A MODO DE PRESENTACION
miércoles, 20 de febrero de 2013
UN BANDEÑO DURO ENTRE LOS DUROS
En Rubén Marino Navarro no entraban las sutilezas. Ni una. Si hasta tenía un apodo que las evitaba: Hacha Brava. Este bandeño, nacido el 30 de marzo de 1933, llego a Independiente a las 15 años. Era corazón, fiereza, convicciones. Esas y otras características relacionadas con los rincones más duros del fútbol envolvieron a ese zaguero central que hasta antes de la aparición de Hugo Villaverde encabezaba las preferencias de muchos como el mejor defensor de la historia del club. "Nunca vi —dijo alguna vez el uruguayo Alcides Silveira, compañero de Navarro en el Independiente de comienzos de los 60— una persona tan fuerte física y mentalmente. Tenía intervenciones tan temerarias que nos asustaba a nosotros y a los rivales".
Fue campeón de torneos locales en el 60 y 63, ganó la Libertadores del 65, jugó el Mundial de Chile 62 y 32 veces se puso la camiseta de la Selección. Nació en Santiago del Estero, debutó en Primera a los 21 años, en el 52, y jugó en el club hasta el 66. Casi siempre integró una famosa zaga junto a Tomás Rolan. Después se fue a Canadá y terminó su carrera en Mendoza.
Su historia tuvo mucha gloria, pero cuando se habla de Navarro, no pasan más de uno o dos minutos para que se recuerde que él fue quien fracturó a un ascendente y talentoso Héctor Veira, que un rato antes lo había cargado. En una jugada previa, en la que Navarro cargó con todos sus kilos sobre Veira, el Bambino cayó y antes de levantarse, cuando el defensor lo miraba como intimidándolo, simuló desenfundar dos pistolas.
Eso fue en el 63. Un año después sufrió la dureza en carne propia, fracturado por un golpe de Alejo Medina, de Rosario Central. Cuentan quienes vieron esa escena que mientras lo sacaban de la cancha, Hacha Brava levantó su puño derecho, lo apretó bien fuerte y sonrió mirando a la tribuna de Independiente. Así fue Rubén Navarro, duro entre los duros.
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