A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

miércoles, 13 de marzo de 2013

LA IGLESIA FUE A BUSCAR UN PAPA AL FIN DEL MUNDO


La mayor multitud jamás reunida en la plaza de San Pedro para saludar a un nuevo Papa recibió con un aplauso atronador el anuncio de la elección del cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio como Francisco I.
La primera reacción de la plaza fue un «¡Noooo!”, pero poco después comenzaron los gritos de “¡Francesco! ¡Francesco!».
Como su estatura no es muy alta, le pusieron una peana cuando se asomó al balcón, con un aspecto serio que recordaba a Pio XII pero más sonriente. Su primer saludo fue: «Fratelli e sorelle, buona sera!». A continuación, también en italiano, comentó con sencillez que la ciudad tenía un nuevo obispo: «Mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo. Os agradezco la acogida».
A continuación vino la primera sorpresa: «Antes de nada querría hacer una oración por nuestro obispo emérito, Benedicto XVI, Recemos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie. Padre Nuestro…». Era una continuidad visible.
El Papa Francisco I explicó que «comenzamos un camino de fraternidad, de amor, de confianza. Recemos para que haya una gran fraternidad en todo el mundo», y especialmente «en esta bella ciudad».
Enseguida llegó la segunda sorpresa: «Antes de dar la bendición os pido un favor, que pidáis al Señor la bendición para su obispo. Hagamos en silencio esta oración vuestra por mí». Inclinado humildemente, el Papa Francisco I espero un momento. Luego le colocaron la estola y comenzó su primera bendición «Urbi et Orbi».
Es el primer Papa americano al cabo de quinientos años desde la evangelización del Nuevo Mundo. No figuraba en las «quinielas» de «papables», pero sí estaba en el corazón de los electores.
Se despidió anunciando que al día siguiente iría a rezar a la Virgen y con un sencillo: «Buenas noches y buen descanso». Era ya una presencia familiar. Un Papa sencillo, un Papa «de casa».
El jesuita argentino de 76 años fue elegido al quinto escrutinio, y es el Papa número 266, incluyendo como primero a Pedro de Betsaida. Recibió una mayoría de dos tercios de votos de 115 cardenales electores, de 48 nacionalidades, reunidos durante dos días en la Capilla Sixtina. Había sido el más votado en el Cónclave de abril del 2005 después deJoseph Ratzinger.
La espera, desde la fumata blanca hasta el anuncio del nombre, fue un poco más larga que en ocasiones anteriores, pero por fin, a las 20.12, el cardenal protodiácono, Jean-Louis Tauran, enfermo de Parkinson, apareció en el balcón para anunciar: «Habemus Papam!». La fumata blanca se había asomado con fuerza a las 19.06 -acompañada enseguida del repique de todas las campanas-, al cabo de una jornada de lluvia que no fue capaz de frenar el entusiasmo de los fieles, que en ese momento llenaban ya la plaza de San Pedro. El entusiasmo y el tremolar de banderas fueron simultáneos y eléctricos.

«¡Viva el Papa!»

Fue una alegría incontenible, con gritos de «¡Viva el Papa!» en todos los idiomas, antes de conocer su nombre. En la plaza había una presencia masiva de jóvenes, y a medida que iban llegando los romanos descubrían que tenían que quedarse en Via della Conciliazione, pues la plaza estaba ya abarrotada.
Durante horas, el público había estado observando la gaviota de turno posada sobre la chimenea. Cada vez que el pájaro se iba era una falsa alarma de fumata. Uno o dos minutos después, otra gaviota tomaba esa posición, como si les gustase la luz de los reflectores y el momento de fama.
Veinticinco minutos después de la fumata blanca, la banda de la música de la Gendarmería vaticana irrumpía también en la plaza al son de una de sus marchas, seguida de la Guardia Suiza, que formaba un piquete de honor para recibir al nuevo Papa. Unos minutos después llegaba la banda de los Carabinieri con una tonadilla alegre y pegadiza. Detrás de ellos, la Marina Italiana, la Aviación, el alcalde de Roma, Gianni Alemanno. ¡Era la mayor fiesta del año para la ciudad de Roma y para el mundo!
El entusiasmo era indescriptible en la plaza y esta vez era mundial, pues la fumata había sido seguida por televisión en directo e Internet en todo el planeta. En cuanto se vio claro que era blanca, se desencadenó una oleada de tuits: del Pontificio Consejo de Comunicaciones Sociales y de diócesis de todo el planeta. La fiesta era, enseguida, mundial. Era la alegría de la «Ciudad y el mundo», que el Papa iba a bendecir «Urbi et Orbi» desde el balcón de la basílica de San Pedro.
Era otro día de gran fiesta para el Pescador de Galilea. Y, en Castel Gandolfo, de gran satisfacción para Benedicto XVI. Es la décima vez, en la historia de la Iglesia, que hay un relevo en vida del Papa anterior. La transición ha sido perfecta. Como quería Benedicto XVI, el timón de la nave ha pasado a manos más jóvenes y más fuertes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario