Esta tarde llevaba un buen rato preguntándome, como se hacen desde algunos medios argentinos, de dónde saldrá no sólo el dinero que pagará la nacionalización de YPF, sino sobre todo de dónde sacarán los miles de millones de euros en inversión (supuestamente, 25.000 millones) que son imprescindibles para que la petrolera -que en breve pasará a control del Gobierno argentino- pueda aumentar la producción de petróleo y gas. En las arcas del Estado argentino abundan las telarañas, dicho sea de paso.
El nombre de China se me ha pasado inmediatamente por la cabeza, porque claro, en los tiempos que corren, cuando de necesidades de financiación se trata el nuevo banquero del mundo está siempre presto al quite. Sobre todo, como es el caso, cuando tiene a tiro adquirir activos petroleros, los cuales son de importancia estratégica para Pekín. Además, el interés chino por la petrolera española no es nuevo y, de hecho, ya le compró en 2010 un 40 por ciento de su negocio en Brasil.
El nombre de China se me ha pasado inmediatamente por la cabeza, porque claro, en los tiempos que corren, cuando de necesidades de financiación se trata el nuevo banquero del mundo está siempre presto al quite. Sobre todo, como es el caso, cuando tiene a tiro adquirir activos petroleros, los cuales son de importancia estratégica para Pekín. Además, el interés chino por la petrolera española no es nuevo y, de hecho, ya le compró en 2010 un 40 por ciento de su negocio en Brasil.
Ha sido entonces cuando la revista económica Caixin ha publicado en su edición digital que Repsol estaría negociando la venta de su 57 por ciento en YPF a la petrolera china Sinopec, por 15.000 millones de dólares. La noticia alude a fuentes de la propia petrolera china, lo que tiene un indudable valor teniendo en cuenta que Caixin es uno de los escasísimos medios de comunicación chinos que ha demostrado una y otra vez su solvencia periodística, atrevimiento y cierta independencia. La operación no es en absoluto descabellada.
Se trataría de una salida airosa -al menos económicamente- para Repsol, mientras que a China le permitiría adquirir unos valiosísimos activos que encajarían cabalmente en su estrategia nacional, al tiempo que sus inacabables recursos financieros servirían para afrontar las inversiones millonarias que exige el Gobierno de Cristina Fernández. Si la operación no fructifica, alternativamente los chinos podrían entrar en un acuerdo a posteriori con el Gobierno argentino (a saber con qué formato), porque los chinos parece que sonlos únicos que tienen la financiación que se requiere y el estómago para invertir en un país con tanto riesgo como Argentina.
Los chinos son maestros en el arte de pescar en río revuelto. Fuimos testigo de ello durante la investigación de nuestro libro La Silenciosa Conquista China, principalmente en Venezuela e Irán, segunda y tercera potencia petrolera del mundo en términos de reservas y producción. En lo político, les dan coberturahasta el límite de la cólera estadounidense, por ejemplo dando una de cal y dos de arena en Naciones Unidas a propósito de las sanciones contra el régimen de Ahmadineyad, o haciéndole el juego a Hugo Chávez. Como nos dijo Héctor Ciavaldini, ex presidente de la petrolera venezolana PDVSA, “a los chinos tú les dices que eres fascista-leninista, y te lo compran a su favor”.
Se trataría de una salida airosa -al menos económicamente- para Repsol, mientras que a China le permitiría adquirir unos valiosísimos activos que encajarían cabalmente en su estrategia nacional, al tiempo que sus inacabables recursos financieros servirían para afrontar las inversiones millonarias que exige el Gobierno de Cristina Fernández. Si la operación no fructifica, alternativamente los chinos podrían entrar en un acuerdo a posteriori con el Gobierno argentino (a saber con qué formato), porque los chinos parece que sonlos únicos que tienen la financiación que se requiere y el estómago para invertir en un país con tanto riesgo como Argentina.
Los chinos son maestros en el arte de pescar en río revuelto. Fuimos testigo de ello durante la investigación de nuestro libro La Silenciosa Conquista China, principalmente en Venezuela e Irán, segunda y tercera potencia petrolera del mundo en términos de reservas y producción. En lo político, les dan coberturahasta el límite de la cólera estadounidense, por ejemplo dando una de cal y dos de arena en Naciones Unidas a propósito de las sanciones contra el régimen de Ahmadineyad, o haciéndole el juego a Hugo Chávez. Como nos dijo Héctor Ciavaldini, ex presidente de la petrolera venezolana PDVSA, “a los chinos tú les dices que eres fascista-leninista, y te lo compran a su favor”.
Realmente, China es demasiado avispada y lúcida como para involucrarse en la cruzada contra el Imperio –haciendo uso de la retórica chavista- que le proponenlos Chávez, Evo Morales, Correa, Castro y compañía. Tampoco participaría –se supone- en la deriva populista de la señora Fernández de Kirchner. Pero lo que sí hace es aprovechar las turbulencias para conseguir sus objetivos comerciales y estratégicos, de ahí que es perfectamente factible que laexpropiación de YPF haya levantado las orejas a más de uno en Pekín. Así se escribe la historia de la expansión china del mundo: con inteligencia y cálculo, pero también de forma camaleónica y sin escrúpulos.
Lo que, indudablemente, tiene su mérito, porque es capaz de implicarse en proyectos a largo plazo y muchísimo riesgo en países en los que casi nadie en su sano juicio se atrevería a invertir ni un duro. Quizá el mejor ejemplo es su inversión de ‘minerales por infraestructuras’ por valor de 6.000 millones de dólares en la República Democrática del Congo, uno de los países más problemáticos y jurídicamente inseguros del mundo. O en la propia Argentina, donde una empresa estatal china va a desembolsar –pese a su riesgo-país- 1.400 millones de dólares en la provincia de Río Negro para habilitar 320.000 hectáreas de tierra yerma al objeto de fertilizarlas y exportar la producción a China. Todo ello impulsado por otra necesidad estratégica del gigante: su seguridad alimentaria.
Si China se mete en un proyecto así, con la inseguridad jurídica de Argentina, sus históricos cuellos de botella logísticos y un sector agrario conflictivo y politizado,¿cómo no va a meterse en una operación que le permita entrar en el pastel de YPF?
Lo que, indudablemente, tiene su mérito, porque es capaz de implicarse en proyectos a largo plazo y muchísimo riesgo en países en los que casi nadie en su sano juicio se atrevería a invertir ni un duro. Quizá el mejor ejemplo es su inversión de ‘minerales por infraestructuras’ por valor de 6.000 millones de dólares en la República Democrática del Congo, uno de los países más problemáticos y jurídicamente inseguros del mundo. O en la propia Argentina, donde una empresa estatal china va a desembolsar –pese a su riesgo-país- 1.400 millones de dólares en la provincia de Río Negro para habilitar 320.000 hectáreas de tierra yerma al objeto de fertilizarlas y exportar la producción a China. Todo ello impulsado por otra necesidad estratégica del gigante: su seguridad alimentaria.
Si China se mete en un proyecto así, con la inseguridad jurídica de Argentina, sus históricos cuellos de botella logísticos y un sector agrario conflictivo y politizado,¿cómo no va a meterse en una operación que le permita entrar en el pastel de YPF?
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