Hace mas de 10 años, Argentina sufrió la peor crisis económica de su historia. En 1999, el entonces presidente de Argentina, Fernando De la Rúa, heredó un déficit fiscal en la administración de más de 7000 millones de pesos, la deuda externa ahogaba al país y los escándalos de corrupción brotaban como hongos a lo largo del mapa. Para ponerle remedio, De la Rúa anunció un ajuste del gasto público de2.000 millones de dólares que incluía un recorte del 5% a las universidades públicas.
El 3 de diciembre de 2001 De la Rúa tomó una decisión histórica: prohibió la libre circulación del crédito bancario y limitó a 250 pesos semanales las extracciones bancarias. Tan solo unos meses antes el Congreso argentino había garantizado la libre disponibilidad de los depósitos bancarios por medio de la Ley de Intangibilidad de los Depósitos.
Esta medida, lejos de solucionar la situación, fue el detonador que lo hizo estallar todo. La situación argentina había llegado a un punto de no retorno y la gente salió a la calle a buscar culpables. Para cuando los argentinos pudieron recuperar su dinero, vieron que el hechizo se había roto: los pesos ya no eran dólares y valían 3 veces menos que antes. En general todo el país era el triple de pobre.
En su origen, la palabra «corralito» se usaba en Argentina para referirse al recinto de suelo acolchado y rodeado por barrotes donde se encierra a los niños pequeños (un «parque» en España). Una jaula infantil para que los niños no se escapen y permanezcan seguros. La ironía del periodista argentino Antonio Laje adoptó el término para referirse a los bancos: prisiones de las que el dinero no debía escaparse. Desde entonces cada vez que un gobierno limita o prohibe la libre circulación del crédito bancario, ese fenómeno es llamado «corralito».
Después del «corralito» vino el «corralón»: el Gobierno argentino confiscó y devaluó los depósitos a plazos fijos. Once años después de que ocurriera el «corralito», mucha gente continúa sin recibir el dinero perdido.
Ahora el gobierno de Cristina Fernandez va por el mismo camino. Por las dudas comenzaron a sonar las cacerolas.
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