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| Por Roberto Vozza |

Curiosa resulta ser la historia de por qué al emblemático basquetbolista santiagueño Alfredo Tulli, cuya desaparición física aconteció en estas horas, le decían “Amo”.
El apelativo como muchos podrian creer hasta hoy, no fue consecuencia de su reconocida calidad y excelencia como jugador de basquetbol que lo instauró en las canchas santiagueñas como un autentico líder. Fue una coincidente correlatividad entre esta circunstancia en su vida de deportista con un íntimo episodio ocurrido en el seno familiar siendo muy niño.
Uno de los diez hermanos que constituia la numerosa familia Tulli contó la historia a modo de aclaración para decir que cuando Alfredo tendría 7 años de edad, un dìa le dijo a su madre que el tenia a su lado, como cuasi una sombra permanente, la imagen de un angel blanco.
El relato afirma que la progenitora llegó a percibir que lo que el niño entonces decia pudo comprobarse fehacientemente; esto es que ese angel blanco realmente estaba a su lado por que lo pudo ver. Comenzó entonces a llamarlo “Amo Jesus”, tal vez acaso convencida de que se trataba de un milagro. Con este nombre se conoce precisamente a la imagen del Nazareno, venerada reliquia que conserva el convento santiagueño de Santo Domingo y cuyos cultos forman parte de una de las mas tradicionales celebraciones religiosas de la provincia.
Aquel mote familiar terminó con el tiempo por trasladarse al personaje público de las canchas como se erigió este inolvidable basquetbolista, cuya fama, respeto y prestigio tanto en Juventud BBC, su club de orígen, como en los combinados provinciales, lo investían de esa representatividad: la de un amo en el escenario y en el juego.
Tanto fue así que en los corrillos y los comentarios de cada noche de baloncesto, Tulli no era Alfredo, como su nombre de pila, sino “el Amo” sobre quien giraba el desarrollo de un partido.
Su figura resultó tan emblemática que de aquel lujo que resultó para los santiagueños contar en un tiempo con Rafael LLedó – una leyenda del basquetbol nacional – Alfredo Tulli, sin dudas, fue su continuador.

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