A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

miércoles, 31 de marzo de 2021

EL RIESGO QUE LA SEGUNDA OLA SEA UN TSUNAMI


 Por Pablo Vaca

La primera ola nos llevó puestos. Pensamos por un momento que la estábamos surfeando, pero resulta que al final nos revolcó mal. Llegamos a la orilla sin aire, raspados contra el fondo y con el orgullo magullado por habernos hecho los cancheros al principio diciéndoles a los demás que nosotros lo hacíamos mejor. En un momento, la realidad nos mostró que teníamos la cuarta peor tasa de nuevos infectados por coronavirus cada millón de habitantes. Hoy, más de 55.000 muertos prueban que en la gestión de la pandemia, como en tantas otras cuestiones importantes, Argentina fracasó.

El Gobierno infló el pecho con frases como “entre la economía y la salud, yo elegí la salud” (Alberto Fernández, 25 de marzo de 2020), que un año después parecen tan tribuneras y estrechas de miras como entonces. Esa falsa dicotomía fue la excusa para la cuarentena más larga e ineficaz del mundo y la condena a una recesión que terminó de liquidar una economía que ya venía en estado crítico. Un solo ejemplo a manera de recordatorio: la producción automotriz en abril 2020 fue igual a cero unidades.

El mal precedente, además, condiciona peligrosamente de qué manera enfrentar ahora la segunda ola para que no se convierta en un tsunami: desde el Presidente para abajo nadie en el oficialismo ignora que si hubiera que tomar medidas restrictivas severas resultarían de muy difícil cumplimiento, ya que el Gobierno carece del respeto necesario como para que la sociedad lo acompañe si le piden nuevos esfuerzos y sacrificios.

Discutimos tanto sobre los runners (¡y los golfistas!), las juntadas de jóvenes en las veredas de las cervecerías y la vuelta a clases presenciales -“rubros” que no contribuyen al índice de contagios- que pensar hoy en limitar los horarios de los comercios, el transporte público u otros lugares donde de verdad la gente se respira encima suena como mínimo aventurado.

Entonces las decisiones se toman de manera tardía, como el cierre de las fronteras ante la explosión de casos en los países limítrofes, algo que se reclama desde hace una quincena: ahora la cepa Manaos ya circula de manera comunitaria y no se previó qué hacer con la gente que viajaba al exterior ignorando que se le impediría volver. O se deja la pelota en manos de gobernadores e intendentes para repartir el costo político de resoluciones antipáticas basadas en confusos índices que monitorean “parámetros de riesgo”. O se recurre a controles tímidos, como otorgarles teletrabajo a los empleados públicos nacionales durante tres días mientras se insiste en errores básicos como no testear lo suficiente.

Además, todo se comunica siempre un día antes, multiplicando esa sensación de que en este tema se actúa de manera urgente, sin planificación, improvisando. Como si no se supiera hace meses que la segunda ola iba a venir. Como si no hubiéramos aprendido nada de los errores de la primera. O casi nada, para ser ecuánimes: al menos esta vez tratarán de mantener abiertas las escuelas, justo lo único que podrían cerrar fácilmente gracias al apoyo incondicional que prestarían los gremios docentes, que siguen militando la virtualidad.

Las enormes limitaciones del plan de vacunación no ayudan a generar credibilidad ni consenso. Tampoco que el Presidente se preste, en la semana en que su vice le marca la cancha como nunca, a un reportaje amistoso con Horacio Verbitsky -responsable del escándalo del vacunatorio VIP y de la eyección de uno de sus pocos ministros amigos-, para hablar mucho de economía y nada de la salud.

En los hechos, la batalla contra la segunda ola, que ni siquiera cuenta con una buena campaña de concientización, dependerá en gran medida del comportamiento individual, de la propia responsabilidad. De que cada uno entienda que mejor cuidarse porque la cosa podría complicarse. Que básicamente el barbijo va arriba de la nariz y que no conviene juntarse de a muchos en lugares cerrados aunque haga frío. El viejo sálvese quien pueda. Aunque duela, bien a la argentina.

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