Por Juan Manuel Aragon
¿Dice que los científicos están buscando una partícula de Dios? Imposible amigo, se confundió. Porque si la hallaran, entonces faltaría menos para que desentrañen cómo es, qué cara tiene, de qué está construido, dónde vive. En una de esas es una simplificación del periodista que hizo la nota, para dar a entender mejor el concepto.. Porque, a quién se le ocurre que un científico, sabio o chorro, generoso o estafador, como dice el tango, va a ir a buscar una partícula de Dios. No son tontos, oiga.
¿Además nos podríamos enterar de que hallaron la punta de la uña del dedo gordo del pie derecho de Dios? Si así fuera, amigo querido, en poco tiempo estaríamos todos estudiando física cuántica, discutiendo fórmulas matemáticas complejas y fabricando instalaciones subterráneas secretas para alcanzar un conocimiento que sería más que la suma de todos los conocimientos juntos de todo el mundo y con eso le digo poco.
Imaginesé a los científicos diciendo: “Hemos hallado una partícula de Dios y está en esta probeta”. Y la foto del tío, de delantal blanco, rodeado de máquinas misteriosas, mostrando la botellita en que encerró la punta de la uña de Dios.
Hay un evidente abuso de las palabras. Términos que hasta hace pocos años eran insultantes, ahora figuran en el trato común de la gente. Vocablos que se reservaban para ocasiones especiales ahora son lanzados con total tranquilidad para nombrar asuntos nimios, en una tendencia que va en aumento.
Si los titulares de los diarios de cualquiera de estos días dijeran que finalmente se halló la partícula de Dios, serían inútiles todos los tratados de teología que se escribieron desde que el mundo es mundo. Dios no sería fe, esperanza, caridad, amor, solidaridad sino una partícula de algo más grande que un día de estos, cuando construyamos la máquina adecuada hemos de hallar, para encerrarlo en un frasco.
No, amigo, debe haber oído mal. Dios vive en el corazón de los hombres buenos, en el alma de las madres, en las manos de los pobres de espíritu. No crea a los que predicen milagros del hombre. El único que podía hacerlos de verdad, murió hace más de dos mil años. Y sigue vivo.
-Buenas don, demé medio litro de Dios.
-¿Ha traído envase?
-Uy, me olvidé.
-Entonces no puedo venderle.
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