Cientos de esqueletos llevan siglos dispersos en torno a una cripta debajo de una iglesia en Vilna, Lituania. Pero algunos restos son diferentes a los demás: sus huesos están cubiertos por carne, ropa cubre su piel, y todavía hay órganos en su interior.
Son momias y desde que fueron recuperadas hace aproximadamente cinco años, han dado a los científicos perspectivas sobre las vidas y enfermedades de la gente en los siglos XVII, XVIII y XIX.
“Están tan bien conservadas que casi parecen vivas”, dijo Dario Piombino-Mascali, un antropólogo italiano.
Hace poco, Piombino-Mascali y sus colegas descubrieron remanentes del virus de la viruela en una de las momias, lo que ofrece nuevos vistazos a los orígenes de un azote mortal que acabó con las vidas de aproximadamente 300 millones de personas tan sólo en el siglo XX.
La labor continúa sus descubrimientos anteriores: señales de raquitismo, artrosis y parásitos intestinales.
El estudio de restos momificados en otras partes del mundo arrojó una perspectiva histórica sobre la propagación de enfermedades mortales y padecimientos médicos dañinos, desde cardiopatía en los americanos precolombinos hasta diversas cepas de tuberculosis en los europeos del siglo XIX.
Al entender durante cuánto tiempo han estado presentes estas enfermedades, los científicos pueden atacarlas mejor en el presente.
En el corazón de Vilna, en la Iglesia Dominicana del Espíritu Santo de Lituania, una escalera de piedra, tan estrecha que sólo cabe una persona a la vez, desciende a un inframundo oscuro y polvoriento. Una reja negra de metal lleva a las cámaras laberínticas que albergan los cadáveres.
Las temperaturas frescas bajo la tierra y la ventilación resultaron en una momificación espontánea. Sin embargo, en 1962, los funcionarios temían que los cadáveres infectadosiniciaran una epidemia, por lo que sellaron el área con vidrio, lo que interrumpió el flujo de aire y deterioró a las momias. El sitio estuvo cerrado hasta 2004.
De 2008 a 2011, los investigadores comenzaron a inspeccionar y a sacar a las momias de la cripta.
De las 200 contadas en 1962, sólo 23 seguían intactas.
Piombino-Mascali identificó a varias con caries dental y periodontitis, así como artritis y deformidades óseas. Para investigar más sus problemas de salud, realizó un escáner de tomografía axial computarizada a las siete momias mejor conservadas. Un hombre obeso alguna vez tuvo artritis en la columna vertebral, pelvis y ambas rodillas, una costilla fracturada en el costado derecho y una glándula tiroides agrandada, lo que podría haber sido causado por bocio. Una mujer obesa tenía un tumor benigno en la espalda baja. Ambos habían sufrido de arterias obstruidas.
También se descubrieron los remanentes del virus variola que causa la viruela, enfermedad que alguna vez flageló a la mayor parte del mundo. Al secuenciar el virus, el equipo obtuvo una perspectiva delos orígenes del mortal padecimiento.
Relatos históricos habían sugerido que la viruela había infectado a los humanos durante miles de años. Pero al comparar la cepa del siglo XVII con muestras de variola modernas, los investigadores encontraron que las cepas compartían un ancestro común que surgió entre 1530 y 1654. Su hallazgo sugiere que los tipos más mortales de viruela podrían haber evolucionado mucho más recientemente de lo que se había pensado.
Piombino-Mascali dijo que tanto los casos de aterosclerosis como de tuberculosis ofrecían evidencia de que incluso la clase alta en Vilna en los siglos XVIII y XIX experimentaba problemas crónicos de salud, entre los que se incluían aquellos relacionados con una mala nutrición.
“Esa cripta fue testigo de todos los rostros históricos de Vilna”, dijo Piombino-Mascali. “Pero ahora por fin ha sido devuelta a la ciudad. Las historias pertenecen a Lituania y sobre todo al pueblo lituano”.

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