A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

miércoles, 11 de abril de 2012

ROBERTO VIAU, EL BASQUETBOL EN PERSONA



                                                                           Por Osvaldo Ricardo Orcasitas (ORO)

El básquetbol argentino participó en los Juegos Olímpicos por primera vez en 1948. Esa Selección Nacional, con el Negro González, Furlong, Calvo, el Chafa Lledó y Tomás Vío, antes de viajar a Londres, jugó un partido amistoso para ajustar su preparación frente al Club de Gimnasia y Esgrima.
Cuando concluyó el encuentro, el público efectuó esta reflexión para sus adentros maravillado por las cosas que le vio hacer en la cancha a un chico de 16 años: "Se queda en Buenos Aires el mejor jugador..."
Dos años más tarde, en 1950, es decir sólo con 18, ese mismo chico terminó como el armador de los campeones del mundo. Era Roberto Luis Viau.
Empezó en su barrio desde "pulguita" en el histórico Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque, pasó a G.E.B.A. y en 1951 volvió a Parque. El periodista Carlos Fontanarrosa, que fue su amigo personal, decía: "Si había que buscarle club a Roberto, ése no podía ser otro que Parque..."
Además de ser campeón del mundo, su currículum registra estos títulos: campeón metropolitano en 1951 y 1954, campeón argentino con Capital Federal en Viedma 1953, medalla de plata en los Juegos Panamericanos de 1951 y 1955, semifinalista olímpico en Helsinki 1952 y campeón mundial universitario con Argentina en Dortmund 1953. Hizo también la gira con Parque por Europa en 1955.
Este retrato lo escribió el nombrado Fontanarrosa, quien fue su compañero como jugador en G.E.B.A. y tuvo un trato íntimo con él:
"Roberto Viau no era el jugador imparable por gol, aunque también la metía; ni el pasador exquisito que despreciaba el cesto, no era el jugador que se aburría en la media cancha, ni el que corría siempre debajo de los tableros. Dribleaba también como un maestro, pero nunca se quedó en puro dribleador.
Roberto era un poco de cada cosa y todo lo hacía bien, mucho más que bien. Viau fue un modelo que se escapó de un libro, el básquetbol en persona.
¿Roberto fue un modelo que se escapó de un libro?
No.
Nunca fue el técnico que se exhibe como un figurín. Fue agalludo, peleador de pelotas, rebotero con sangre. Aquí es donde comienza a ser crack y no un muestrario de cosas bien hechas, un modelo de basquetbolista. Mucho más que eso, Viau está dentro de la nómina de inolvidables por lo que siempre debe mostrar un crack de verdad: porque tuvo figura y forma de gran jugador, pero sobre todo FONDO y GENIO. Era de la clase de hombres que deja la marca..."
La primera vez que los norteamericanos perdieron en los Juegos Olímpicos o Panamericanos fue en 1955 cuando esta última competencia se realizó en el Distrito Federal de México. Fue con Argentina.
Faltaban 20 segundos en el Auditorio Nacional Mexicano y con el partido empatado en 53, nuestra Selección debía jugar la última pelota. La indicación de la dupla de técnicos que compusieron Casimiro González Trilla y Paco Del Río fue que definiera Roberto Viau. Así se hizo.
Se sacó después del minuto, se retuvo hasta que desde afuera se dio la orden: Roberto buscó la entrada con una finta y se levantó para tirar. Le cometieron foul en el aire a menos de un segundo del epílogo. Estrategia perfecta. Dos tiros libres. El primero ni tocó el aro. El segundo logró uno de nuestros triunfos históricos: 54-53.
Nuestro básquetbol también sufrió su Auswichtz, su exterminio. En 1956, como revanchismo político contra el peronismo, se sacó de circulación a todos nuestros campeones mundiales, que habían logrado la conquista durante dicho gobierno, acusados de profesionales. En esa época en la Federación Internacional imperaba el Código del Aficionado. Como argumento para sancionar la increíble inhabilitación, la entonces intervención en la Confederación Argentina esgrimió la orden libre de impuestos para importar un automóvil que recibieron como premio por el título mundial. Una verdadera aberración.
Fue como un fusilamiento en masa. Por edad (¡tenía apenas 24 años!), condiciones y futuro, que Roberto Viau no haya podido seguir jugando al básquetbol fue un crimen brutal. Pero ocurrió. Está en la historia, en su capítulo más doloroso.
"Entonces me fui a dirigir equipos, el de C. U. B. A., por ejemplo. Pero más lo hice para ir a comer después y poder seguir hablando de básquet...", explicó una vez. Se dedicó a trabajar por entero como operador en la casa de cambios Exprinter. Verlo en la porteña galería Güemes fue una costumbre.
El periodista Eduardo Alperín, por su parte, escribió en el diario "La Nación" destacando otro de sus perfiles: "Nació para hacer cualquier deporte. La natación lo atrajo, pero se enamoró del rectángulo rojo. De aquel polvo de ladrillo que se impregnaba por todas partes. Y el básquetbol fue su destino".
Afín con este concepto de sus notables cualidades polideportivas, don Casimiro González Trilla me contó que, después del título mundial, el plantel fue invitado a San Carlos de Bariloche, un clásico centro de la nieve. Estando allí coincidieron con el equipo nacional de esquí de Italia. Roberto Viau se puso a esquiar. Los asombró tanto a los italianos que enseguida se lo quisieron llevar...
El entrenador Jorge Canavesi evoca así al Roberto de 1950: "Tenía exuberancia física. Era un gran estilista que en esa época, por su juventud, todavía le faltaba el aplomo para desenvolverse con absoluta estabilidad, pero que ya dejaba ver al gran jugador que fue más adelante. Esa vez fue el "benjamín rebelde", aparentemente. Roberto gozaba cuando jugaba, ya sea en partidos o en los entrenamientos. Siempre aplicaba la plenitud de su vitalidad y tenía una magnífica aptitud para cambiar en un segundo de la pasividad total a la gran manifestación de energía o destreza física".
Para sintetizarlo, Paco del Río enfatizó una expresión: "Tecnicismo puro".

OPINION SANTIAGUEÑA

El jugador santiagueño Carlos "Cacho" Cisneros, ya desaparecido, fue su compañero en el Sudamericano de Cúcuta 1955. Le gustaba escribir y redactó este texto:
"Fui compañero de Rafael Lledó durante años, se las sabía a todas; jugué al lado de Oscar Furlong y lo vi en muchos partidos internacionales; alcancé a jugar en contra del gran Raúl Calvo; nos marcamos mutuamente con el Negro Ricardo González, pero Roberto Viau era distinto, era algo nuevo en el país: el más completo jugador del básquetbol argentino de esa época que fue de oro".
Murió muy joven, a los 39 años, el 6 de junio de 1971.
El día de su entierro en el cementerio de la Chacarita había un estrado preparado para que alguien lo despidiera con unas palabras. Subió un dirigente y lo hizo sencilla y sentidamente. El estrado quedó vacío esperando que algún amigo también subiera para decir algo. Estaban todos. Los personales, sus compañeros y sus rivales. Ninguno pudo articular palabra. Se miraron a través de las lágrimas. Ninguno pudo. Fueron tres o cuatro minutos de silencio puro. Ninguna palabra, el estrado sin nadie y una despedida de sollozos en la que cualquier palabra hubiera quedado de más...
Fue el más dulce y profundo adiós.

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