A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

martes, 29 de mayo de 2012

MEDIO SIGLO DE UN MISTERIO ETERNO


CHACHO PENJERE

POR HÉCTOR GAMBINI (Clarin)

NORMA MIRTA PENJEREK
Hay un misterio sin resolver que ya lleva 50 años. Hay un cadáver que nunca terminó de convencer a nadie. Hay una hipótesis alternativa disparatada, conspirativa y fascinante, que se fue metiendo como una daga en las sospechas de la familia, y que ha resistido el paso del tiempo hasta llegar a hoy, inquietante y robusta. Y hay un hombre obsesionado por la verdad, que nunca conoció a la víctima, pero lleva su sangre y su apellido: Penjerek .
El misterio es simple. El 29 de mayo de 1962, una chica de 16 años, Norma Mirta Penjerek, salió de la casa de su profesora particular de inglés, presuntamente de regreso a su casa de Floresta, y desapareció para siempre. Cuarenta y siete días después, un hombre que paseaba a su perro por Llavallol, en el sur del conurbano, halló un cadáver semienterrado en el barro. Era de una mujer y estaba irreconocible . Tras una serie de circunstancias dudosas, se lo identificó finalmente como el de Norma en base a dos pruebas que parecían concluyentes: parte de una huella dactilar y su ficha odontológica. Pero había otros datos, igualmente concluyentes, que generaban dudas. El cuerpo medía 1,65,diez centímetros más que lo que medía Norma; y pertenecía a una mujer casi seguramente de mayor edad (el forense describió a alguien“de unos 30 años” ). Sus padres no reconocieron a la chica ni a la ropa que llevaba puesta.
Los Penjerek dejaron entonces de ser una ignota familia de clase media porteña para pasar a ser un caso que explotó en lo que hoy llamaríamos el planeta mediático. El diario Crónica , que acababa de asomar con una tirada promedio de 20.000 ejemplares, hizo del caso Penjerek su bandera y comenzó a vender más de 100.000 diarios cada día, cuando la Policía anunció que detuvo a la banda que asesinó a la chica. Una banda que, según la acusación, la había secuestrado para drogarla y hacerla participar de orgías. La historia tenía a una prostituta en el rol protagónico, quien acusó a un zapatero de Florencio Varela y a otros oscuros personajes que entraban y salían de un cóctel de sexo y drogas. Fue un manual de policías corruptos “armando” un caso para mostrar que aclaraban lo que al final oscurecieron por 50 años. “Fue tremendo, hasta se llegó a decir que esta gente vendía chorizos con cocaína”, recuerda hoy Alberto Garganta (82), ex juez de la causa, que fue apartado por sobreseer a los acusados. Todo resultó falso y el caso terminó –sigue aún- sin culpables ni explicaciones lógicas .
Norma era única hija. Sus padres ya murieron, igual que todos sus tíos. Los familiares más directos que quedan de la chica a la que se tragó la tierra son cinco primos hermanos. Uno vive en Estados Unidos, otro en Canadá, un tercero en Israel y los dos restantes en Argentina.
Chacho Penjerek, que tiene 60 años, es el menor. Vive en Hurlingham. Allí tiene un bar donde recibió a Clarín . Es el primer Penjerek que habla en 50 años. Por razones que irá desgranando durante una conversación de tres horas, él cree que su prima jamás fue asesinada, y que desapareció porque fue parte de una operación donde confluyen espías sin rostro y cazadores de nazis .
Aunque sabe que suena a locura, asegura que hay cientos de indicios en horas de conversaciones familiar, íntimas, susurradas sobre una almohada o dichas distraídamente, en una sobremesa, que abonan una completa radiografía de lo extraño. Una conspiración que, verdadera o falsa, desveló todos estos años a parte de la familia. Como nunca hubo una verdad, el misterio aún inquieta.
“Yo siempre negué ser familiar. Decía no, nada que ver. Decías que te llamabas Penjerek y la gente te preguntaba inmediatamente. Recién ahora te das cuenta de que ya hay una generación a la que el apellido Penjerek no le significa nada”, dice Chacho . Prefiere que lo llamen así. Y fuma. “Todavía ni sé por qué acepto hablar ahora”.
–¿Usted cree que el cuerpo aquel era el de su prima? –No. Todavía hoy creo que aquel cadáver no era el de Norma. Estoy seguro de que no era ella.
–Su tío Enrique, el papá de Norma, pareció finalmente convencerse de que a su hija la habían secuestrado y asesinado, y prácticamente aceptó los hechos como se presentaron.
–Eso fue en público. En privado, uno de mis hermanos, que se retiró como comisario de la Policía Federal, le preguntó qué pensaba del caso y mi tío le dijo que él seguía buscando a nuestra prima viva...
–¿Por qué no lo diría públicamente, exigiendo una investigación más completa? –Tal vez porque convenía que todo quedara así...
Viene entonces una sucesión de preguntas y respuestas. Muchos silencios. Suspiros. Otro cortado. Yendo y viniendo en el tiempo, se sabe que él tenía 10 años entonces y nunca conoció a su prima porque su papá se casó con una católica y pasó a ser la “oveja negra” de una familia que respetaba cada una de las tradiciones judías, aunque luego de la desaparición de Norma los hermanos volvieron a encontrarse. Hay anécdotas y recuerdos. Hasta que el relato se va acomodando así: que el papá de Norma fue tal vez uno de los informantes que dieron datos para que Israel ubicara en la Argentina al nazi Adolf Eichmann, escondido en San Fernando como un simple operario fabril. Los servicios secretos lo hallaron y se lo llevaron a Israel, donde finalmente lo condenaron a muerte por su participación en el Holocausto. Y que entonces grupos nazis amenazaron con secuestrar a la hija del informante. Lo que Chacho Penjerek cree ahora es que su prima pudo haber sido sacada del país y haber vivido en Israel durante muchos años, mientras en la Argentina se inventaban pistas sobre un cadáver falso. Fechas: Adolf Eichmann fue ahorcado en Israel el 31 de mayo de 1962, apenas dos días después de que Norma Penjerek desapareciera en Buenos Aires. El dato encaja en la novela: si fue así, mataron al jerarca nazi cuando la chica ya no podía ser objeto de ninguna venganza.
Ahora bien, nada vincula a Enrique Penjerek directamente con el caso Eichmann, aunque hay datos que siempre le llamaron la atención a su familia. Uno: un ex cuñado suyo (que había estado casado con Mary, su hermana menor) se fue a vivir al entonces flamante Estado de Israel en los 50. “En la familia siempre se dijo que había entrado a trabajar en los servicios de inteligencia”, cuenta ahora Chacho . Este hombre volvió a la Argentina cuando fue el caso de Norma y estuvo cerca de los policías que investigaban. Dos: Enrique Penjerek viajó tres veces a España en 1958, solo, sin su esposa ni su hija. Para su sobrino, “iba a encuentros secretos”. Tres: Enrique y su mujer tenían un alto estándar de vida para ser un empleado municipal y una enfermera. Pero hay más.
En 2005, el primo que vive en Israel llegó a visitar a Chacho a su casa del oeste del conurbano. “Hablamos de la vida y él me dijo que tuvo que separarse de su primera mujer porque la familia le había encargado cuidar a una chica de 17 años que tuvo un problema en la Argentina y se fue a un kibutz, en la ciudad de Haifa. Le pidieron que por favor se hiciera cargo, porque ella no conocía a nadie en Israel...
–Y usted piensa que esa chica podía ser Norma Penjerek...
–Claro. Se lo pregunté un tiempo después y me lo negó, pero nunca quedó claro quién era ella. Ahí me puse a pensar en los viajes de mis tíos a Israel durante tantos meses, casi todos los años, luego de que Norma desapareciera...
Esa chica –contó el primo que la tuvo a su cargo en Haifa– creció, formó pareja y tuvo una hija que ahora podría tener cerca de 40 años. ¿Aquella adolescente “escondida” en un kibutz por la familia vive aún? “No. Mi primo me asegura que falleció hace unos años, creo que por una enfermedad”.
Después de que el caso quedara en la nada, los padres de Norma desaparecieron. Se dijo que se habían ido para siempre. No fue así. Vendieron el departamento de la avenida Juan Bautista Alberdi y alquilaron otro, más pequeño, en la avenida Independencia. Viajaron a Israel entre tres y cinco meses al año, casi todos los años, hasta que murieron. El, posiblemente en 1985. Ella, Clara Breitman, en 1988. Su cuerpo fue sepultado en la misma tumba que aún hoy tiene el nombre de Norma Penjerek, en el cementerio de La Tablada: Manzana 46, Tablón 1.000, Sepultura 37. Esas son las coordenadas del enigma sin respuesta.

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