Por Diego Genoud
PARA LA NACIONLos historiadores coinciden: el desafío más grande, la principal dificultad, era reunirse. Los criterios de las provincias eran diversos, primaba el localismo y, hasta último momento, existieron dudas acerca de que el Congreso de Tucumán empezara finalmente a sesionar en aquella ciudad, que entonces contaba con apenas 4000 habitantes.
Recorrer las negociaciones y disidencias de aquella época permite reconstruir el trasfondo político y anticipar la historia que vendría.
Treinta y tres congresales elegidos de las Provincias Unidas de Sud América estaban llamados a participar, pero no todos acudieron desde el principio. Marginados por decisión propia José Artigas y la Liga de los Pueblos Libres, en Tucumán se reunieron desde el 24 de marzo de 1816 representantes de Buenos Aires, Córdoba, Salta, Charcas, Catamarca, La Rioja, San Juan, Tucumán, Santiago del Estero, Chichas, Jujuy, San Luis y Mizque. La mayoría eran sacerdotes y abogados.
Habían pasado seis años desde la Revolución de Mayo, la Asamblea del Año XIII había fracasado en su intento de alumbrar una Constitución y el contexto para declarar la independencia era muy desfavorable. "El Congreso se convoca en un contexto de una crisis feroz: el retorno del rey Fernando VII al trono en España; el triunfo del Congreso de Viena, que dice que cualquier gobierno surgido de una revolución debe ser destruido; la restauración realista en toda América salvo en el Río de la Plata; la división interna entre los revolucionarios, y una economía arruinada", apunta el historiador Gabriel Di Meglio.
La primera discusión dentro del Congreso se saldó a favor de Buenos Aires. Fue la elección del director entre Juan Martín de Pueyrredón y el salteño José Moldes, considerado por muchos un "enemigo mortal de los porteños". Con gran influencia del riojano Pedro Castro Barros, Pueyrredón -respaldado opr Buenos Aires- se impuso con 23 votos a favor y ninguno en contra. Así se resolvió, tempranamente, el debate sobre centralismo y federalismo. Moldes no sólo perdió, sino que fue denunciado como espía y cómplice de los españoles: terminó fuera del Congreso.
El acta original de la Declaración de Independencia y lo que sucedió en esos días se conoce por El Redactor del Congreso Nacional, el órgano oficial de difusión de la época. Según precisa la historiadora Noemí Goldman -doctora en Historia por la Universidad de París y autora de Mariano Moreno, de reformista a insurgente (Edhasa)-, lo primero que se discutió no fue si se declaraba o no la independencia, sino cómo restablecer el orden: cómo volver a unir a los pueblos y sobre qué bases superar las tendencias autonomistas y confederacionistas, "el germen de la anarquía con la fermentación de cinco años". Es la preocupación que queda reflejada en una consigna potente del Acta de la Independencia que el 9 de julio votaron 29 diputados: "Fin de la revolución, principio del orden". "San Martín lo expresa cuando dice «hace seis años que estamos de revolución y no podemos concluirla». No pueden declarar la independencia y darse una Constitución que establezca un ordenamiento." Aunque sus efectos serían casi nulos, el Congreso terminará sentando las bases de la Constitución de 1819.
Di Meglio, que acaba de publicar 1816, la trama de la Independencia (Planeta), coincide: el desafío real era elegir una forma de gobierno que permitiera reconstruir un orden. "Es la gran obsesión de la dirigencia argentina desde 1810 hasta 1880, un orden que sea distinto del colonial, pero que ponga fin al proceso de desobediencia de las autoridades menores a las autoridades mayores y también a la desobediencia social".
Según su criterio, el Congreso funciona entre marzo y septiembre de 1816 con grandes consensos, pero deja ver cuatro grandes antinomias: independencia vs. autonomía, centralismo vs. federalismo, sistema representativo vs. democracia y república vs. monarquía constitucional.
La opción de la república había perdido adhesiones, incluida la de Manuel Belgrano, que había regresado de Europa revisando su criterio. El creador de la Bandera propuso una monarquía incaica, que generó escozor en los representantes de Buenos Aires, pero llegó a discutirse más de lo que la historia recordaría. "Belgrano presenta el proyecto en una sesión secreta, apenas declarada la independencia. Propone que un descendiente de los antiguos incas sea un rey constitucional, una figura distinta a la del presidente. Tiene el apoyo de los diputados del Norte, pero no de los de Buenos Aires. San Martín y Güemes están a favor, pero en Buenos Aires también aparecen republicanos en contra de cualquier rey. Esa discusión queda abierta hasta 1820", precisa Di Meglio.
La declaración de la independencia presenta por lo menos dos rasgos que la diferencian de la Revolución de Mayo. Por un lado, los grandes personajes aparecen actuando de común acuerdo: San Martín, Güemes, Pueyrredón y Belgrano en menor medida. Por otro lado, la coyuntura lleva a que un sector políticamente más conservador que el de los revolucionarios de Mayo dé un paso más firme con el aval de Inglaterra y la pujanza de un nuevo modo de producción -el capitalismo- que imponía un nuevo sistema político.
En El país que estalló. Antecedentes para una historia argentina 1806-1820 (Edhasa), Alejandro Horowicz sostiene que sin San Martín y su batalla continental la declaración de la independencia hubiera sido cartón pintado. "San Martín no sólo forja el Ejército de los Andes, sino que además guía con mano maestra el Congreso de Tucumán. Es el máximo jefe político militar del partido de la independencia." El Libertador consigue que el Congreso apruebe los fondos para su ejército y, con eso, dos movimientos que serían cruciales: el repliegue del Ejército Auxiliar del Perú y el cruce del Ejército de los Andes.
Goldman recuerda que el 12 de abril de 1816 San Martín, como gobernador de Cuyo, le dice en una carta al diputado Tomás Godoy Cruz que el Congreso sería nulo si además de manifestarse soberano no declaraba la independencia absoluta. Diez días después del 9 de julio, el diputado Pedro Medrano logró que se incluyera en la declaración que la independencia no sólo sería de España, sino también "de toda otra dominación extranjera", una salvedad para nada menor cuando Portugal y Gran Bretaña avanzaban sobre el antiguo virreinato.
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