A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

domingo, 5 de febrero de 2017

ROBLEDO PUCH A UN PASO DE LA LIBERTAD



Por Rolando Barbano
¿Qué pasa si algún día nunca llega? “Esto fue un circo romano”, gritó, exaltado, ante los tres jueces que acababan de condenarlo en un juicio a puertas cerradas, en plena dictadura. “Algún día voy a salir y los voy a matar a todos”, anunció, antes de volver a su celda.
Y allí sigue. Carlos Eduardo Robledo Puch, el mayor asesino civil de la historia argentina, cumplió ayer 45 años preso.
Algún día, para él, no llegó nunca.
Aunque podría hacerlo pronto.
Robledo Puch es el argentino que más años lleva dentro de una prisión. Suma más que su admirado Jorge Rafael Videla, o que Miguel Etchecolatz. Superó al dentista Ricardo Barreda, hoy en libertad. “Ni los nazis condenados en el juicio de Nüremberg, ni Nelson Mandela en Sudáfrica sufrieron la cárcel a que fui sometido con apenas 20 años recién cumplidos”, señaló en una carta que le dirigió el año pasado a la gobernadora María Eugenia Vidal, en la que le pidió un “indulto extraordinario”. Sobre él pesa una sentencia a reclusión perpetua con accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, una pena declarada inconstitucional por la Corte Suprema.
Pero sigue detenido.
“La presente se ha convertido en una pena que se agotaría con la muerte, siendo que la pena de muerte no cuenta con precedentes en nuestro país; y no sería bueno que justo ahora se estableciera uno porque, señora Vidal, se transformaría en una pena desproporcionada, cruel, inhumana y degradante”, agregó en aquella carta.
Quizás no se llegue a tanto. Algún día ya no está tan lejos.
Hijo de un ama de casa de ascendencia alemana y de un mecánico de la General Motors, Robledo Puch se crió en un hogar de Tigre donde ni sobraba ni faltaba. Fanático de River, jugaba al ajedrez, iba a misa los domingos, estudiaba inglés, hablaba alemán y aprendía piano. Ser un músico de jazz y conducir autos potentes eran sus sueños. Sólo cumpliría el segundo, aunque por poco tiempo.

Robledo Puch, a un paso de la libertad
Robledo Puch, en 1972, a los 20 años.
“Mi mamá me mimaba demasiado. Siempre estaba encima mío y yo saltaba como una cobra cuando lo hacía”, diría en una pericia de 1985. “Ella me contaba que papá no cumplía ni con los deberes conyugales. Y que cuando volvía de trabajar tampoco venía a darme un beso a la cama porque no tenía tiempo”.
La calle era su lugar. Motorizado por el afrodisíaco de los fierros y la velocidad, a los 16 años ya había pasado por un instituto de menores -lo detuvieron con una moto robada- y por varios colegios privados, de los cuales siempre se fue expulsado por problemas de conducta. Empezaba la década del ‘70 cuando conoció a Jorge Ibañez, un pibe un año mayor que había hecho carrera robando limosnas en iglesias y testeando en seres humanos un revólver de su papá. En el patio trasero de su casa practicarían para hacer blanco en su objetivo: dar golpes mayores, sin dejar testigos.
Lo cumplirían.
En la noche del 18 de marzo de 1971 se metieron en la boite Enamour, en Olivos, vaciaron la caja y descubrieron que el sereno y el encargado dormían en una habitación. Los asesinaron sin despertarlos. Y el sabor de la sangre ajena los enardeció. Poco después entraron a una casa de repuestos y mataron al cuidador nocturno, se colaron en el supermercado Tanti y ejecutaron al guardia, salieron a dar vueltas por Libertador en un Ford Fairlane y, en dos madrugadas, violaron a dos chicas. A una la fusilaron por la espalda.
Nunca se supo por qué, pero algo se quebró entre ellos. El 5 de agosto, Robledo pasó a buscar a su cómplice en un Siam Di Tella, aceleró por la avenida Cabildo y cuando llegó a la esquina de Quesada lo estrelló contra una obra en construcción, del lado del acompañante. Lo dejó tirado ahí, muerto. Asesinado.
Ni eso lo detuvo. Pronto se alió con un vecino, Héctor Somoza, y volvió a la noche. En septiembre robaron un supermercado y mataron al sereno. A los dos días, al encargado de una concesionaria de autos. Y al fin de semana siguiente, otra agencia y otro sereno.
Los diarios ya hablaban de “una banda infernal” que asolaba la zona norte. Una banda de dos. Otra serie de robos menores los llevaron, el 2 de febrero de 1972, a una ferretería de Tigre, donde fusilaron al sereno. Luego de matarlo, Robledo Puch se puso a trabajar con un soplete sobre la caja fuerte pero, en un momento inesperado entre la noche y la madrugada, por algún motivo que sólo él conoce se peleó con Somoza y le pegó un tiro. Enseguida lo roció con alcohol y lo prendió fuego, para desfigurarle el rostro y borrarle las huellas digitales.
Olvidó que Somoza llevaba su documento de identidad en un bolsillo.

Robledo Puch, a un paso de la libertad
Manuel Acevedo, asesinado por Robledo Puch en una ferretería de Tigre el 2 de febrero 1972. Su último golpe.
Ya entrado el 3 de febrero, la Policía llegó a la casa de Somoza, habló con su madre y ella los guió hasta Robledo Puch. El joven, ya de 20 años, se entregó en paz. Horas después, ante un policía, confesó no sólo estos crímenes sino todos los golpes que había dado en su vida.

Robledo Puch, a un paso de la libertad
ROBLEDO PUCH. La foto es de la reconstrucción de uno de sus crimenes, realizada el 11 de febrero de 1972
“El Angel de la Muerte”, lo apodaron los diarios. “Asesino con cara de niño”, lo presentó Gente. La conmoción creció al año siguiente, en julio de 1973, cuando se escapó del penal de Olmos. Sólo duró 68 horas prófugo. Lo atraparon y lo mandaron a Sierra Chica, donde está ahora mismo, recluido -por pedido propio- en el pabellón de homosexuales.
Condenado en 1980 a reclusión perpetua por diez homicidios calificados y un homicidio simple, dos violaciones y 17 robos, la pena que le dieron está largamente agotada. “La reclusión perpetua, dijo la Corte Suprema, son 30 años, más 5 de la pena accesoria de reclusión por tiempo indeterminado. Al día de hoy le deben 10 años”, le dice a Clarín José Luis Villada, el defensor oficial que abrazó la causa.
Algún día está muy cerca.

Robledo Puch, a un paso de la libertad
Robledo Puch durante el juicio, en 1980.
En octubre pasado, gracias a una gestión de Villada, la Suprema Corte Bonaerense ordenó que Robledo Puch “pase de un ámbito cerrado a otro menos riguroso que lo vaya preparando para la vida en libertad”. La medida quedó en manos de la Sala 1 de la Cámara de Apelaciones de San Isidro, la que lo condenó en 1980.
En enero entró al Servicio Penitenciario Bonaerense un oficio de este tribunal, donde ordenaba que se le hicieran análisis psicológicos para determinar si está apto para el traslado a un penal de régimen semi-abierto -el de Gorina, en La Plata- como paso previo a la libertad. El resultado, no comunicado aún a la Justicia, es que con 65 años Robledo Puch está apto para iniciar este camino.
El problema es la respuesta que dio, según cuentan en Sierra Chica, cuando le preguntaron si quiere que lo trasladen.
Dijo que no.

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