A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

martes, 16 de diciembre de 2014

¿TRIUNFO O DERROTA EN VUELTA DE OBLIGADO?


Por Pacho O´Donnell
A raíz del artículo publicado en esta sección por Luis Alberto Romero es necesario puntualizar que la conmemoración del día 20 de noviembre con feriado y monumento abrió un debate acerca de si el combate librado en el río Paraná, en el paraje conocido como “Vuelta de Obligado”, se había resuelto a favor o en contra de nuestras tropas conducidas por Lucio N. Mansilla en tiempos de la Confederación Argentina del gobernador Juan Manuel de Rosas. El malentendido surge de la equívoca denominación de una guerra que transcurrió a lo largo del río Paraná, que la armada invasora recorrió de ida y vuelta, con el nombre de su primer combate.
Sin duda la “Guerra del Paraná”, que así debería recordársela, es, junto al Cruce de los Andes, una de las dos mayores epopeyas de nuestra Patria. Una gesta victoriosa en defensa de nuestra soberanía que puso a prueba exitosamente el coraje y el patriotismo de argentinas y argentinos.
Corría 1845. Las dos más grandes potencias de la época, Gran Bretaña y Francia, se unieron para atacar a la Argentina, entonces bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. El pretexto fue una causa “humanitaria”: terminar con el gobierno supuestamente tiránico de Rosas, que los desafiaba poniendo trabas al libre comercio con medidas aduaneras que protegían a los productos nacionales y fundando un Banco Nacional que escapaba al dominio de los capitales extranjeros.
Los reales motivos de la “intervención en el Río de la Plata”, como la llamaron los europeos, fueron de índole económica. Deseaban expandir sus mercados a favor del invento de los barcos de guerra a vapor que les permitían internarse en los ríos interiores sin depender de los vientos y así alcanzar nuestras provincias litorales, el Paraguay y el sur del Brasil. Dichas intenciones eran denunciadas por los casi cien barcos mercantes que seguían a las naves de guerra.
Otro objetivo de la gigantesca armada era desnivelar el conflicto armado entre la Argentina y la Banda Oriental a favor de ésta, que los franceses consideraban entonces protectorado propio. También independizar Corrientes, Entre Ríos y lo que es hoy Misiones formando un nuevo país, la “República de la Mesopotamia”, que empequeñecería y debilitaría a la Argentina y haría del Paraná un río internacional de navegación libre. Es éste un argumento decisivo que pone fin al debate si se ganó o si se perdió. La derrota hubiera significado una pérdida territorial irremontable.
Los invasores contaron con el antipatriótico apoyo de argentinos enemigos de la Confederación rosista, que se identificaban como “unitarios”, muchos de ellos emigrados en Montevideo. El fin de las guerras civiles, ellos escribieron una historia adaptada a sus intereses.
Ingleses y franceses creyeron que la sola exhibición de sus imponentes naves, sus entrenados marineros y soldados, y su modernísimo armamento bastarían para doblegar a nuestros antepasados como acababa de suceder con China. Pero no fue así: Rosas, que gobernaba con el apoyo de la mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares, decidió hacerles frente.
Encargó al general Lucio N. Mansilla conducir la defensa. Dado que se trataba de una operación comercial encubierta, el objetivo era “arruinarles el negocio”, provocarles daños económicos suficientes como para hacerlos desistir de la empresa y lograr así una victoria estratégica que vigorosas negociaciones diplomáticas harían luego contundente. De allí la estrategia de las tres gruesas cadenas tendidas de orilla a orilla en el lugar conocido como “Vuelta de Obligado”, donde el río se angosta y describe una curva que dificultaba la navegación. Durante el tiempo que tardaron en cortarlas, los enemigos sufrieron numerosas bajas en soldados y marineros y devastadores daños en sus barcos de guerra y en los mercantes. Es clave señalar, para despejar lo de triunfo o derrota, que Rosas y Mansilla sabían que los invasores lograrían superar esa primera barrera: era imposible detenerlos debido a su superioridad bélica y tecnológica. Pero se consideraban satisfechos si, como sucedió, las fuerzas enemigas se convencían de que, lo que anticiparon como una acción sin inconvenientes, iba a transformarse en una pesadilla. El calvario de las armadas europeas y los convoyes mercantes que las seguían continuó durante el viaje de ida y de regreso, siendo ferozmente atacadas desde las baterías de “Quebracho”, del “Tonelero”, de “San Lorenzo”, por lo que debe ser claro que la denominación “Vuelta de Obligado” alude en realidad a la “Guerra del Paraná”, con lo que se hace justicia con quienes lucharon y murieron en los combates en distintos emplazamientos a lo largo de nuestro río.
La estrategia de Rosas y Mansilla tuvo éxito y las grandes potencias finalmente se vieron obligadas a capitular aceptando las condiciones impuestas por la Argentina, aunque Francia logró postergar la aceptación de sus diputados hasta más allá de Caseros, y cumpliendo con la cláusula que imponía a ambas armadas, al abandonar el río de la Plata, disparar veintiún cañonazos de homenaje y desagravio al pabellón nacional.
Desde su destierro en Francia, don José de San Martín, henchido de orgulloso patriotismo, escribió a su amigo Tomás Guido el 10 de mayo de 1846: “Los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin mas trabajo que abrir la boca”. Y felicitaría al Restaurador: “La batalla de Obligado es una segunda guerra de la Independencia”. Se refería a Gran Bretaña. Y al morir le legó su sable libertador.
Pacho O´Donnell, Presidente Honorario del Inst. Nac. de Revisionismo Histórico “Manuel Dorrego”

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