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| DANIEL REPOSO EL CANDIDATO DE CRISTINA A PROCURADOR GENERAL DE LA NACION |
Por Ricardo Monner Sans
Que se esté discutiendo respecto de los números a favor o en contra para designar a Daniel Reposo como Procurador General de la Nación mide las profundidades a las que hemos llegado. Lastima -al igual que con Boudou- la concepción de la República como aquella definición democrática que alberga la Constitución Nacional.
Porque enumerar inconductas del candidato tiene importancia, pero allí no concluye la cuestión: no controlar a Boudou cuando la sugestiva compra sin licitación en el Ministerio de Economía de autos alta gama; falsear ideológicamente sus antecedentes; esconder; tergiversar; proclamarse soldado de la Presidenta; decir inexactitudes; haber sido flojón estudiante de Derecho –en fin, destacarse por su penosa trayectoria- tiene hasta respuesta penal en marcha desde el 11 de mayo.
Pero empieza a pasar inadvertido que –salga como saliere la votación- el país ha quedado enredado en la ciénaga del disparate. Lo penal encierra siempre un mínimo de moral. La ética es “más”. Cuando la Constitución Nacional exige para ser empleado público cumplir con el requisito de idoneidad, está diciendo algo mucho más trascendente: la idoneidad es no sólo un dato de aptitud intelectual, sino de conducta, de trayectoria cívica. Ni ha evidenciado aquella aptitud, ni ha hecho gala de conducta intachable. Que él pueda llegar a ser el conductor de los fiscales federales y que por tanto pueda incidir en la de por sí morosa investigabilidad del funcionariado público explica qué se entiende por “sintonía fina”.
Ahora que la noche económica se nos vino encima, tanta corrupción y tanta incapacidad para realizar el ideal de promover el bienestar general con respeto mayor al principio de igualdad ante la ley nos permitían vaticinar desde hace mucho este tiempo política y económicamente reaccionario.
La incapacidad de retroceder hace escuela. Queda la discusión encerrada entre algunos senadores que padecen de incontinencia verbal, mientras la salud pública se queda sin insumos básicos. Que haya que discutir desde el subsuelo de los números para o contra Reposo nos viene impidiendo retroceder todavía más algún paso para mirar el cuadro en su totalidad.
Los Reposo son imprescindibles para el entierro democrático, para dejar en la banquina a jubilados que se mueren, a trabajadores que casi no ganan, a personas que no consiguen trabajo. Los Reposo son imprescindibles para entender los $ 100.000 mensuales por legislador. Los Reposo son necesarios tanto para que no se note que lo de los derechos humanos que proclaman los que nunca estuvieron en la pelea y se visten ahora con ropaje ajeno, como para intentar cubrir a la que ayer fue figura señera y hoy ha caído en la más horrorosa traición a sus propios principios.
Alguna vez hubo una publicidad que decía “XXX marca su nivel”. Discutir sobre Reposo es igual: marca el nivel del deterioro y del descrédito democrático. Superar este absurdo es imprescindible. Pero no basta.
Porque enumerar inconductas del candidato tiene importancia, pero allí no concluye la cuestión: no controlar a Boudou cuando la sugestiva compra sin licitación en el Ministerio de Economía de autos alta gama; falsear ideológicamente sus antecedentes; esconder; tergiversar; proclamarse soldado de la Presidenta; decir inexactitudes; haber sido flojón estudiante de Derecho –en fin, destacarse por su penosa trayectoria- tiene hasta respuesta penal en marcha desde el 11 de mayo.
Pero empieza a pasar inadvertido que –salga como saliere la votación- el país ha quedado enredado en la ciénaga del disparate. Lo penal encierra siempre un mínimo de moral. La ética es “más”. Cuando la Constitución Nacional exige para ser empleado público cumplir con el requisito de idoneidad, está diciendo algo mucho más trascendente: la idoneidad es no sólo un dato de aptitud intelectual, sino de conducta, de trayectoria cívica. Ni ha evidenciado aquella aptitud, ni ha hecho gala de conducta intachable. Que él pueda llegar a ser el conductor de los fiscales federales y que por tanto pueda incidir en la de por sí morosa investigabilidad del funcionariado público explica qué se entiende por “sintonía fina”.
Ahora que la noche económica se nos vino encima, tanta corrupción y tanta incapacidad para realizar el ideal de promover el bienestar general con respeto mayor al principio de igualdad ante la ley nos permitían vaticinar desde hace mucho este tiempo política y económicamente reaccionario.
La incapacidad de retroceder hace escuela. Queda la discusión encerrada entre algunos senadores que padecen de incontinencia verbal, mientras la salud pública se queda sin insumos básicos. Que haya que discutir desde el subsuelo de los números para o contra Reposo nos viene impidiendo retroceder todavía más algún paso para mirar el cuadro en su totalidad.
Los Reposo son imprescindibles para el entierro democrático, para dejar en la banquina a jubilados que se mueren, a trabajadores que casi no ganan, a personas que no consiguen trabajo. Los Reposo son imprescindibles para entender los $ 100.000 mensuales por legislador. Los Reposo son necesarios tanto para que no se note que lo de los derechos humanos que proclaman los que nunca estuvieron en la pelea y se visten ahora con ropaje ajeno, como para intentar cubrir a la que ayer fue figura señera y hoy ha caído en la más horrorosa traición a sus propios principios.
Alguna vez hubo una publicidad que decía “XXX marca su nivel”. Discutir sobre Reposo es igual: marca el nivel del deterioro y del descrédito democrático. Superar este absurdo es imprescindible. Pero no basta.
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