo negativo, sobre todo en materia económica: en suma, la figura de Alfonsín es clave para comprender la historia contemporánea.
El problema que se presenta es saber si personas que han estado muy cerca del personaje en cuestión u otros, sea por amistad o pertenecer al mismo partido, pueden analizarlo históricamente, superando la obvia admiración o el cariño de quien se estudia. Le ha pasado a los peronistas con su líder que, por caso, han ignorado a la Sección Especial durante los dos gobiernos de Perón, le ocurre a la izquierda cuando quiere abordar su propia historia. Es la experiencia de la periodista Julia Constenla que en vida no negó esa limitación cuando escribió Alfonsín, una biografía no desautorizada (Vergara 2009), no zafa tampoco el ex presidente Eduardo Duhalde en su Don Raúl. Recordando a un demócrata (Planeta, 2013), aunque en este caso el autor se refiere a aspectos de su actividad política y sus coincidencias en momentos críticos con el líder radical.
Es de suponer que esa limitación la debió tener en cuenta Oscar Muiño cuando escribióAlfonsín. Mitos y verdades del padre de la democracia (Sudamericana 2013). Es que el autor no sólo fue funcionario con rango de subsecretario de la administración radical, donde en ocasiones, según cuenta, ofició de gestor de ciertas necesidades del gobierno, sino que fue y es un activo militante de la UCR que no sólo admiró al hombre de Chascomús sino que también tiene sus afectos declarados por Enrique Nosiglia, uno de los líderes de la Junta Coordinadora Radical, tan valiosa en los años 80, ministro del Interior en momentos duros y acaso un dirigente muy discutido fuera y dentro del radicalismo.
Muiño apeló escasamente a documentos históricos que suplió con su propia memoria o protagonismo y de muchos testimonios, nada menos que 163 personas, la mayoría alfonsinistas, pero también de otras tiendas partidarias o con ex funcionarios, una historia coral que ha sabido compaginar con maestría, pero que no deja del todo claro las opiniones del autor, más allá de su admiración por el personaje, cuando de momentos críticos se trata, quedando juicios de otros que a veces se contradicen.
Lo reconoce Muiño: “En estas páginas desfilan los afectos de Alfonsin, sus seguidores, los rivales. Hay dos voces que apenas resonarán. Una es la del autor, limitado a un puñado de conclusiones”. (La otra voz) “son los protagonistas que dan su propia, a veces contradictoria, versión”. Así a la gestión de Alfonsín le falta una conclusión que es sólo clara respecto de la Obediencia Debida– Muiño cuenta que él era partidario de dictarla cuando Alfonsín emitió los decretos de enjuiciamiento a las juntas y a las cúpulas milicianas de los 70, la norma sería enterrada por la historia y el ex presidente es su momento aceptó su derogación, bandera de las organizaciones de derechos humanos y prédica parlamentaria de Patricia Walsh, Elisa Carrió o Alfredo Bravo.
Alfonsín tuvo militancia intensa durante la dictadura sobre todo en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, pero Muiño desconoce en ese sentido la participación de la izquierda, importante como lo sabe Graciela Fernández Meijide u omite que la UCR le dio a la dictadura embajadores, uno de ellos, Hidalgo Solá, amigo de Alfonsín y que fuera asesinado, y numerosos intendentes. Es que el afán del autor por escribir la historia contemporánea que tiene a Alfonsín como eje narrativo, deja de lado, en general, lo que hicieron otras fuerzas, los peronistas incluidos, durante los años de plomo.
Analizando los tiempos inmediatos a la caída de Perón escribe el autor que faltó un acuerdo clave de los no peronistas de que hacer con el líder justicialista, como federales y unitarios lo lograron después de Caseros “para desterrar la influencia de Rosas”. “Los radicales se las arreglaron para complicarse. Resuelven romper el partido para siempre. Justo cuando vuelve a ser invencible –proscripción mediante– los radicales resuelven romper el boleto premiado y tentar suerte en la ruleta rusa”. Este antiperonismo, no proscriptivo, claro, es una mirada recurrente de Muiño de la historia, que llega a la actualidad.
Ese apego partidario limita al autor en sus análisis y deja abierta la necesidad de una biografía de Alfonsín con una mirada histórica. Esto dicho a pesar de que el libro es interesante y en muchos pasajes esclarecedor. Y audaz. Por caso ronda por un tema tabú: los supuestos amoríos furtivos del líder radical, “los miércoles para la higiene sexual” como se murmuraba durante su gestión. “Alfonsín se ha formado en los valores y prejuicios de los años 30 y 40. La época en que el matrimonio era para siempre. Con actividades extramaritales masculinas toleradas –casi integran el contrato conyugal–. La práctica consagrada por el Código Penal castigaba el adulterio femenino por una sola noche fuera del hogar, mientras que el masculino necesitaba, para ser punible, una suerte de segunda casa. La esposa en la casa y el marido en el mundo. Así creció, así vivió Alfonsín”, escribe Muiño sobre el ancestral machismo del partido político más que centenario.

1 comentario:

  1. Fue amigo del ministro del Interior de la dictadura Albano Harguindeguy, con quien se reunía cada tanto y a quien le debió la reforma de la ley de los partidos políticos, antes de las elecciones de 1983, sin la cual no hubiera sido presidente. Dicen que junto al general, decidían quién debía morir por subversivo y quién no, pero eso no consta en ninguna parte.

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