Por Enrique Arenz <http://site.informadorpublico.com/?author=117>
Carta al Jefe de ministros: El aplaudidor que nos falta el respeto.
Tiene razón: los que salimos a la calle el 13 de septiembre estábamos bien
vestidos. Tan bien vestidos como se lo suele ver a usted aplaudiendo en el
Salón Blanco, y seguramente como lo están todos sus amigos y familiares.
Y también es verdad que casi todos pertenecemos a la clase media, la que
trabaja y produce, la que tiene auto y también la que viaja en los trenes
infernales que usted habrá conocido por los diarios y la televisión.
Y esas personas bien vestidas, que esa noche le dijimos al gobierno muchas
cosas, entre otras que no queremos chorros ni les tenemos miedo, estamos muy
orgullosos de ser el conglomerado social más importante de la Argentina.
Porque la Argentina es una nación de clase media.
¿Sabe por qué, señor ministro? Porque en este país, sentirse “clase media” o
-tal vez esto le guste más- tener conciencia de clase (de clase media,
claro) es un ideal que nos hace sentir bien y que hemos heredado de nuestros
padres y abuelos que empezaron de muy abajo y pudieron alcanzar en la vida
una posición relativamente próspera. Unos más otros menos. Con más o con
menos suerte en la vida. Algunos lo perdieron todo, otros sobreviven con muy
poco, como los jubilados o como los que reciben un modesto sueldo que la
inflación les devora día tras día.
Porque ser clase media en la Argentina no es necesariamente estar bien
vestido y tener una buena posición económica (aunque todos aspiramos a
lograr eso), ser clase media es tener una clara vivencia cultural, una
idiosincrasia de clase media, una tendencia espiritual que llevamos en el
alma y que nos enorgullece y nos motiva permanentemente.
No sé si usted lo observó (los políticos no suelen ver los detalles que
saltan a la vista), pero cuando usted va a su dentista, el profesional que
lo atiende pertenece a la clase media, pero curiosamente su linda y
simpática secretaria también se siente parte de la orgullosa clase media
argentina, aunque a lo mejor gana muy poco y se lo gasta todo en ropa.
Usted no tiene ningún derecho de faltarnos el respeto como lo hizo. La clase
media, a la que pertenecemos casi todos los trabajadores argentinos
(empleados de comercio, bancarios, empleados públicos, maestros,
profesionales y hasta los camioneros de Moyano) es la que lo mantiene a
usted, la que le paga el sueldo que ni siquiera se gana, porque por lo que
sabemos hace muy poco, además de aplaudir y sonreírle simpáticamente a la
vanidosa presidente, ¡y hasta festejarle que le diga que debe tenerle un
poquito de miedo! ¿No le da vergüenza, señor Abal Medina? Usted no da
conferencias de prensa, no habla con el periodismo, no se reúne con los
ministros que se supone usted coordina. Sólo aplaude, y cuando habla lo hace
para faltarnos el respeto, ¡usted, nuestro servidor, nuestro empleado! ¿No
se aburre de no hacer nada? Y no me diga que de vez en cuando toma alguna
decisión difícil porque eso no se lo va a creer nadie. Todos sabemos que en
este gobierno los ministros son cuatros de copas, menos importantes que los
secretarios que tienen debajo y que los vigilan ominosamente.
Entonces, siendo usted tan poco relevante, tan poco útil a este país, no nos
falte el respeto. No diga burlonamente que ni siquiera pisábamos el pasto
para no ensuciarnos los zapatos. ¿Sabe por qué no pisamos el pasto? Porque
de chiquitos nos enseñaron a respetar las propiedades privadas y públicas.
El césped no debe pisotearse para que las plazas luzcan bellas. A usted tal
vez sus padres no se lo enseñaron, pero a nosotros sí, como también nos
enseñaron a respetar a nuestros maestros, a reverenciar nuestra Constitución
y a saber intercambiar ideas con quienes piensan distinto sin insultarlos ni
considerarlos enemigos. Eso aprendimos de nuestros mayores quienes,
orgullosamente, nos sentimos clase media argentina.
Señor Abal Medina, no se meta con nosotros porque le puede ir muy mal. Somos
respetuosos e infinitamente pacientes, pero sabemos defendernos y hacer
valer nuestros derechos. Muchos de nosotros no votamos ni votaríamos jamás a
Cristina, pero otros si la votaron y sin embargo estaban en la calle la
noche histórica del 13 de septiembre. Yo conozco a unos cuantos. ¿Y sabe por
qué esas personas salieron a protestar? Porque su jefa es una mentirosa, y
se calló durante la campaña todo lo que ahora está haciendo en contra de la
voluntad del pueblo argentino. Nunca dijo que confiscaría empresas privadas,
que encubriría escandalosos casos de corrupción, que nos prohibiría comprar
dólares como si eso fuera un delito, que nos impediría salir del país
libremente, que nos cobraría impuestos a las ganancias aún a quienes ganan
modestos sueldos o viven de una jubilación, que usaría los fondos de la
ANSES para dar subsidios que nadie sabe a qué bolsillos van a parar, porque
todos los servicios andan cada vez peor, y, sobre todo, nunca prometió que
reformaría lo más sagrado que tenemos, nuestra prenda de unión: la
Constitución Nacional, a la cual ella juró solemnemente cumplir y hacer
cumplir.
Entonces, señor jefe de gabinete, tenga mucho cuidado con lo que dice. Más
bien, si tiene un poco de sentido común, y si es que se anima, dele algún
buen consejo a su jefa, dígale que es necesario escuchar lo que la gente
reclama en la calle. Aprenda del señor Horacio González que de querer
censurar a Vargas Llosa pasó saludablemente a decir algo sensato, que no es
otra cosa que escuchar el clamor de la gente. Ahora, si ella lo hace callar
en el acto, como es muy probable, tenga un poco de dignidad, renuncie, y
después recorra los canales de televisión como su antecesor Alberto
Fernández.
Enrique Arenz
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