Los influyentes de la Fórmula 1 suelen caer de su pedestal por dos motivos:dinero o venganza. A veces las dos poderosas razones se funden en una sola y el asunto deriva en secretos manejos de despacho. A Flavio Briatore se lo llevó por delante el despecho de un padre (Nelson Piquet) que cantó la traviata porque, dice, el jefe de Renault no cumplió lo prometido con su niño. A Ron Dennis se lo quitaron de encima con la mayor multa económica de la historia por el affaire de los espías industriales de McLaren y Ferrari. Max Mosley abandonó la poltrona de la FIA por un vídeo de una orgía de tinte nazi, ideada según él por un influyente enemigo al que había destruido (se supuso que hacía mención a Ron Dennis). En esa espiral que atrapa a los apellidos más rotundos de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone -el que parecía intocable- se ha puesto motivo de caducidad. "Si los alemanes vienen a por mí...".
El asunto viene de lejos y está relacionado con su majestad el dólar. Ecclestone dice que tendrá que dejar el bastón de mando de la Fórmula 1 si la fiscalía de Múnich lo imputa por corrupción de un funcionario público. El ex banquero germano Gerhard Gribkowsky cumple condena de ocho años y medio de prisión por cohecho, desfalco y fraude fiscal. Uno de los delitos consiste en dejarse sobornar por Ecclestone a cambio de 44 millonesde euros.
El fiscal acusa a Gribkowski de organizar la venta de las participaciones que su banco (Bayer LB) tenía en la Fórmula 1 en beneficio de Ecclestone y del fondo de inversión que promocionaba, CVC. Ecclestone recompensó al banquero con esa generosa cifra. Gribkowsky confesó durante el juicio que Ecclestone le pagó esa comisión ilegal para obtener derechos televisivosde las carreras de la Fórmula 1. Gracias a esa afirmación, redujo su condena.
Ecclestone ya declaró en su momento ante el juez que el banco poseía la mitad de los derechos de emisión de las carreras (2006) y que "no tenía otra opción" para quedarse con la titularidad.
El caso sigue abierto y el fiscal de Múnich se ha convertido en la piedra angular del final del camino que atisba Bernie Ecclestone, un personaje único, respetado por sus semejantes en la F-1 que, como casi todos, puede acabar desalojado de su puesto por el fulgor del dinero.
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