A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

miércoles, 22 de agosto de 2012

EL SALUDO PERDIDO


Por Dionisia Fontan
Comentarios de mujeres en un grupo de reflexión.

-Aunque llevo años de matrimonio, no recuerdo que mi marido, alguna vez, haya reconocido sus equivocaciones. Tiene un particular modo de disculparse: trae flores, helados o entradas para el cine.

-Al varón le cuesta, es un problema cultural. Piensa, equivocadamente, que si pide perdón su autoestima se debilita.

-Yo no tengo marido. Tengo un jefe y nunca dice “por favor”. Jamás. Al final, con su actitud, revela que es un tipo maleducado e inseguro.

De chiquitos, primero en casa, luego en el jardín de infantes, aprendimos a saludar y a pronunciar palabras tan elementales como “gracias” y “por favor”.

Las repetíamos a media lengua, para deleite de la familia. ¿Qué pasó? ¿Dónde fueron a parar?
Cuando me preguntan cuáles son las conductas básicas de una comunicación saludable, cito el respeto como principal punto de partida.

El respeto no se declama, se actúa y, sin él, nuestro lenguaje (gestual y verbal) es sólo chatarra. Lenguaje basura, que le dicen.

Formamos parte de una sociedad caótica y crispada que nos salpica con su impaciencia, sus malos modos, su vocabulario grosero. Su violencia.

Por lo tanto, ocuparse de reivindicar conductas y palabras amables compete a cada uno. Es un trabajo personal y produce efecto multiplicador. Te trato bien, me tratás bien.

Todo el tiempo escuchamos que se cruzan estos comentarios: ¡"Hoy me saludó, seguro que va a llover!". "Una vez más, se equivocó, pero no va a reconocerlo. Tiene complejo, considera que disculparse puede ser interpretado como un signo de debilidad". "Parece un personaje de teleteatro: nunca se le ocurre golpear la puerta ni pedir permiso para entrar".

¿Dónde irán a parar las palabras que se silencian? ¿En qué momento decidimos olvidarlas, ignorarlas, postergarlas?

Es falso que se las lleva el viento. Más bien, parece un dicho acuñado para desentenderse de cualquier compromiso, muy a tono con la liviandad del toco y me voy.

Cada uno recuerda aquellas palabras que nos sonaron dolorosas, humillantes y, también, aquellas otras cariñosas e inolvidables.

Unas cuantas generaciones crecimos escuchando el popular latiguillo "porque te quiero, te aporreo" y, a fuerza de repetirlo, por el poder (y la influencia) que ejercen las palabras y la meneada "sabiduría" de algunos refranes, muchos se tomaron en serio esta cavernaria definición
sentimental y la transmitieron con total convencimiento, sin cuestionar la crueldad de su significado.

Porque te quiero, te cuido. Porque te quiero, pienso antes de abrir la boca y no digo lo primero que se me ocurre. Porque te respeto -más allá del lugar que ocupes en la vida-, me propongo ir al rescate de palabras que humanizan nuestra relación, en vez de bastardearla.

Abundan las personas que, pese a coleccionar títulos y diplomas, no tienen ningún reparo en despreciar al otro (quien, supuestamente, no está a su altura); al contrario, les sale natural.

Atesoran su sensibilidad -exclusivamente- para apreciar las obras de arte, los bellos paisajes, la buena literatura y, en cambio, se desinteresan, por completo, de la condición humana.

¿Dónde irán a parar las palabras que no se expresan? Es urgente ir en su búsqueda. Ponerlas, otra vez, en circulación. Darles la bienvenida. Convocarlas para que recuperen la confianza y, por fin, se instalen y nos hagan la vida un poco más hospitalaria.
A saludarnos, sin miedo al ridículo. A pedir perdón, como un acto de grandeza. A dar las gracias, todas las veces necesarias. Y más.

La autora es periodista y entrenadora en comunicación.
www.dionisiafontan.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario