El básquetbol de Santiago del Estero tuvo épocas signadas por sus líderes. En la década del ‘40 vivió el juego creativo de Rafael Lledó, a pura imaginación, y en la del ‘80, desde Caballito en la Capital Federal, porque estaba en Ferro Carril Oeste, Miguel Alberto Cortijo -otro notable constructor de juego- impuso el reinado de su “passing” virtuoso. Como cuña entre ambos períodos, desde los ‘60, estuvo el básquetbol intuitivo y pícaro de Alfredo Tulli, el reconocido “Amo” que llegó también a la Selección Argentina. El diccionario explica el significado de “amo”: “1) Dueño de la casa. 2) Propietario. 3) El que tiene criados o algún tipo de ascendiente sobre otros. 4) Capataz mayoral. Pero el apodo le puso su familia desde chiquito y no el básquetbol… Otro santiagueño, Casimiro González Trilla, “La Biblia” técnica del básquetbol argentino, que como tal desmenuzaba virtudes y defectos, me habló de sus coterráneos que fueron grandes jugadores: “Tulli era el prototipo del jugador vivo y fue el más cercano a Lledó en habilidad. Sabía cuándo jugar y cuándo debía hacer una pausa… Al final de su carrera todavía asombraba por sus pases”. Empezó de tres y termino de uno. Hoy sería un armador chiquito: medía 1,77 m. y pesaba 76 kilos. Asomó rutilantemente en el Campeonato Argentino de Bahía Blanca 1957, con un tercer puesto para la Selección Santiagueña, el primero de las 12 ediciones que jugó hasta 1970. Fue campeón en Posadas 1962 y Santiago del Estero 1968. Su aparición resultó precoz y deslumbrante. Nacido en la capital santiagueña el 1° de abril de 1939, debutó en Primera División a los 13 años en Juventud, donde había arrancado en “microbios”. Para su debut en los Argentinos todavía no había cumplido 18 años. Esa vez Carlos Fontanarrosa escribió en “El Gráfico”: “Un delantero inspirado para el aro, un cohete con la pelota. En plena carrera, loca carrera, se frena bruscamente para quedar virtualmente parado en el aire, desde donde remata al estilo Lledó, suave, justo, impecable. Todavía está en “elaboración”, pero este pibe, de golpe, es capaz de hacernos levantar del asiento”. Fue tapa de “El Gráfico”, compartiendo dicha portada con el cordobés Hugo Olariaga, el 4 de abril de 1962. El Benja Arce, compañero desde sus comienzos, lo define como un jugador distinto en esa época inicial, con condiciones naturales, con mandada potente y visión de cancha, gran pasador. Pero el “Amo” tenía un problema para el básquetbol: no le gustaba entrenarse… Y entonces su esplendor duró menos de lo que hubiera podido con otro acondicionamiento. Cuando sus piernas no le fueron dando, se fue diluyendo… Su trayectoria internacional resultó entonces corta, abarcando sólo cinco años. Estuvo en cuatro Sudamericanos con la Selección Nacional: 1958 (en Santiago fue el más joven del equipo, pero jugó sólo 2 partidos e hizo 2 puntos) 1960, 1961 y 1963. Jugó el Mundial de San Pablo 1963, donde promedió 11,1 puntos en 8 partidos. Esa vez nuestro país se clasificó octavo. Piri García, en “El Gráfico”, hablaba de un “extraordinario valor santiagueño” cuando mencionaba a Tulli. “Sabe -reforzaba el concepto- lo que hace en la cancha. Tiene un sorprendente cambio de dirección y un muy buen dribbling. Mueve sus dos manos con gran seguridad, indistintamente”. Muy querido por la gente, quedó el lamento de los entrenadores: si Alfredo se hubiera entrenado…
A MODO DE PRESENTACION
jueves, 29 de marzo de 2012
ALFREDO TULLI EL ESPEJO DE LLEDO
El básquetbol de Santiago del Estero tuvo épocas signadas por sus líderes. En la década del ‘40 vivió el juego creativo de Rafael Lledó, a pura imaginación, y en la del ‘80, desde Caballito en la Capital Federal, porque estaba en Ferro Carril Oeste, Miguel Alberto Cortijo -otro notable constructor de juego- impuso el reinado de su “passing” virtuoso. Como cuña entre ambos períodos, desde los ‘60, estuvo el básquetbol intuitivo y pícaro de Alfredo Tulli, el reconocido “Amo” que llegó también a la Selección Argentina. El diccionario explica el significado de “amo”: “1) Dueño de la casa. 2) Propietario. 3) El que tiene criados o algún tipo de ascendiente sobre otros. 4) Capataz mayoral. Pero el apodo le puso su familia desde chiquito y no el básquetbol… Otro santiagueño, Casimiro González Trilla, “La Biblia” técnica del básquetbol argentino, que como tal desmenuzaba virtudes y defectos, me habló de sus coterráneos que fueron grandes jugadores: “Tulli era el prototipo del jugador vivo y fue el más cercano a Lledó en habilidad. Sabía cuándo jugar y cuándo debía hacer una pausa… Al final de su carrera todavía asombraba por sus pases”. Empezó de tres y termino de uno. Hoy sería un armador chiquito: medía 1,77 m. y pesaba 76 kilos. Asomó rutilantemente en el Campeonato Argentino de Bahía Blanca 1957, con un tercer puesto para la Selección Santiagueña, el primero de las 12 ediciones que jugó hasta 1970. Fue campeón en Posadas 1962 y Santiago del Estero 1968. Su aparición resultó precoz y deslumbrante. Nacido en la capital santiagueña el 1° de abril de 1939, debutó en Primera División a los 13 años en Juventud, donde había arrancado en “microbios”. Para su debut en los Argentinos todavía no había cumplido 18 años. Esa vez Carlos Fontanarrosa escribió en “El Gráfico”: “Un delantero inspirado para el aro, un cohete con la pelota. En plena carrera, loca carrera, se frena bruscamente para quedar virtualmente parado en el aire, desde donde remata al estilo Lledó, suave, justo, impecable. Todavía está en “elaboración”, pero este pibe, de golpe, es capaz de hacernos levantar del asiento”. Fue tapa de “El Gráfico”, compartiendo dicha portada con el cordobés Hugo Olariaga, el 4 de abril de 1962. El Benja Arce, compañero desde sus comienzos, lo define como un jugador distinto en esa época inicial, con condiciones naturales, con mandada potente y visión de cancha, gran pasador. Pero el “Amo” tenía un problema para el básquetbol: no le gustaba entrenarse… Y entonces su esplendor duró menos de lo que hubiera podido con otro acondicionamiento. Cuando sus piernas no le fueron dando, se fue diluyendo… Su trayectoria internacional resultó entonces corta, abarcando sólo cinco años. Estuvo en cuatro Sudamericanos con la Selección Nacional: 1958 (en Santiago fue el más joven del equipo, pero jugó sólo 2 partidos e hizo 2 puntos) 1960, 1961 y 1963. Jugó el Mundial de San Pablo 1963, donde promedió 11,1 puntos en 8 partidos. Esa vez nuestro país se clasificó octavo. Piri García, en “El Gráfico”, hablaba de un “extraordinario valor santiagueño” cuando mencionaba a Tulli. “Sabe -reforzaba el concepto- lo que hace en la cancha. Tiene un sorprendente cambio de dirección y un muy buen dribbling. Mueve sus dos manos con gran seguridad, indistintamente”. Muy querido por la gente, quedó el lamento de los entrenadores: si Alfredo se hubiera entrenado…
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