A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

viernes, 11 de julio de 2014

CUANDO ARGENTINA FUE TRETACAMPEON DE AMERICA

ARGENTINA TETRACAMPEON DE AMERICA EN LOS 40
Jugaba para todos los aplausos. Dentro del campo de juego era crack, era mago, era goleador. Afuera, era tango, era adoquín, era barrio."Ayer Tucho Mendez vino a visitarme / y en un fuerte abrazo me instó a meditar,/ así poco a poco mi mente poblaron / sus dulces recuerdos que no he de olvidar./ Soñaba en aquellos lejanos momentos / cuando era un purrete con sed de vivir / tejer en el césped muy lindas gambetas / y haciendo golazos sentirse feliz...", lo retrata la letra de Manuel Pose a la que Victorio Papini le puso música. Norberto Doroteo Méndez fue uno de los grandes mediocampistas de la historia del fútbol argentino. Y uno de los principales referentes de los años cuarenta. Jugó en Huracán, en Racing y en Tigre. Y en la Selección se destacó como muy pocos: todavía ahora, ya con el Mundial de Brasil en marcha, es el máximo goleador histórico de la Copa América (hizo 17 tantos, al igual que el brasileño Zizinho). Más: en aquellos días, levantó el trofeo de la más antigua de las competiciones continentales en tres ocasiones (1945, 1946 y 1947). Sobran los datos para contarlo: Tucho fue un pedazo enorme de cada club en el que jugó, un motivo para convertise en hincha, una razón suficiente para hacer la cola para comprar una popular bajo el sol de un domingo cualquiera. También resulta un emblema imperecedero de un tiempo dorado para el fútbol argentino: días de cracks a cada paso.
"Viví muchas vidas. No me arrepiento de eso. Tal vez ahora esté volviendo a la época en que era una estrella de bigotes recortados con precisión", le confesó al periodista Miguel Frías en una de sus últimas notas ofrecidas, ya cerca de su fallecimiento en 1998. Tucho era un personaje insoslayable de aquellos días. Aparecía en publicidades gráficas, en canciones, en las charlas de bar. Y hasta fue convocado para protagonizar la película Con los mismos colores, junto a otros dos futbolistas icónicos de esa época: Mario Boyé y Alfredo Di Stéfano. Su fútbol -y el de ese tiempo- era una fiesta de cada semana.
Pero en aquellos años, en la llamada Epoca de Oro del fútbol argentino, el Mundial fue una ausencia obligada que alejó de los ojos del mundo a tantos talentosos de este rincón del planeta. La Segunda Guerra impidió la realización de las ediciones de 1942 y de 1946. El periodista e historiador Oscar Barnade cuenta en esta redacción aquel proceso: "Apenas finalizó el Mundial de Francia de 1938, al que la Argentina no concurrió, los dirigentes comenzaron a pensar en organizar el segundo Mundial de fútbol en Sudamérica. En mayo de 1939 concretaron ese anhelo enviando una carta a la FIFA postulándose para el evento. También lo hizo Alemania. El tema tenía que tratarse en el Congreso de Luxemburgo de mayo de 1940, pero el estallido de la Segunda Guerra frenó todo. El incipiente fútbol profesional en Argentina estaba consolidado. Fue La Máquina de River su mayor expresión, pero la mayoría de los equipos brillaba. Guillermo Stábile se había transformado en una figura indiscutible como seleccionador, a partir del Sudamericano de Chile, en 1941, que ganó con comodidad. Entonces, no resulta ilógico pensar en esa década Argentina podría haber conquistado alguno de los dos torneos frustrados. Cuando el Mundial de Brasil lo definieron dos equipos sudamericanos, esa certeza adquirió más fuerza. Sobre todo, porque Argentina había demostrado su superioridad a nivel sudamericano".
Se trata de una sensación que trascendió su tiempo. Juan Mora y Araujo, en el libro Historia del Fútbol Argentino, señaló respecto del Mundial de 1950, ganado por Uruguay ante Brasil: "(...) triunfó un estilo: el que nació, se desarrolló y adquirió jerarquía en las orillas del Río de la Plata. Y triunfó por medio de una representación que, en ese momento, no era su más alta expresión, pues el proceso del profesionalismo ya había volcado entonces hacia el lado argentino la superioridad rioplatense". Como en los años veinte, el mejor fútbol sucedía en estas dos orillas cuyas cabeceras eran (y son) Buenos Aires y Montevideo. También entonces, asomaba el poderío del creciente territorio que fundó el jogo bonito.
En ese contexto, con los títulos acumulados por Argentina en ese tiempo (Sudamericanos de 1941, 1945, 1946 y 1947) y la proliferación de futbolistas y de equipos geniales, se sostuvo la idea de superioridad. También con la impresionante gira de San Lorenzo por Europa entre 1946 y 1947, que incluyó resonantes goleadas ante los seleccionados de España y de Portugal. Se hablaba de que la Argentina podía formar dos selecciones con un par de cracks en cada puesto. Apenas un puñado de nombres sirve para ilustrar, incluso más allá de Tucho Méndez: José Manuel Moreno, Antonio Sastre, Sebastián Gualco, Ernesto Lazzati, Vicente De la Mata, Higinio García, Eliseo Mouriño, Angel Labruna, Mario Boyé, Rubén Bravo, Félix Loustau, Adolfo Pedernera, Natalio Pescia, Amadeo Carrizo, Ernesto Grillo, Enrique Sívori, Antonio Angelillo, Rogelio Domínguez, Néstor Rossi, Ernesto Cucchiaroni, Humberto Maschio, René Pontoni, Pedro Dellacha, Ricardo Infante, Manuel Pellegrina, Rinaldo Martino...
Moreno daba cátedra en cada domingo de fútbol y en cada entrenamiento. Fue uno de los principales referentes de ese tiempo. Quienes concurrían a esos estadios repletos de nuestro país contaban que era el mejor de todos. Incluso que Valentino Mazzola, superhéroe deIl Grande Torino, el mejor equipo de esos días. El Charro expresó alguna vez: "Del 38 al 50 se vivió un tiempo de oro en el fútbol argentino. Había equipos en donde los jugadores disfrutaban lo que hacían. Y la mayoría de las grandes figuras había jugado seis o siete años como mínimo en sus clubes". El fútbol ya era una pasión que se expandía por todos los rincones, como muestra la película Pelota de Trapo, de Leopoldo Torres Ríos. La dimensión de Moreno la sostiene también la constelación de estrellas con la que luego lo compararon: Di Stéfano, Pelé, Maradona...
Argentina, además, se negó luego del paréntesis de los años cuarenta a participar de los Mundiales de Brasil 1950 y de Suiza 1954. El motivo real, jamás asumido, era el de no exponer a la Selección, sobre todo por el éxodo de figuras al exterior (a Colombia y a Europa, especialmente) que impedían contar, por ejemplo, con el inmenso Alfredo Di Stéfano, quien debutó con la camiseta celeste y blanca en el Sudamericano de 1947. Sin embargo, alguna vez, Valentín Suárez (presidente de la AFA entre 1949 y 1953) señaló que la decisión final había sido del Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, ya que no se podía dar la "seguridad total" de obtener el título. Para ese Gobierno, el deporte resultaba una cuestión de Estado. Y un modo de mostrarse al mundo.
El duro golpe recibido en el Mundial de 1958, tras la mágica demostración de los Carasucias en el Sudamericano de Lima del año anterior, apareció como un hito capaz de cuestionar todas las percepciones anteriores. El 6-1 ante Checoslovaquia, la eliminación prematura y el recibimiento hostil en el aeropuerto de Ezeiza retratan lo que fue aquel regreso a la máxima cita: un rotundo fracaso. Sin embargo, la presunta verdad de que éramos los mejores del fútbol universal cuando los Mundiales no se jugaban sigue latiendo por los rincones del mundo.

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