A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

domingo, 20 de septiembre de 2020

EL INCREIBLE CASO DEL PRESIDENTE QUE DESPRECIA EL MERITO


 Por Fernando Gonzalez


El padre adoptivo de Alberto Fernández fue un juez que vivió cuarenta años en una casa alquilada de Villa del Parque. El padre de Cristina Kirchner fue colectivero en La Plata hasta que pudo asociarse con otros choferes y armar una pyme de transporte urbano. El padre de Sergio Massa es un constructor, hijo de inmigrantes sicilianos. El Presidente, la Vicepresidenta y el titular de la Cámara de Diputados, como la mayoría de los argentinos, son descendientes de inmigrantes. Pero, por sobre todas las cosas, son hijos del mérito. Del esfuerzo para sobreponerse a las adversidades y construir una vida y un país mejor que les sirva como plataforma a las generaciones siguientes.

Por eso, es increíble que el Presidente haya pronunciado una frase que desprecia su propia génesis. “Lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años”, asombró durante un discurso en San Juan. Alberto Fernández, quien no ha hecho otra cosa que descascarar su imagen desde que llegó al escalón máximo del poder, ni siquiera parece haber leído las letras de su músico preferido. Fue Litto Nebbia el que escribió en 1982 aquello de que “nosotros, los argentinos, bajamos de los barcos”. Un homenaje artístico a la cultura del esfuerzo.

El mérito fue el motor de tantos padres, abuelos y bisabuelos que la pelearon para atravesar las crisis de la Argentina y ascender por la escalera resbalosa de la movilidad social. Por esa tendencia cada vez más penosa de agradar a la audiencia kirchnerista, el Presidente redujo el concepto de mérito y meritocracia al gobierno anterior, conducido por Mauricio Macri. Hay una tendencia de moda en cierto progresismo atribulado de asociar la idea del mérito con la del individualismo y la avaricia. De allí a arrojarle todos esos pecados a la oposición hay un solo paso. El que dio el atolondrado Fernández.

Así fue como se metió en el mismo laberinto que también le impide encontrar respuestas para la pandemia, para la recesión económica, para la inseguridad, la suba de la pobreza y el desafío del dólar. De aquel Presidente que dictaba cátedra en vivo sobre infectología en la Quinta de Olivos describe una parábola que lo margina del video del anuncio de la enésima extensión de la cuarentena. La estrella es ahora la voz metálica de una locutora.

Si se observa en profundidad, no debería sorprender ese desprecio del Presidente por el valor del mérito. No se lo encuentra con abundancia en su gabinete y al mérito reciente de su ministro de Economía para evitar el default de la deuda lo destrozó en una sola noche, con la regresión del súper cepo cambiario, la antesala ya transitada de la devaluación del peso. Es difícil imaginar la magnitud del declive cuando se piensa en los cuarenta meses que tiene por delante un gobierno que se vanagloria de no poseer méritos.

Parece que las críticas por aquella reflexión sobre el mérito hicieron mella en el ánimo presidencial. Aprovechó una entrevista radial para darle otro matiz al asunto y explicar que sus ideales de sociedad no pasaban por la desigualdad de Venezuela sino por el capitalismo moderado que impera en Suecia, Noruega y Finlandia. Los mismos países de los que se burlaba cuando el coronavirus era un enigma global que azotaba a todos los sistemas políticos y económicos sin distinción.

Si hay una cualidad que les sirvió a los escandinavos, a Nueva Zelanda o a Uruguay para encontrar respuestas positivas a la pandemia fue el mérito. El de buscar caminos prudentes, sensatos, científicos, para darle batalla al virus probando modelos ajenos cuando fallaban y sin odiosas comparaciones cuando acertaban. Es que el mérito es así. Una virtud de los países que no se miran el ombligo porque están demasiado ocupados progresando. Como alguna vez lo fue la Argentina cuando llegamos de los barcos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario