Fue un campeón sin corona. Un piloto reconocido por su talento más allá de sus resultados. Gilles Villeneuve falleció hace ahora 30 años (8 de mayo de 1982) tras un brutal accidente en el circuito belga de Zolder que aún hoy estremece al verlo.
Villeneuve fue uno de esos pilotos atípicos que salen muy de cuando en cuando. Apareció en el Mundial prácticamente de la nada. James Huntse fijo en él durante una carrera de la Fórmula Atlantic en Canadá. Fue el juerguista campeón de 1976 quien insistió a McLaren para que lo fichara. Al parecer se quedó impresionado con su estilo al entrar en las curvas y sus descomunales derrapadas, fruto de muchos años de entrenamiento sobre la nieve. En Woking acabaron por transigir y corrió su primera y única carrera con la escudería británica en julio de 1977, en Silverstone. Acabó undécimo, un resultado que ni fu ni fa. Ya no volvieron a contar con él.
Fatídica clasificación
El subcampeonato de 1979 es lo más cerca que estuvo Gilles Villeneuve de la gloria. Nunca más volvió a acercarse al título. Su leyenda comienza dos semanas antes de su muerte, durante la disputa del GP de San Marino, su última carrera. La prueba fue dominada por los Ferrari de Villeneuve y su compañero Didier Pironi, un joven francés que apuntaba muy alto. Tanta era la diferencia entre ellos y el resto que desde el muro les llegaron órdenes de aminorar para evitar riesgos. Villeneuve cumplió, pero en la última vuelta se vio sorprendido por el adelantamiento de su compañero. Pironi ganó aquella carrera, pero también el odio eterno del canadiense.
Se dice que el canadiense apuró más de la cuenta para batir a Pironi, autor en ese momento del mejor tiempo en clasificación con una ventaja de apenas una décima. Sea cierto o no, aquel día Gilles Villeneuve se ganó un puesto entres los grandes nombres de la Fórmula 1.
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