A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

sábado, 22 de septiembre de 2012

NO FALTE EL RESPETO SEÑOR ABAL MEDINA




Por Enrique Arenz  <http://site.informadorpublico.com/?author=117


Carta al Jefe de ministros: El aplaudidor que nos falta el respeto.


Tiene razón: los que salimos a la calle el 13 de septiembre estábamos bien

vestidos. Tan bien vestidos como se lo suele ver a usted aplaudiendo en el

Salón Blanco, y seguramente como lo están todos sus amigos y familiares.


Y también es verdad que casi todos pertenecemos a la clase media, la que

trabaja y produce, la que tiene auto y también la que viaja en los trenes

infernales que usted habrá conocido por los diarios y la televisión.


Y esas personas bien vestidas, que esa noche le dijimos al gobierno muchas

cosas, entre otras que no queremos chorros ni les tenemos miedo, estamos muy

orgullosos de ser el conglomerado social más importante de la Argentina.

Porque la Argentina es una nación de clase media.


¿Sabe por qué, señor ministro? Porque en este país, sentirse “clase media” o

-tal vez esto le guste más- tener conciencia de clase (de clase media,

claro) es un ideal que nos hace sentir bien y que hemos heredado de nuestros

padres y abuelos que empezaron de muy abajo y pudieron alcanzar en la vida

una posición relativamente próspera. Unos más otros menos. Con más o con

menos suerte en la vida. Algunos lo perdieron todo, otros sobreviven con muy

poco, como los jubilados o como los que reciben un modesto sueldo que la

inflación les devora día tras día.


Porque ser clase media en la Argentina no es necesariamente estar bien

vestido y tener una buena posición económica (aunque todos aspiramos a

lograr eso), ser clase media es tener una clara vivencia cultural, una

idiosincrasia de clase media, una tendencia espiritual que llevamos en el

alma y que nos enorgullece y nos motiva permanentemente.


No sé si usted lo observó (los políticos no suelen ver los detalles que

saltan a la vista), pero cuando usted va a su dentista, el profesional que

lo atiende pertenece a la clase media, pero curiosamente su linda y

simpática secretaria también se siente parte de la orgullosa clase media

argentina, aunque a lo mejor gana muy poco y se lo gasta todo en ropa.


Usted no tiene ningún derecho de faltarnos el respeto como lo hizo. La clase

media, a la que pertenecemos casi todos los trabajadores argentinos

(empleados de comercio, bancarios, empleados públicos, maestros,

profesionales y hasta los camioneros de Moyano) es la que lo mantiene a

usted, la que le paga el sueldo que ni siquiera se gana, porque por lo que

sabemos hace muy poco, además de aplaudir y sonreírle simpáticamente a la

vanidosa presidente, ¡y hasta festejarle que le diga que debe tenerle un

poquito de miedo! ¿No le da vergüenza, señor Abal Medina? Usted no da

conferencias de prensa, no habla con el periodismo, no se reúne con los

ministros que se supone usted coordina. Sólo aplaude, y cuando habla lo hace

para faltarnos el respeto, ¡usted, nuestro servidor, nuestro empleado! ¿No

se aburre de no hacer nada? Y no me diga que de vez en cuando toma alguna

decisión difícil porque eso no se lo va a creer nadie. Todos sabemos que en

este gobierno los ministros son cuatros de copas, menos importantes que los

secretarios que tienen debajo y que los vigilan ominosamente.


Entonces, siendo usted tan poco relevante, tan poco útil a este país, no nos

falte el respeto. No diga burlonamente que ni siquiera pisábamos el pasto

para no ensuciarnos los zapatos. ¿Sabe por qué no pisamos el pasto? Porque

de chiquitos nos enseñaron a respetar las propiedades privadas y públicas.

El césped no debe pisotearse para que las plazas luzcan bellas. A usted tal

vez sus padres no se lo enseñaron, pero a nosotros sí, como también nos

enseñaron a respetar a nuestros maestros, a reverenciar nuestra Constitución

y a saber intercambiar ideas con quienes piensan distinto sin insultarlos ni

considerarlos enemigos. Eso aprendimos de nuestros mayores quienes,

orgullosamente, nos sentimos clase media argentina.


Señor Abal Medina, no se meta con nosotros porque le puede ir muy mal. Somos

respetuosos e infinitamente pacientes, pero sabemos defendernos y hacer

valer nuestros derechos. Muchos de nosotros no votamos ni votaríamos jamás a

Cristina, pero otros si la votaron y sin embargo estaban en la calle la

noche histórica del 13 de septiembre. Yo conozco a unos cuantos. ¿Y sabe por

qué esas personas salieron a protestar? Porque su jefa es una mentirosa, y

se calló durante la campaña todo lo que ahora está haciendo en contra de la

voluntad del pueblo argentino. Nunca dijo que confiscaría empresas privadas,

que encubriría escandalosos casos de corrupción, que nos prohibiría comprar

dólares como si eso fuera un delito, que nos impediría salir del país

libremente, que nos cobraría impuestos a las ganancias aún a quienes ganan

modestos sueldos o viven de una jubilación, que usaría los fondos de la

ANSES para dar subsidios que nadie sabe a qué bolsillos van a parar, porque

todos los servicios andan cada vez peor, y, sobre todo, nunca prometió que

reformaría lo más sagrado que tenemos, nuestra prenda de unión: la

Constitución Nacional, a la cual ella juró solemnemente cumplir y hacer

cumplir.


Entonces, señor jefe de gabinete, tenga mucho cuidado con lo que dice. Más

bien, si tiene un poco de sentido común, y si es que se anima, dele algún

buen consejo a su jefa, dígale que es necesario escuchar lo que la gente

reclama en la calle. Aprenda del señor Horacio González que de querer

censurar a Vargas Llosa pasó saludablemente a decir algo sensato, que no es

otra cosa que escuchar el clamor de la gente. Ahora, si ella lo hace callar

en el acto, como es muy probable, tenga un poco de dignidad, renuncie, y

después recorra los canales de televisión como su antecesor Alberto

Fernández.

Enrique Arenz

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