Ser un corredor de clase mundial en la juventud no garantiza que se estará en forma y saludable para la jubilación. Pero sí ayuda, reporta un nuevo estudio que monitoreó a un grupo de corredores de elite estadounidenses durante 45 años.
Justo antes de las pruebas de atletismo de los Juegos Olímpicos de 1968 en Estados Unidos, Jack Daniels, un fisiólogo del ejercicio y entrenador de corredores, puso a prueba a 26 de los mejores prospectos fondistas de Estados Unidos. Todos ellos, de entre 20 y 25 años, tenían capacidades aeróbicas en o por encima del percentil 98 para los hombres de su edad.
Veinticinco años después, en 1993, Daniels puso a prueba al mismo grupo. Luego en 2012, mencionó estos datos inéditos a su colega Sarah Everman, profesora asistente de kinesiología.
Intrigada, Everman sugirió que volvieran a llevar a los atletas al laboratorio. Veintidós de los hombres, que para esta época ya tenían alrededor de 70 años, accedieron a participar.
Ninguno competía ya en ese entonces. En general, se ejercitaban unas horas por semana caminando, trotando o en bicicleta.
Pero su condición física se mantuvo impresionante, descubrió la especialista. La capacidad aeróbica de cada hombre había disminuido significativamente desde 1968, y también desde la segunda prueba en 1993. Pero sus números de 2013 aún los situaban en el 10 por ciento con mejor desempeño de los hombres estadounidenses mayores.
Estos hallazgos podrían indicar que los ex atletas estaban genéticamente dotados, dice Everman. Podrían ser casos fisiológicos atípicos cuyas afortunadas peculiaridades cardiovasculares perduraron hasta la vejez y les permitieron permanecer inusualmente en forma en comparación con otras personas mayores.
Sin embargo, se mostró escéptica de esa teoría. Numéricamente, los niveles de capacidad aeróbica de los hombres disminuyeron más de lo que se consideraría normal durante los 45 años del estudio. Pero estaban disminuyendo desde un nivel tan alto de aptitud física que, incluso cuando sus capacidades se contrajeron, la condición física de los hombres se mantuvo por encima del promedio.
Estos datos sugieren que conservar buena condición física cuando somos jóvenes con ejercicio sostenido y frecuente podría ayudar a atenuar algunas de las pérdidas posteriores.
Pero el mensaje más amplio del estudio, dice, podría ser que quizá tengamos que repensar lo que es o debería ser la aptitud física normal en las personas mayores. Las tablas que los doctores y otros expertos utilizan actualmente para determinar la aptitud física “normal” se han construido con datos recogidos de personas mayores típicas, muchas de las cuales han sido sedentarias durante años.
La vida de estos hombres sugiere que una mayor condición física es posible en la vejez, aun para aquellos que no hemos sido atletas olímpicos, dice Everman. “Estos hombres no estaban entrenando duro” para cuando se convirtieron en septuagenarios, dice, y la mayoría ya se había relajado en sus rutinas de ejercicio para cuando se hizo la prueba de 1993.
Pero nunca abandonaron el ejercicio por completo, excepto durante enfermedades o lesiones.
Si el resto de nosotros siguiera una trayectoria de ejercicio similar durante nuestra vida, dice, podríamos terminar con una capacidad aeróbica mayor en nuestra vejez, reajustando tanto nuestras expectativas sobre la aptitud física relacionada con la edad como las tablas existentes.
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