La hélice, casi lo único que quedó del avión de la tragedia, cuenta una ausencia. Allí, en la zona del viejo Stadio Filadelfia, en Turín, ese monumento breve es el retrato lacónico de uno de los más estupendos equipos de todos los tiempos: Il Grande Torino de los años 40. El estadio, escenario de tantas jornadas de aplausos y consagraciones, estuvo en desuso desde 1963 hasta su demolición en 1998. Y más allá de sus varios emprendimientos truncos de reconstrucción continúa siendo una referencia de aquellos tiempos de brillos que ya no están. Es también, claro, un motivo de añoranza para los grandes cracks de aquel tiempo, como el notable Valentino Mazzola, el Messi de esos días. El accidente aéreo de 1949 se devoró a aquel equipo. El avión regresaba a Italia tras un partido en Lisboa frente al Benfica. Ganaban todo lo que jugaban: cinco Ligas consecutivas desde 1942 hasta 1949, clásicos contra la Juventus, amistosos... Sólo la Segunda Guerra evitó -por la suspensión del calcio entre 1943 y 1945- que fueran más los Scudettos sucesivos. Un dato contaba la jerarquía de aquel equipo: diez de los 11 titulares del seleccionado italiano pertenecían al Torino.
La pregunta invariable que continuó a la tragedia todavía escucha respuestas y aproximaciones: si no se hubiera caído aquel avión, ¿qué habría pasado en el fútbol del mundo? El periodista Jaime Rincón escribió alguna vez en el diario Marca: "Son muchos los que apuntan que si la historia de aquel equipo no hubiera terminado de manera repentina hoy quizá no existiría el 'catenaccio'. Puede que tampoco la Juve fuera el peso pesado que es actualmente en el Calcio. Y seguramente el Maracanazo no hubiera tenido lugar". No se trata de una exageración: quienes lo vieron y quienes lo contaron a través de los medios coincidieron. Aquel Toro era capaz de todo, incluso de hacer magia mientras arrasaba rivales. Y -dicen- también podría haber modificado la historia del fútbol tal como la conocemos.
Nadie sobrevivió al impacto. Pero el azar quiso que dos futbolistas no estuvieran allá arriba: el enorme Ladislao Kubala, quien estuvo a punto de firmar su contrato con el club en aquel momento y no lo hizo; y un tal Sauro Toma, un defensor procedente de La Spezia, que acababa de llegar al Torino. Contó aquel joven de 23 años alguna vez: "El míster, Leslie Lievesley, nos había dicho a Valentino Mazzola y a mí que nos cuidáramos de las lesiones antes de viajar. Mazzola no estaba bien del todo, pero podía jugar y viajó. Yo tenía problemas en la rodilla y el entrenador me aconsejó que me quedara en casa. Me sentí el hombre más desdichado de Turín. Todo el Torino viajó a Lisboa, y yo me quedé en casa, lesionado". A Mazzola el destino no lo quiso salvar.
Y en su recorrido hay un detalle que -a los ojos de este tiempo- parece inverosímil. En ese 1949 de la tragedia trascendió una novedad de asombro: Mazzola quería jugar en Huracán, cuando finalizara su camino de maravillas por el Torino. Le fascinaba el fútbol argentino.
NOTA DE WALDEMAR IGLESIAS DE CLARIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario