Mi tata contaba que la noche que se inauguró el camino a Tafí del Valle, él con su tata y el tío Raúl, llegaron de a caballo, desde Tucumán. Y que el abuelo les dijo a los hijos que recordaran bien cómo era el pueblo, porque la ruta lo arruinaría del todo. Setenta años después el vaticinio está más que cumplido.
Juan Manuel Aragon
El camino a Tafí del Valle (ruta 307) acaba de cumplir 70 años, ya que se habilitó el 17 de enero de 1943. En la actualidad, está sustancialmente mejorado. Las obras -cuyo trámite continúa- ejecutadas en esa vía que conduce al máximo centro turístico de Tucumán, deben marcarse como una realización de destacada importancia. Las mismas no solamente han disminuido, de modo considerable, la dificultad y el peligro que encerraban ciertos tramos, por medio de trabajos de envergadura, sino que también la han ensanchando considerablemente, además de repavimentarla.
En suma, la enorme cantidad de automovilistas que, en vehículos de diverso porte, van y vienen por la ruta 307, han visto altamente beneficiadas su seguridad y la comodidad en el manejo. Esto tiene, repetimos, gran trascendencia, dada la cantidad de personas que acuden a esos bellos parajes en todas las épocas del año, y especialmente en el verano.
Apuntaremos algunas situaciones, en ese escenario, cuyo mejoramiento sería deseable. En primer lugar, debía insistirse en la educación vial de los conductores. A cada rato la marcha de la hilera de vehículos se torna exasperantemente lenta, porque muchos quieren conducir con demasiada lentitud, y no se hacen al costado para permitir el paso de quienes lo hacen a una velocidad más adecuada. En ese sentido, debieran imitar a los ómnibus y camiones, que cuidan -colocándose a un lado- de mantener una razonable fluidez en la circulación.
También está el caso opuesto, de automovilistas que guían a excesiva velocidad, creando un riesgo no sólo para ellos sino para los terceros. Esto sucede también por falta de educación vial, y por la ausencia de controles apostados a lo largo de esa vía, no en el llano sino desde que se inicia realmente el ascenso: o sea desde el Monumento al Indio en adelante. Sería deseable esa presencia policial, para evitar desbordes que crean obvias situaciones de peligro.
En otro orden, no se ha solucionado el tema de las antihigiénicas instalaciones de venta de comida y artesanías surgidas el torno al citado Monumento, y que dan al lugar un tono propio nada satisfactorio. Nos parece que debieran demolerse los antiestéticos "boxes" que alguna vez se construyeron sin atención alguna al entorno -y que nunca se usaron- y organizar lo demás, para dar a ese punto, donde tantos viajeros se detienen, un aire menos deprimente que el actual.
Agreguemos otras cuestiones menores. Creemos que los políticos y sus partidos debieran cesar el constante pintarrajeo de leyendas proselitistas sobre las piedras y las pircas de la ruta: es algo que daña el ambiente y dice poco a favor de nuestra cultura.
Lo que sí debiera ser cuidadosamente repintado, son las letras de hierro adosadas a un paredón que, en las proximidades del Monumento al Indio, recuerdan al ingeniero Richard F. Maury, visionario proyectista de ese camino. Fueron colocadas hace 70 años, y pareciera que jamás se las repintó desde entonces, dado el herrumbre que las cubre.
Y, en el tema de letreros, es injusto e inexplicable que, al renovar la cartelería, se haya retirado el letrero que rezaba "Puente Ingeniero Roberto Robles Mendilaharzu" en La Angostura, a la entrada del valle, reemplazándolo por uno que dice "Río Los Sosa". Hay que recordar que ese profesional, que presidía Vialidad por entonces, fue quien dirigió la construcción de la ruta, y hasta escribió un libro sobre la obra. La posteridad debe ser agradecida y respetar la nomenclatura oficial.
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