Son mujeres pero parecen hombres. La geografía las ubica en Albania y los libros sostienen que hoy, en la entrada del siglo XXI, no son más de 30. Las vírgenes juradas representan la única manera institucionalizada de cambio de género en el viejo continente y su realidad, al menos, sorprende. Tanto así, que la reconocida fotógrafa Jill Peters decidió mostrarlas a través de su lente.
"‘Virgen Jurada’ es el término con el que se nombra, en los Balcanes, a una (biológicamente hablando) que ha elegido, por lo general a una edad temprana, asumir la identidad social de un hombre para la vida. Esta tradición se remonta a cientos de años y era necesaria en una sociedad que vivía en clanes tribales y seguía el Kanun, un código legal arcaico”, explica Peters en su sitio. Tan arcaico y opresivo que “consideraba a las mujeres propiedad de sus maridos. No podían votar, conducir, hacer negocios, ganar dinero, beber, fumar, jurar, tener un arma de fuego o usar pantalones. Las niñas eran comúnmente forzadas a matrimonios concertados, a menudo con hombres mucho mayores, en los pueblos lejanos”, continúa la fotógrafa.
Hoy son un puñado, es sólo un pequeño grupo el que mantiene esta costumbre que las llevó, casi a la fuerza, a convertirse al sexo opuesto. En aquel momento, devenir en una virgen jurada (o "burnesha") era “la única posibilidad de elevar a una mujer a la condición de un hombre, lo que le concedía todos los derechos y privilegios de la población masculina. Para manifestar este cambio, las mujeres se cortaban el pelo, se vestían con prendas de hombres y, a veces, incluso cambiaban su nombre. (…) Y lo más importante de todo, tomaban el voto de celibato para permanecer castas de por vida”, concluye.
Por necesidad, y hace siglos, ellas se convirtieron en un ellos. Hoy, esto es lo que perdura: mirá las fotos.
Fuente: Jill Peters Photography
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