Valérie Trierweiler, Eleanor Roosevelt, Imelda Marcos y Cristina Fernández |
La compañera sentimental del presidente francés impone un nuevo modelo de primera dama. De hecho, Valérie Trierweiler técnicamente no es siquiera primera dama porque no está casada con François Hollande. Y no por eso pasa más desapercibida. Se presenta a sí misma como una «mujer libre», tan independiente como para opinar que puede seguir ejerciendo de periodista. Sin embargo, Trierweiler no es la primera que ha evitado limitarse a ser simplemente la mujer del presidente.
La compañera del presidente francés tiene como ejemplo declarado aEleanor Roosevelt, una de las grandes feministas del siglo XX y gran impulsora de los derechos humanos. La mujer del presidente Franklin D. Roosevelt no dudó en cuestionar medidas tomadas por su marido, como el campo de concentración para confinar a los descendientes de japoneses en Estados Unidos en plena Segunda Guerra Mundial. Mientras que apoyaba activamente otras, como el «New Deal» tras la crisis del 29. Una demostración de su enorme personalidad e independencia.
La historia reciente ha dado nombres de numerosas mujeres que no han necesitado sentarse en el banco presidencial para influir en la política. Un caso legendario es el de Imelda Marcos, primera dama de Filipinas durante dos décadas. La mujer del presidente Ferdinand Marcos llegó incluso a recibir cargos ministeriales, aunque su mayor poder era el influjo político sobre su marido, animada por su enorme popularidad. La «Mariposa de acero», sin embargo, será recordada sobre todo por sus extravagancias y lujos, a cargo del erario público, que todavía disfruta a sus 82 años.
Sucesión en el cargo
La actual presidenta argentina, Cristina Fernández, fue un ejemplo de primera dama con un poder equiparable a su marido, el ya fallecido Néstor Kirchner. Durante el Gobierno Kirncher, las dudas hacia su excesiva influencia sobre las decisiones de su marido se confirmaron con la sucesión en la Casa Rosada. Ella, sin embargo, mantiene aún que su ejemplo personal es otra primera dama de carácter, Eva Duarte de Perón, «Evita». La mujer del Juan Domingo Perón todavía perdura como icono en argentina por su imagen de ser la responsable de la extensión de la asistencia social a los «descamisados».
La mujer del anterior presidente de Guatemala, Álvaro Colom, intentó continuar con el ejemplo de Cristina Fernández, pero la ley electoral lo impidió. Sandra Torres llegó a divorciarse legalmente de su marido para poder presentar su candidatura a la presidencia en las últimas elecciones, pero la Justicia desbarató su ambición a pesar de su melodramática puesta en escena: «No soy ni la primera ni la última mujer que se divorcia en este país, pero sí la primera que se divorcia por Guatemala».
Indiscreción política
La influencia de algunas primeras damas sobre sus maridos presidentes es patente en algunos casos actuales, como ocurre con la mujer del presidente peruano, Ollanta Humala. Nadine Heredia ha asistido a algunos consejos de ministros, y no se ha moridido la lengua para criticar a algunos miembros del Gobierno, como el caso del vicepresidente, Omar Chehade, involucrado en un caso de tráfico de influencias.
En España, desde la Transición, las mujeres de los presidentes han guardado un estrecho segundo plano, ajustado al papel reservado en el protocolo. Solo Ana Botella, actual alcaldesa de Madrid, ha mantenido activamente su interés en la política, pero tras el final del mandato de su marido, José María Aznar.
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