A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

martes, 29 de septiembre de 2015

LA PRESIDENTA MALEVA

En una reunión sobre igualdad de género en la ONU, la Presidenta dijo  que la critican sobre todo por su condición de mujer. Se la vio menos tensa que en la cadena nacional número 39, cuando se mostró enojadísima. Le quedan 73 días en el poder. Cuando asumió su primer mandato, en 2007, sonreía más a menudo. Aquellos eran días felices para los Kirchner. Imaginaban quedarse veinte o más años en el poder. Ya entonces Cristina dijo que todo le resultaría más trabajoso por su condición de mujer. Quizá por eso, en particular luego de la muerte de Kirchner, tomó la decisión de gobernar como un hombre. Mejor dicho: “A lo macho”. Con temperamento “barra brava” si hiciese falta y con un lenguaje más cercano a las prepotencias barriobajeras que a los usos y costumbres de un jefe de Estado, sea hombre o mujer.
Su visión maniquea de la política la ha llevado a trazar una línea divisoria entre réprobos y elegidos. La frontera que la separa es la sumisión. Quien le obedezca merecerá el reino de los Cielos, tal vez una candidatura. Quien se rebele a sus mandatos podrá prepararse a una larga travesía en el desierto. En la semana que pasó, por ejemplo, nos ha informado que en la cosmogonía kirchnerista hay dos tipos de mujeres. Las K y las no K. Las que merecen ser reivindicadas ante un agravio y aquellas que lo sufren mientras ella mira para otro lado. La Presidenta criticó a un periodista de una agencia internacional porque forcejeó e hizo caer a Lorena Gómez, funcionaria de prensa de Kicillof, para sacarle de sus manos una copia del proyecto de Presupuesto 2016. Y remarcó la gravedad del caso por “tratarse de una mujer”.
Razón plena de la Presidenta. Sólo que no usó la misma vara cuando Kicillof ejerció violencia verbal sobre la diputada Victoria Donda, quien incomodó al ex “vení chiquito, vení”, según el voluble humor presidencial, por haberle pedido explicaciones sobre la falta de datos de la pobreza. El ministro quiso degradar a Donda: “Si quiere salir en los diarios que se ponga plumas, se vista de algo, grite.” En un país donde la violencia de género mata, la agresión simbólica de Kicillof y la física del periodista de Reuters se equiparan. Las víctimas, no. Una fue una funcionaria K y la otra, una diputada opositora. En un caso la Presidenta bramó, en el otro calló.
El periodista Dexter Filkins describió a Cristina en la revista The New Yorker como “polarizante y dictatorial”. También es llamativo cómo masculinizó su estilo. Una presidenta puede ser enérgica y para eso no es necesario hablar a los gritos o tener gesto acre: esas frecuentes actitudes suyas pueden dejarla a la intemperie como infortunada metáfora borgeana de un antiguo malevo de barrio, pero sin poesía.

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