Por Enrique Nocent
Llegó a Bahía Blanca con edad para jugar en la categoría Cadetes. Venía de Necochea y el 10 de marzo de 1964 firmó para Olimpo. Al mes siguiente, el 11 de abril, debutó en el combinado bahiense. Apenas dos años después debutó en la selección mayor de la Argentina, en el Mundial Extra de Chile.
Esta meteórica trayectoria habla, por sí, de la enorme capacidad de José Ignacio De Lizaso a quien se lo recuerda como integrante de la célebre trilogía que completó con Atilio Fruet y Alberto Cabrera.
Un dato más. Por (absurdas) razones reglamentarias existentes entonces en el ámbito de la ABB, quien rápidamente pasó a ser llamado Negro o Polo, debió obligadamente militar en la desaparecida división Reserva. Compartió equipo con otro talentoso perimetral, Oscar Poloni, y también con Ricardo Capponi, a quien no le faltaban condiciones.
Naturalmente, el aurinegro fue campeón invicto.
Fuerte de físico y de carácter (esto último atributo indispensable para compartir el vestuario del Olimpo de esos tiempos) su puesto sería hoy un escolta mentiroso, ya que solía abarcar funciones de alero, por su tendencia a frecuentar la zona pintada.
Conocía el juego, defendía más que aceptablemente, solía contribuir con rebotes y era acertado en sus pases. Pero, de sus atributos, seguro que quienes lo vieron en plenitud lo recordarán más por otros dos motivos.
Uno era su temperamento aguerrido. De no aflojar, de nunca dar una pelota por perdida, de ponerle el pecho a las balas sobremanera de visitante en ambientes hostiles. Inspiraba respeto entre sus rivales y público adverso.
La otra característica que lo distinguía eran sus cortes hacia el cesto.
Con sus poderosas piernas daba trancos firmes en el arranque para, de pronto, detenerse y tomar impulso para lanzar un tiro en suspensión de alto porcentaje.
“Parece que queda colgado en el aire”, era un comentario frecuente puesto que daba la imagen de desafiar la ley de gravedad.
Duro, práctico y ganador, Polo De Lizaso dejó imborrables recuerdos.
Llegó a Bahía Blanca con edad para jugar en la categoría Cadetes. Venía de Necochea y el 10 de marzo de 1964 firmó para Olimpo. Al mes siguiente, el 11 de abril, debutó en el combinado bahiense. Apenas dos años después debutó en la selección mayor de la Argentina, en el Mundial Extra de Chile.
Esta meteórica trayectoria habla, por sí, de la enorme capacidad de José Ignacio De Lizaso a quien se lo recuerda como integrante de la célebre trilogía que completó con Atilio Fruet y Alberto Cabrera.
Un dato más. Por (absurdas) razones reglamentarias existentes entonces en el ámbito de la ABB, quien rápidamente pasó a ser llamado Negro o Polo, debió obligadamente militar en la desaparecida división Reserva. Compartió equipo con otro talentoso perimetral, Oscar Poloni, y también con Ricardo Capponi, a quien no le faltaban condiciones.
Naturalmente, el aurinegro fue campeón invicto.
Fuerte de físico y de carácter (esto último atributo indispensable para compartir el vestuario del Olimpo de esos tiempos) su puesto sería hoy un escolta mentiroso, ya que solía abarcar funciones de alero, por su tendencia a frecuentar la zona pintada.
Conocía el juego, defendía más que aceptablemente, solía contribuir con rebotes y era acertado en sus pases. Pero, de sus atributos, seguro que quienes lo vieron en plenitud lo recordarán más por otros dos motivos.
Uno era su temperamento aguerrido. De no aflojar, de nunca dar una pelota por perdida, de ponerle el pecho a las balas sobremanera de visitante en ambientes hostiles. Inspiraba respeto entre sus rivales y público adverso.
La otra característica que lo distinguía eran sus cortes hacia el cesto.
Con sus poderosas piernas daba trancos firmes en el arranque para, de pronto, detenerse y tomar impulso para lanzar un tiro en suspensión de alto porcentaje.
“Parece que queda colgado en el aire”, era un comentario frecuente puesto que daba la imagen de desafiar la ley de gravedad.
Duro, práctico y ganador, Polo De Lizaso dejó imborrables recuerdos.
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