Por Jorge Abdenur
“Ocurre que el paisaje de
un verde monótono, sin colores y los
arenales cautivaron a los árabes turcos,
sirios y libaneses. Hombres que podríamos definirlos como fenicios. Solo saben
hacer comercio. Nunca un esfuerzo productivo y mucho menos un proyecto de
desarrollo. Nadie se anima a decir que la pobreza de estas provincias tienen
mucho que ver este grupo étnico que vinos a estos lares.”
Juan Gómez
Analicemos párrafo por párrafo esta parte de un escrito que el periodista Juan Gómez publicó en “Milenio Mdq” bajo el título “Otra mirada de la
inmigración santiagueña” porque es delicioso.
“El paisaje de un verde monótono, sin colores y los
arenales”. O es verde o no tiene colores o hay arenales o la coma está mal
puesta, las cuatro cosas juntas son una mescolanza de datos contrapuestos que
no se entienden. ¿Es malo o bueno que un paisaje sea verde monótono?, ¿de qué
verde habla?, ¿del verde tipo pasto inglés?, ¿del verde quebracho?, ¿del verde
que te quiero verde?, ¿qué tiene que un paisaje sea verde monótono?
“Cautivaron a los árabes turcos, sirios y libaneses”.
Alguna vez Alberto Tasso publicó un escrito memorable que habla de la importancia
de la coma. Ateniéndonos a ese escrito y a lo aprendido en la Escuela 40
podríamos preguntar quiénes son los “árabes turcos”, cuántos conoce Gómez en
Santiago que tengan las dos etnias, cuándo llegaron, porque nadie ha visto
nunca uno en Santiago. Porque a
la Argentina llegaron muy pocos y a Santiago menos. Además ¿por qué cautivaron
a los árabes los arenales?, ¿porque también hay en su pago?, ¿entonces los que
se fueron al Brasil se confundieron y los que emigraron a Estados Unidos
eligieron solamente Nuevo México o Texas para instalarse? Pregunto, ¿los que se
asentaron en Tucumán por qué no se vienen ya que están tan cerca y tanto aman los arenales?
“Hombres que podríamos definirlos como fenicios”. Ahí sí
que acierta, Gómez. Pero sólo en parte, porque descendientes de los fenicios lo
que se dice fenicios, son una parte de los libaneses. Junto a otros muchos
pueblos del Mediterráneo donde esa etnia se estableció. Pero che, ¿fenicios
nada más?, ¿todo el patrimonio intelectual de un pueblo cabe en una palabra
que, para peor está usada en forma despectiva?, ¿no será mucho prejuicio junto?
Pero en el párrafo siguiente lo aclara, ¡aleluya!, cuando
define “sólo saben hacer comercio”. Dejando aparte lo chapucero de la descripción
“hacer comercio”, de nuevo la pregunta. Porque el “solo” condiciona lo que
viene después. No saben hacer otra cosa, solamente comerciar, es decir comprar
barato y vender caro. Por eso entre sus hijos no hay abogados ni médicos ni ingenieros
ni artistas ni escritores ni policías ni maestras ni sociólogos ni municipales
ni empresarios de la construcción. Sus padres se dedicaron a lo único que esta
tierra les permitía. Y sí, Juan Gómez, eran medio ignorantes, algunos eran
analfabetos en árabe y lo continuaron siendo en español, pero, ¿sabe?, casi
siempre emigra el más pobre, el que no tiene posibilidades, el muerto de
hambre. Como los italianos, a los que se les decía “tanos brutos” o los
españoles a quienes se califica de “gallegos” y son la brutalidad por
excelencia según el dicho popular. Y todos del sur europeo, fijesé. Porque
vinieron pocos franceses, que son la finura hecha pueblo, pocos alemanes, esos
sí que son buenos, no matan una mosca ni -mucho menos- seis millones de judíos,
vea. Pocos ingleses que hubieran tratado a los infelices Gómez de esta tierra
como “nativos incultos” o “uneducated natives” para decirlo más finamente.
“Nunca un esfuerzo productivo y mucho menos un proyecto
de desarrollo”. Así, tajante, categórico, dogmático. “Nunca”. Ninguno de esos
árabes turcos, sirios y libaneses instaló jamás una industria, ni un molino
como los que cuentan que pusieron a funcionar en los departamentos del norte,
ni una fabriquita ni un comercio, ya que estamos, que también vendría a ser “un
esfuerzo productivo”. Nada, son vagos toda la vida, según el escrito. Diga que
no hay muchos gitanos en Santiago, si no, ¿sabe qué?, ya estaba pidiendo Gómez
que salgamos a pillarlos para meterlos en una cámara de gas.
“Nadie se anima a decir que la pobreza de estas
provincias tienen mucho que ver este grupo étnico que vinos a estos lares. “
Salvo él, claro, que desde estudios sociológicos desconocidos hasta el momento,
agarra valientemente la pluma y lo dice. ¡Fáh!, qué bárbaro, che. Ahora, una
preguntita para Gómez, salvo Eduardo Miguel, que nombre otro gobernador de
origen árabe turco, sirio o libanés. Repasemos los últimos, de adelante para
atrás. Gerardo Zamora, mendocino, criollo o descendiente directo de españoles.
Pablo Lanusse, con varias generaciones en la Argentina. Mercedes Aragonés y
Carlos Juárez con varias vidas de antepasados en Santiago. Juan Schiaretti
cordobés de apellido italiano. Fernando Martín Lobo, con árbol genealógico que
demuestra que ya andaban por aquí desde hacía mucho en tiempos de las
montoneras. Carlos Aldo Mujica, más criollazo imposible. César Eusebio Iturre, también
criollo del departamento Quebrachos. Carlos Jensen, danés por una parte, indio
por la otra.
Oiga, ¿dónde estaban los árabes turcos, sirios y
libaneses que empobrecieron la provincia cuando gobernaban los criollos?
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