La diáspora kirchnerista no para. El núcleo de la resistencia que Cristina imaginó en el Congreso se desmorona irremediablemente. Y en este fenómeno tiene menos que ver la habilidad política del oficialismo que el impacto de la corrupción sobre el kirchnerismo y las ansias de venganza política del peronismo al destrato de la ex presidenta.
El blindaje se derrite como una manteca por una razón poderosa: nadie quiere quedar enredado en el sistema de exacción al Estado que montó Néstor Kirchner y luego se continúo inercialmente con sus herederos.
Julio De Vido ha sido una pieza política clave en este esquema. José López, su segundo en jerarquía pero preferido por Néstor, también. Ahora el ex ministro pretende desconocerlo.
Hace casi un año decía De Vido: “Quiero agradecer a todo mi equipo de trabajo...y a mi mano derecha, que es José López”. Ayer se desmentía a sí mismo: “López no era mi mano derecha. El era secretario de Obras Públicas y yo estaba a cargo de Planificación”. Si eso es todo lo que tiene que decir para salvarse de la tragicomedia de las bolsas con dólares, el convento y las monjitas, mejor que busque otros argumentos.
José Lopez, su no mano derecha, manejó durante los 12 años de la gestión de De Vido más de 100 mil millones de dólares, según se estima. No se trata de cuál de sus manos fue o no fue López.
Esa no mano derecha desató un terremoto que sacude impiadosamente al kirchnerismo, lo desgrana, y destruye –de paso– el relato triunfal que lo sostenía.
Recalde como jefe del bloque designado por Cristina, mira azorado cómo se achica el ex oficialismo en Diputados. Ese desgranamiento muestra no sólo la escasa habilidad del titular del bloque sino la falta de conducción externa. Cristina insiste con los telefonazos y las redes sociales. Los resultados están a la vista.
La autorización al allanamiento al domicilio de De Vido es un símbolo de esa situación. Se trata, también, de una evidencia de que el sistema político no puede detener el vendaval de sinceramiento que necesita para revigorizarse.
Acudir a la categoría de “persecución política” como única refutación a las evidencias de la corrupción es, además, una falta de respeto a los que verdaderamente fueron perseguidos en la Argentina. Y en esa lista no figuraron ni Kirchner, ni Cristina ni De Vido, entre otros.
Hay peronistas que están expresando ahora libremente lo que no pudieron o no se animaron a hacer poco tiempo atrás. Pero también hay sobreactuaciones que no sirven para ocultar corrupciones propias.
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