Por Roberto Vozza
De la rica cantera que el baloncesto santiagueño gestó a lo largo de varias generaciones, surge como uno de sus íconos la figura de Gustavo Adolfo Chazarreta. Alto, de brazos largos y preciso en las entregas, tuvo por virtud saber ubicarse ofensivamente en los límites de la llave del equipo contrario y cuando recibía el balón en esa posición su pivoteo para encontrar el momento justo del lanzamiento en gancho era acompañado de un movimiento de cuerpo que hasta daba la sensación de que parecía estar bailando una zamba. En cada uno de ellos, el espectador se deleitaba porque sabia que el talento del “Mono” en esa posición llevaba seguro destino de gol. Y la tribuna bramaba cuando la obra se consumaba exitosamente.
Gustavo se formó en el Santiago BBC. Debutó en primera a los 16 años. Hizo gala por herencia la larga trayectoria de su padre, del mismo nombre – el “Mocho” como le decían y en el mismo club- que en mucho contribuyó a forjar también las memorables performances del basquetbol santiagueño en muchos campeonatos argentinos y retirarse del juego hasta pasados los 40 años de edad cuando sus rodillas se quedaron definitivamente sin flexión.
Por entonces, la actividad basquetbolistica en Santiago era permanente y un convite noche a noche de lunes a viernes, con los partidos de las divisiones primera y ascenso. Pero también se estimulaba y con subida repercusión con los juegos del seleccionado en partidos amistosos contra equipos foráneos de algún renombre nacional o internacional.
El escenario, la primitiva cancha de Estudiantes Unidos, lindera con el Teatro 25 de Mayo.
Un año de la década del 60’ llegó Peñarol de Montevideo para mostrar su curriculum de figurar entre los planteles mas calificados del continente.
Como era habitual, el debut de los visitantes era contra un combinado que generalmente lo conformaban Inti y Estudiantes Unidos, reservandose para noche siguiente la confrontación contra el seleccionado local.
En el plantel de los “mirasoles” de la otra orilla del Plata, un jugador habrá de destacarse: Danilo Coito. De baja estatura pero buena contextura física, se convirtió en la pesadilla para la escuadra rival aquella primera noche por su efectivo goleo. De la posición y distancia que fuese tiraba y embocaba… Hasta cuando estaba ligeramente recostado en el piso del playón, la metia… Fue la figura central del partido precisamente por esa virtud, que en el argot basquetbolistico “enfermó” a los santiagueños.
Llego entonces el compromiso contra la Federación Santiagueña a la noche siguiente… Podrá Coito repetir su goleo? Al principio pareció que si, hasta que el talento de Gustavito Chazarreta se lo impidió causandole hasta vergüenza.
Cuando el talentoso jugador santiagueño le “encontró el molde” lo anuló con espectaculares tapadas. Tuvieron tal efecto esas acciones, que en la sucesión de reiteraciones del tiro al aro rival del jugador uruguayo, las manos de Gustavo las bloqueaban con tanta precisión y contundencia que el público terminó solazándose por el espectacular y hasta sonoro efecto que estas producian… Fueron cuatro magistrales tapadas sucesivas que retumbaron en las paredes del estadio en otros tantos reiterados propósitos del uruguayo de repetir la performance del dia anterior.
Ese episodio avergonzó decididamente a Danilo Coito que debió ser reemplazado para no volver mas al terreno de juego.
Gustavito Chazarreta, habia logrado entonces una de sus noches mas brillantes e inolvidables que coronó ademas con un triunfo inobjetable de la selección local.
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