A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

lunes, 16 de septiembre de 2013

LOS FEOS MOMENTOS QUE VIVE EL GOBIERNO


Por Julio Blanck
Feo problema el del Gobierno. Después del sopapo recibido en las primarias empezó a hacer algunas de las cosas que la sociedad reclamaba y que hasta ese momento se había empeñado en ignorar. Pero a pesar de todo, Sergio Massa les saca cada vez más ventaja en las encuestas bonaerenses, sin contar con el derretimiento persistente del kirchnerismo en otras grandes provincias.
Para peor, con el tema de la inseguridad, el súbito cambio de discurso –más en sintonía con el drama real de tantísima gente– amenaza con fisurarle el voto propio de compromiso simbólico, que es el último refugio en el que Cristina y los suyos podrán recostarse.
Resultado: no suman con el giro en algunas posiciones y en cambio corren el riesgo de seguir restándose a sí mismos. Se llama pérdida del rumbo, o parábola inevitable de la pérdida de poder.
Pero eso no es todo. Lo que empezó a suceder por debajo de la superficie, y quizás sea lo más relevante, es el acelerado proceso de reagrupamiento en el peronismo. Cuando se dice peronismo, en este contexto, se borronean las fronteras entre oficialistas y opositores.
Premisa básica de ese movimiento es dar por hecho que se termina sin remedio en 2015 el ciclo del kirchnerismo en el Gobierno. Lo que venga de aquí en más será la puesta en escena de la ingeniería de la sucesión. Protagonistas de este proceso son todos aquellos que quieren acrecentar su poder o, de mínima, conservar el que tienen.
La “liga de gobernadores” reunida hace un par de semanas en Corrientes es un actor fuerte en este escenario. Allí la figura sobresaliente era Daniel Scioli, aún mellado por el surgimiento triunfal de Massa en la Provincia.
El subtexto del encuentro correntino era la reagrupación peronista para diseñar el futuro sin Cristina. Esto, a pesar de que gobernadores como Sergio Urribarri y Jorge Capitanich hicieron defensas muy encendidas de la Presidenta y del modelo. En todo caso, lo que quedaron expuestas fueron las tensiones internas entre esos jefes territoriales y la distinta manera en que perciben la posibilidad de escalar hacia porciones más grandes de poder.
En esa reunión, aunque es tanto o más peronista que cualquiera, no estuvo José Manuel De la Sota, ubicado en la oposición dura a Cristina. El gobernador cordobés no será ajeno a las construcciones en este espacio. Parece haber capotado su acercamiento con Massa –que le caminó Córdoba de la mano de opositores internos y externos– y en el peronismo sigue teniendo mucho para decir y ser escuchado.
Desde Massa hasta los peronistas oficialistas que quieren protagonizar lo que viene, todos esperan que Scioli quede arruinado por el resultado de octubre.
Hasta hace poco Scioli les venía dando el gusto, con sus sobreactuadas defensas de la Presidenta y del modelo. Pero Scioli ya dio muestras de que no le gusta comer vidrio. Hoy lleva largos días de prudencia discursiva, en un retorno a su estilo resbaladizo, inasible. Se corrió del centro de la escena y hasta bromea sobre las precauciones que ha tomado: “Ahora estoy en cuarentena” dice el gobernador. Para la elección no faltan 40 días, faltan 44. No es lo mismo, pero es igual.
Scioli quiere llegar competitivo a marzo. Para entonces, calcula, habrá bajado la espuma del amplio y previsible triunfo de Massa en la Provincia, y quizás se hayan atenuado los ruidos posteriores a semejante resultado, que va a impactar de lleno en la Casa Rosada. El problema de Scioli es si el impacto también lo incluye: quizás eso ponga en duda la opinión de los que hoy confían en él más que en Massa para organizar el futuro.
Frente a esa hipótesis, el gobernador tomó algunas previsiones. La primera fue alentar cierta autonomía de Martín Insaurralde en la campaña, como se vio en su postura a favor de bajar la edad de imputabilidad de los menores. Sobre el mismo eje témático, la inseguridad, Scioli hizo otra jugada nombrando a Alejandro Granados como ministro del área, devolviendo a su leal amigo Ricardo Casal a la cartera de Justicia.
El gesto de Scioli resultó inequívoco, en dirección a consolidar su alianza con los intendentes del Gran Buenos Aires, cofradía a la que pertenecen tanto Granados, patrón de Ezeiza, como Insaurralde, alcalde de Lomas de Zamora.
Los dos son del sur del GBA, la Tercera Sección electoral, legendario bastión peronista, donde Massa no pudo imponer su ráfaga arrasadora. Allí las listas oficialistas ganaron por algo más de 5 puntos. En cambio en la zona Norte-Oeste, Primera Sección, la paliza fue brava: el kirchnerismo perdió por casi 20 puntos.
A Scioli y los intendentes no los une el amor sino Cristina.
Esos jefes comunales dicen estar esperanzados porque “los ultras - como apodan sin ningún cariño a los defensores más cerrados de la Presidenta- se dieron cuenta de que lo de ellos no va más”.
Siguen reuniéndose con los emisarios del Gobierno, planifican hipotéticas estrategias de recuperación electoral y van a seguir sacándose las fotos que sean necesarias con Cristina. Pero están dando pasos hacia la consolidación de una identidad que les permita tener voz y voto en el juego grande.
Quieren ser un punto de apoyo del nuevo eje de poder peronista, junto con la “liga de gobernadores”. Suena muy ambicioso. Ellos dicen que“nadie puede ser presidente sin tener en cuenta a la provincia de Buenos Aires”.
Para ese conjunto de intendentes que tiene a Fernando Espinoza, de La Matanza, como principal referente, hay una pregunta obligada: ¿cómo sostener esta idea si Massa termina sacando una ventaja contundente en la provincia que ellos dicen representar? La respuesta es “falta mucho”. Son palabras que valen por lo que implican más que por su literalidad.
En el día a día, los intendentes trabajan para achicar el daño electoral en octubre. Por eso van a respaldar en lo que puedan a Insaurralde, más allá de los recelos internos. Y más ahora, que lo dejaron solo los ultrakirchneristas.
Bien vista, la descalificación que le dedicaron a Insaurralde incluso sus propios compañeros de lista, obedece más al realineamiento peronista en despunte que al tema específico de la inseguridad.
Sucede que Insaurralde cerró filas junto a Scioli, con quien se encuentra más cómodo políticamente. Ese movimiento lo alejó de Cristina. En ese contexto habló de bajar la edad de imputabilidad y desató la destructiva reacción en su contra. Esto revela que el cristinismo necesita establecer con urgencia un severo cordón sanitario, para desalentar nuevas fugas de los que no están dispuestos a atarse al palo mayor y si es preciso hundirse junto a ellos.
Así, las reacciones alrededor de Insaurralde pueden ayudar a entender dónde está parado cada uno.
Florencio Randazzo, ayer, dijo discrepar con la propuesta de Insaurralde, pero le reconoció “valentía” para hablar de un tema tabú para el relato dominante. Quizás no son sólo intendentes o gobernadores los que se imaginan a sí mismos instalados en un nuevo escenario. Por lo visto también hay ministros. Como el peronista bonaerense Randazzo, o como el mismo Julio De Vido, el único integrante del gabinete que en estos días le siguió atendiendo el teléfono al atribulado Insaurralde.

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