A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

martes, 23 de marzo de 2021

LA NIÑA M PUEDE ESPERAR LA VICEPRESIDENTE NO


 Por Miguel Wiñazki

Fue una travesía inversa a la soñada por Steven Spielberg en ET. No hay aquí chicos en bicicleta hacia el cielo. Sino la niña M. en la bicicleta de un marginal hacia el infierno.

La expedición involuntaria de M. fue una trayectoria zigzagueante en un espacio inenarrablemente irracional desde la pobreza hasta la pobreza, desde la intemperie hacia la intemperie, desde el peligro hacia el peligro, desde su madre hasta una sustracción delirante y abusiva. Ella, M., con siete años, es la escena personalizada de una peregrinación que no cesa, que no se resuelve, que por el contrario se ahonda como una herida que el tiempo se expande y agrava hasta lo peor.

La nena vivía al aire libre, entre la villa y la nada, bajo plásticos y trapos que no la cubrían, bajo la tutela de su madre que la quiere pero que también deambula embebida en el paco y la desesperación quizás vagamente consciente. ¿Cómo cobrar conciencia de que el castigo de haber nacido en la marginalidad radical implica una sanción perenne y sin motivo alguno?

Sola, solísima, a merced de cualquiera, de todo cachafaz con poder, en el submundo trágico de la más profunda indigencia de la que nadie se hace responsable.

Ella no podía llamar por teléfono a su casa como ET. No, no es para ella: “ET phone home”.

No. No hay teléfono ni casa. Y no desciende del espacio, como en la película, una criatura entrañable que cure su corazón.

El cine de las fantasías deseadas no es para M. ni para innumerables nenas como ella, para las que ni siquiera soñar con el bienestar es un derecho. Se sueña lo que de algún modo se conoce, no con lo que ignora por completo.

Tiene que conseguir una línea que la comunique al futuro. Es casi imposible.

La clase política habla mientras tanto. Pero claramente no resuelve.

El arte de hablar y de no decir es complejo. Se trata de enunciar la nada, de pronunciar un no ser, un ajetreado no hacer y de simular acciones eficientes que casi nunca acontecen. El dispositivo discursivo del Primer Magistrado apoltronado en un trono dorado, advirtiendo que lo peor está por venir, pareció el espectáculo de un relator de un problema del que no forma parte.

Vale para el Primer Magistrado lo que vale para sus colegas de la política en general, no en particular. Es cierto que algunos hacen y hacen mucho.

Pero como corporación general es muy clara la irresolución de los importante que exhiben.

Se jactan de la inoperancia.

Mientras el país vivía en vilo el drama de M. el nuevo ministro de Justicia lanzaba ya sus arsenales para la defensa de la Vicepresidenta que es el objetivo gubernamental central.

La confusión de las urgencias es perversa.

M. puede esperar. La vicepresidenta no.

Y tampoco las autoridades de los respectivos ministerios de Seguridad que no aguardaron un instante para trenzarse en el bochorno de las agresiones mutuas mientras a M. la detectaba una vecina.

Mientras, las vacunas no llegan y se las distribuye a posteriori de la sustracción que hicieron de las mismas los amigos de la alta política.

El Primer Magistrado omitió este detalle cuando sentado en el trono dorado advirtió que la escasez es la realidad.

Cuantitativamente quizás el robo de vacunas por parte de los perversos beneficiarios de las mismas no haya sido crucial. Pero simbólicamente sí lo es.

La plaga es mayor allí donde prevalece la desterritorialización como la sufre M. y su familia.

No hay comida, no hay techo, no hay medicina, ni hay vacunas para ellas.

Ni hay escuelas realmente operativas.

Es la deuda interna de siempre.

Por cierto hay una correlación directamente proporcional entre la corrupción y la ineficiencia y la mutilación del destino de la mitad de la Argentina hundida en la miseria.

La vecina que vió a la niña M. la salvó de la desaparición en el agujero negro al que se dirigía sin brújula y extraída por un cartonero, a la deriva moral y existencial.

La sociedad les quitó el camino. Sí, nosotros. No porque predomine una maldad general. Hay solidaridad de muchos, esfuerzo y sensibilidad frente al drama, pero no se advierte una solución integral y profunda. No sabemos cómo resolver envueltos y a veces seducidos por los sofismas de las ideologías o de las farsas por Cadena Nacional.

Y los políticos !!!! Son tantísimos los que operan priorizando su voluntad de poder, indagando los atajos para exhibir una inocencia inexistente. Encubriendo sus pecados y sus crímenes. Reclutando militantes para alabar con bombos su mala fe y sus desmesurados robos.

Observamos el espectáculo de M. y de tantos otros miles como ella.

Pero el tiempo pasa y la tragedia crece.

Y M. y todas las demás, que son millones, se quedan allí, sin techo, con hambre, y sin destino.

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