No hay nada que conmueva más que experimentar la sensación de la propia finitud después de disponer de todo el poder. Dicen que Cristina Fernández llegó a asustarse, durante el reposo, del desgaste de su salud. Se lo confió a los escasos funcionarios que accedieron a dialogar con ella en Olivos en los últimos días. Habrá que esperar entonces la reaparición de una nueva Cristina, en parte deprimida tras el monitoreo médico constante de su cuerpo, la cabeza y el corazón.
Y en parte, portadora de un nuevo relato que precisa un manto de piedad pública. Esa es la construcción que está en marcha. La Presidenta hizo el trance y resurgirá, con el tiempo, mística, dispuesta a capitalizar las muestras de compasión, respeto y solidaridad que generó su abrupta desaparición de escena.
Otra Presidenta que, de nuevo, se levantará de entre las cenizas. Como después de la muerte de Kirchner. Como luego del falso cáncer. Con una diferencia: esta vez sintió riesgo de vida. “Es natural que sienta cierto abatimiento psíquico –reflexionó un
afamado neurocirujano de prosapia peronista cercano al equipo que atiende a la Presidenta-. Deberá trabajar mucho para recomponerse y entender que quemar su salud hasta el actual deterioro no evitó la derrota electoral ni cambiará los tiempos irreversibles
de la política”.
afamado neurocirujano de prosapia peronista cercano al equipo que atiende a la Presidenta-. Deberá trabajar mucho para recomponerse y entender que quemar su salud hasta el actual deterioro no evitó la derrota electoral ni cambiará los tiempos irreversibles
de la política”.
Para el piscólogo social Joaquín Pichón Rivière era previsible que la
Presidenta pudiera caer en un bajón anímico: “Una figura con poder, acostumbrada a ejercer la autoridad, puede deprimirse cuando se corre de escena y se enfrenta a la idea de su propia finitud. En su caso, se conjuga con la finitud política por el fin del mandato”. En la misma sintonía se expresa la psicóloga Beatriz Goldberg: “Estar al frente del Gobierno, hacer discursos, encabezar actos y campañas, generan adrenalina y omnipotencia.
Presidenta pudiera caer en un bajón anímico: “Una figura con poder, acostumbrada a ejercer la autoridad, puede deprimirse cuando se corre de escena y se enfrenta a la idea de su propia finitud. En su caso, se conjuga con la finitud política por el fin del mandato”. En la misma sintonía se expresa la psicóloga Beatriz Goldberg: “Estar al frente del Gobierno, hacer discursos, encabezar actos y campañas, generan adrenalina y omnipotencia.
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